Desde los inicios mismos de la televisión se advirtió rápidamente la necesidad de un espacio para el entretenimiento, la complicidad familiar de las audiencias y las risas. El origen comercial del medio también exigía programas donde la inserción de anuncios de patrocinadores fuera hecha de manera clara. Nada mejor para eso que una buena comedia.

Así surge, en predios de la televisión norteamericana, la sitcom o comedia de situación; un género que tiene como antecedentes los sketchs de las revistas de variedades y los shows radiales al estilo de Amos´n Andy, que comienzan a cobrar relevancia desde los años 30 del siglo XX. Las primeras sitcoms ponen en el juego las principales fórmulas que se verán prácticamente inalterables a través del tiempo.

Con algunas variables dependiendo de los países, el contexto y la época, la sitcom se agarra de premisas sencillas para tejer una red de situaciones que conlleven a la risa fácil, aunque existan grandes ejemplos de comedias de situaciones conceptualmente complejas.

Una buena sitcom debe tener uno o dos personajes carismáticos que evolucionen en el devenir de los episodios (o temporadas), una contrafigura que mueva la acción y un sinnúmero de situaciones hilarantes, no importa si rayan en lo absurdo; lo importante es que funcionen.

A Cuba también llegó el formato muy pronto, pero fue asumido con otros aires y referentes. El teatro vernáculo sirvió como brújula para particularizar nuestra comedia televisiva nacional. Personajes tipos como la del gallego, el negrito y la mulata evolucionaron en la pequeña pantalla. Se respetó el sentido frontal -espacialmente hablando- y la existencia de público en vivo -que luego cambiaría a risas grabadas-, para dar esa sensación teatral que permanece aún en muchos exponentes del género.

Vivir del cuento maneja muy bien la actuación especial o regular de actores dramáticos en una cuerda más humorística (Foto: Tomada de Facebook)

Tanto en el período capitalista como en el revolucionario, la televisión contó con buenas comedias de situaciones de gran durabilidad en el tiempo. San Nicolás del Peladero, Detrás de la Fachada o Si no Fuera por Mamá son ejemplos claros de cómo se asumió desde Cuba la sitcom, e incluso, de cómo mejoró planteamientos y fórmulas.

Hoy nuestra televisión cuenta con dos programas humorísticos herederos del modelo cubano de comedia de situaciones, pero ambos también se ven influenciados por todo lo que en el mundo nos llega constantemente.

Vivir del cuento, el más longevo de los dos proyectos, es una sitcom con todas las de la ley; desde el planteamiento visual, con un set protagónico -la casa de Pánfilo- y risas grabadas para enfatizar el resultado de un chiste, hasta códigos heredados del teatro, como la ruptura de la cuarta pared al final del episodio. Pánfilo, quien protagoniza y sufre los enredos capítulo a capítulo, es un personaje tipo, con una progresión limitada, casi cíclica, en correspondencia con la estructura del programa. Así mismo, Chequera es la contrafigura necesaria que moviliza la acción, que arma confusiones simpáticas y que nunca aprende la lección. Un tercer personaje redondea la dramaturgia de la obra: Chacón, que hace función del rival del protagonista entorpeciendo su camino.

Otro elemento de la sitcom que Vivir del cuento maneja muy bien es la actuación especial o regular de actores dramáticos en una cuerda más humorística. Temáticas de actualidad social se posan en los guiones bien cavilados, y como buenos cubanos, los guionistas hacen uso del choteo y la sátira para criticar o denunciar fenómenos negativos en nuestras dinámicas cotidianas.

Los cuatros personajes principales de Juntos pero no revueltos representa un área de nuestra sociedad (Foto: Tomada de Facebook)

Por su parte, en su segunda temporada, Juntos pero no revueltos resuelve algunos problemas en el tono que poseía la entrega anterior. Esta vez, Roly Peña en la dirección, entendió la necesidad de jugar con los códigos internacionales de la sitcom, y aunque nuevamente la serie es grabada en exteriores, hay un mejor tratamiento del set protagónico. Al igual que Vivir del cuento, asumieron las risas grabadas como una forma de enfatizar algunos gags humorísticos.

Los cuatros personajes principales cuentan con un diseño muy nítido, reconocible. Cada uno de ellos representa un área de nuestra sociedad. El humor criollo se entremezcla en estos tipos con lo mejor de la comedia internacional. De esa manera, sentimos en las criaturas, muchos elementos del absurdo y la farsa, muy usados en la comedia de situaciones desde sus inicios.

Vivir del Cuento y Juntos pero no revueltos, son dos claros ejemplos de cómo ha evolucionado el género sitcom o comedia de situaciones en nuestra televisión. Durante muchos años desdibujada de las propuestas humorísticas y remplazada por entregas más cercanas al telechiste o la revista humorística. La sitcom comienza a tomar fuerza nuevamente en Cuba, en tiempos donde contar una buena historia y hacerla progresar no puede desestimarse.

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