A seis años de la partida física de nuestro eterno líder, Fidel Castro Ruz, la impronta de su pensamiento humanista, adelantado a su época y martiano, continúa marcando el sendero de nuestro proceso revolucionario. Fue Fidel un líder consciente del poder de la cultura para vencer las más duras batallas ideológicas. Tanto en la radio como en la televisión, Fidel Castro encontró la plataforma necesaria para legitimar un proceso justo, genuino, único en su tipo en todo el continente.

Desde los primeros años del triunfo revolucionario, los discursos del Comandante en Jefe, contaron con la imagen y el sonido de nuestros medios de difusión. De igual manera, acontecimientos trascendentales para el país, como la campaña de alfabetización, nuestra primera gran victoria en Playa Girón y otras epopeyas, tuvieron el alcance mediático que el momento imponía.

Nuestro instituto de radio y televisión aprendió a ser el cronista de la Revolución; Fidel fue el guía ideológico de tantas luchas mediáticas, de tantos desgarradores momentos para una pequeña isla asediada por un poderoso y cercano enemigo, empeñado por décadas en bloquearnos la felicidad. Allí estaba él, con su imagen legendaria y su voz quebrada, exponiendo con las palabras precisas, la verdad de un pueblo.

Llegó el tiempo de la dura batalla por el regreso de un niño a su tierra; batalla hecha tribunas y mesas redondas; batalla transformada en información precisa y oportuna. En esa contienda también estuvo la radio y la televisión, junto a sus técnicos, realizadores y personal de la prensa. Fueron momentos de hacer arte desde la inmediatez. Nunca antes las cámaras captaron con tan buen gusto el ondear de nuestra bandera y la hidalguía y fortaleza de una multitud traducida en pueblo. ¿El artífice de esa contienda histórica? ¡Fidel!

Cuando el 25 de noviembre del año 2016, se daba a conocer por televisión nacional el fallecimiento del líder histórico de la Revolución cubana, toda una nación se estremecía y lloraba al eterno soldado de las ideas. Los días posteriores fueron días de dolor, de agradecimiento, de certezas; la certeza de que la Revolución no moría con su líder, sino que se expandía y robustecía gracias a sus convicciones y su ejemplo.

El dolor se hizo himno, se hizo vigilia y también fortaleza. Allí estuvieron los medios cubriendo las muestras de gratitud de nuestra gente. Las cámaras captaron los enrojecidos ojos de los pioneros, y los micrófonos las voces rotas de nuestros combatientes.

Los agradecidos acompañamos al hombre de las mil hazañas, aprendimos a saberlo eterno en nuestra perenne lucha por la soberanía. Sí, los agradecidos no lo llamamos comandante, ni barbudo, ni gigante. Le gritamos: ¡Padre mío, no te sueltes de mi mano…! Los agradecidos le dijimos…gracias. ¡Gracias por todo, Fidel!

 

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