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En el presente año, la serie juvenil cubana realizada por Rudy Mora Doble juego cumplió 20 años y, a pesar de la obstinada idea de creer que 20 años no son nada, en materia de medios de comunicación es curioso ver cómo algunas bandas sonoras diseñadas para televisión y cine, fundamentalmente, marcan un antes y un después de su realización.

Y ese es el caso justo de Doble juego, como también lo fue de Algo más que soñar; así como en su momento, igualmente, de las telenovelas Sol de batey y Tierra brava, hasta de la recientemente finalizada .

Son músicas que dentro de la dramaturgia sirven lo mismo de anticipación a la trama o—lo más común— constituyen complementos dialógicos del conflicto. Tanto a través de la voz como de aquellas obras instrumentales, muestran, afirman, incluso ironizan fondos sicológicos que sustentan el devenir del conflicto, aportando esa amplitud diversificada de miradas que las obras esperan de su receptor.

En ese sentido, las bandas sonoras constituyen fuentes de atención muy especiales pues, además de lo expresado, se pueden convertir en personajes de la historia y hasta colocar en juicio de valor al intérprete o autor de las mismas.

Por ese camino, volver a los 20 años de Doble juego es, a su vez, asistir al crecimiento musical y conceptual de un cantautor como Polito Ibáñez, en tanto el tema per se desarrolló una indagación sicológica y maneras de representación de la realidad marcada en un segmento etario que, hasta ese momento, había sido poco mostrado.

El tema de Doble juego se convirtió en hit que no podía faltar en un concierto de Polito—de hecho aún es solicitado—, además de encontrar en la plataforma del espacio Lucas otro escenario importante de visualización, lo que significa que se expandió hacia nuevos espectros de recepción cultural. Tanto que Ibáñez es hoy uno de esos intérpretes que cohesiona su quehacer literario-musical con el cuidadoso trabajo audiovisual de sus propuestas, con lo cual estas últimas logran indagar, armónicamente, en esa necesidad constante del intérprete de colocar al hombre y sus búsquedas como centro de toda reflexión.

Otra propuesta, Mucho ruido (2009), serie homónima galardonada con el Gran Premio en el Sexto Festival Nacional de la Televisión, bajo el mando de Mariela López, igualmente se convirtió en banda sonora elegida por los jóvenes; entre ellos logró un marcado éxito, tanto que una vez concluida la serie nació un proyecto musical con algunos de los protagonistas del audiovisual, que siguieron—luego de manera independiente— un camino dentro de la música.

Podrían enumerarse otras tantas series cuyas bandas sonoras trascendieron la mera presentación o el segmento incidental para lograr tener vidas y significaciones autónomas. De ahí que, finalizada la telenovela , se escuche todavía la Nana del adiós y, unido al recuerdo de algunos personajes que quedaron en la memoria del televidente, se piense que, en cualquier caso, era la unión de muchos Nosotros, dada la carga de universalidad que defendía.

Esperemos que las próximas propuestas diseñadas para la televisión presten especial atención al mundo de las bandas sonoras, porque ellas también son actuantes de tantos universos creativos como zonas para develar existan.

Ellas otorgan movimiento, inquietud, vehemencia, temor, tal cual sea necesario. Tienen un lenguaje peculiar para el entendimiento, solo hay que abrirse a los acordes o a las voces que nos introducen en los tantos misterios que, como espectador, estamos dispuestos a desentrañar.

 

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