Cierta polémica ha causado en las redes sociales el beso de dos personajes en la telenovela cubana Tan lejos y tan cerca. El beso de dos mujeres, que en esa historia se aman.

Si hubieran sido hombre y mujer, por supuesto que no hubiera pasado nada. «Porque es lo natural», según algunos internautas. «¿Cómo le explico yo a mi hijo pequeño ese beso? Él no entiende esas cosas de mujeres que están con mujeres. Es un mal ejemplo, porque ese no es el modelo que quiero para mi hijo», se pronuncia alguien.

Vamos por pasos. Lo único que habría que explicar es que se trató de un beso de amor (bastante contenido, por cierto), y que el amor no se circunscribe a un «modelo» único, preestablecido.

Pero de acuerdo, es posible que usted esté en contra de la expresión de ese amor. Puede incluso que lo condene. O quizás no se anime a tratar de comprender. O no quiera pasar el trabajo de explicarle a su hijo...

Pues lo más elemental es que no permita que su hijo vea programas que no fueron concebidos para un público infantil. Así de sencillo. La televisión no tiene que asumir la responsabilidad de los padres. Un televisor se puede apagar sin que eso signifique un trauma.

Segundo tema: esa no fue una escena aleccionadora. No tuvo intenciones moralizantes, ni siquiera una vocación educativa.

Esa idea de que todo lo que se ve en una telenovela es «un ejemplo a seguir» es, francamente, superficial y pedestre. El beso en cuestión fue el resultado lógico de una situación dramática. Escamotearlo no implica que la situación no exista. Y la socialización de esa situación es un derecho inalienable del creador, que asume, por supuesto, los códigos del género.

Por favor, un poco de sentido común. Un beso entre dos mujeres no es un llamado o una exhortación a que todas las mujeres se besen. Usted bese a quien quiera (y quiera ser besado por usted). O no bese. Es su derecho.

Hay un equívoco una y otra vez enarbolado: «el derecho de los homosexuales es contrario a mi derecho, pues yo creo que ser homosexual es incorrecto, amoral, enfermizo».

No entremos ahora en un debate que tiene muchas implicaciones sociológicas, más allá de su planteamiento individual, más allá incluso de una visión científica del asunto. No es cuestión de caprichos.

Digamos, sencillamente, que nadie tiene el derecho de imponer su particular concepción del amor y las relaciones humanas a una colectividad: nadie puede plantear un «modelo» único e inapelable. Ni la colectividad puede venir a establecerle al individuo la obligación de amar (de ser) de una determinada manera. Los únicos límites son los de la convivencia, la paz y el respeto a la libertad y la dignidad del otro.

Ningún homosexual puede ir a exigirle a un heterosexual que deje de serlo. Un heterosexual tampoco puede exigirle eso a un homosexual. Un derecho no anula otro derecho. Y todos somos sujetos del derecho; convendría leer sobre el tema.

Llama la atención que el debate sobre el beso se origine a partir de una telenovela cubana, cuando no es la primera vez que dos personas de un mismo género se besan (incluso, apasionadamente) en teleseries y películas extranjeras transmitidas por la Televisión Cubana. Habrá que seguir «naturalizando» lo que es natural, sin pretender convertir a la televisión en el espacio didáctico por excelencia.

Si usted cree que, porque habitualmente no aparezca en la televisión, dos mujeres no pueden besarse (aunque, de hecho, muchas mujeres se besan habitualmente en la cotidianidad), le convendría actualizarse.

Y si no comulga con ese beso, si no puede soportarlo, cambie el canal. Así de sencillo.

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