Más que correcta ha sido la puesta. Las tramas han estado perfectamente contextualizadas (una demanda permanente del público a las producciones cubanas). Y ha habido «novelería»; quizás no con un ritmo trepidante, pero sí atendiendo la evolución de los personajes e incluyendo puntos de giro convincentes.
Eso de articular historias a partir de los altibajos del amor es la esencia misma de la telenovela tradicional. Y Tan lejos… ha honrado esa herencia, asumiendo de paso otros móviles vinculados a la agenda pública, los desafíos de una época particularmente difícil, y otros conflictos de orden social.
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Pero las relaciones humanas (el amor en muchas de sus variantes) fue la columna vertebral, por más que los efectos de la pandemia de COVID-19 marcaran el devenir de los personajes.
He ahí una sutil diferencia: no fue, como afirmaron algunos, una telenovela sobre la COVID-19. Fue una historia (muchas historias) de amor, de encuentros y desencuentros, de retos y realizaciones… en tiempos de la COVID-19.
Aquí se utilizaron los códigos de siempre, pero se moderó en alguna medida el tono.
No fuimos testigos de los grandes énfasis del melodrama, de la grandilocuencia de ciertos personajes (y sus actores), ni de un regodeo en el lugar común. Esa lucha entre héroes y villanos tuvo aquí interesantes matices.
Alguien le comentaba hace un tiempo a este cronista: es una telenovela contada como una serie. Para una parte de la teleaudiencia puede resultar una virtud. Para otra parte será una carencia.
Lo cierto es que cada una de las tramas se desarrolló sin incoherencias esenciales, aunque por momentos se notara cierta dispersión en el argumento. Es uno de los riesgos de las historias corales: cuando hay muchas tramas relativamente autónomas y de similar peso dramático, el espectador puede extrañar una trama central lo suficientemente sólida como para constituirse en eje de la propuesta.
Quizás faltaron más nexos entre las historias, que contribuyeran a definir mejor un objetivo común. Algo así como un camino compartido por todos los personajes. Un rumbo.
Y quizás faltaron golpes de efecto que movilizaran mucho más las tramas, que otorgaran más emotividad y pirotecnia. Eso se espera de una telenovela… al menos es lo que espera buena parte del público. Más sorpresa.
No obstante, la variedad de conflictos garantizó la vitalidad del argumento. Aquí se habló de dilemas generacionales, maltrato familiar, dificultades económicas, solidaridad, poliamor, delitos, emigración ilegal, realización artística, vocación profesional…
Uno de los grandes valores de Tan lejos y tan cerca ha sido la validación de modelos de comportamiento perfectamente legítimos.
Las telenovelas cubanas, de manera general, apuestan por reafirmar el triunfo de un modelo «políticamente correcto» de pareja, de familia. Puntualmente hay desmontajes de esa familia «perfecta» a la que se aspira; pero casi siempre se trata de elementos secundarios o circunstanciales.
Aquí se asumió con normalidad la existencia de modelos bastante alternativos en la creación de dramatizados cubanos, aunque perfectamente coexistentes en la sociedad contemporánea: mujeres jóvenes a las que no les interesa tener descendencia; madres solas en la crianza de los hijos; relaciones homosexuales que concretan familias; personas de la tercera edad que viven plenamente su sexualidad…
La naturalidad con que se presentaron fue un acierto, particularmente plausible en tiempos de intensos debates ante un referéndum para un nuevo Código de las Familias.
Y lo mejor fue que se evitó el didactismo que ha lastrado otras producciones.
No pocas polémicas ocasionó la telenovela (en este mismo portal nos referimos a la del beso de amor entre dos mujeres), pero movilizar la opinión pública sobre temas sensibles puede ser otra de las ganancias de los dramatizados de televisión.
La corrección en casi todos los apartados de la puesta en pantalla es también una ganancia. Fotografía, iluminación, ambientación, diseños de presentación y despedida, musicalización… apostaron por consolidar ciertos estándares de calidad que la Televisión Cubana necesita desde hace mucho. No es que la factura pueda competir con las realizaciones de la mejor televisión actual en el mundo, hay aquí cuestiones de disponibilidad de tecnología y recursos. Pero es notable la dignidad formal y buen gusto.
Han sido interesantes las dinámicas de movimiento de los actores en escena, en diálogo provechoso con los encuadres. Hubo un buen uso de los primeros y primerísimos planos, tan caros a la telenovela (y tantas veces desaprovechados o mal utilizados en las producciones nacionales).
El punto más débil fue (ya viene siendo habitual) el sonido. En ocasiones se dificultó la comprensión de textos por desniveles del audio.
Por último, hay que resaltar el compromiso del elenco con las historias que se narraron. Ha sido un buen casting. Los actores encarnaron a personajes reconocibles, y los dotaron de una singular humanidad.