Falleció la actriz e intelectual cubana, Corina Emilia Mestre Villaloy, Premio Nacional de Enseñanza Artística, 2015 y de Teatro, 2022.
Inesperada y como siempre la brutal noticia de no saberla más físicamente entre nosotros, aun cuando su voz de trueno, a veces, tierna otras; enérgica siempre, de seguro acompañará a las tantas generaciones de cubanos que vayan en busca de una convincente actuación.
En una oportunidad en compañía de su hermano de sueños Augusto Blanca le escuché decir:” de qué vale la fama si no se coloca del lado de la verdad”, y luego regaló unos hermosos versos de Machado. Creo que esa es una buena manera de recordar a la profesora, la actriz, la declamadora, la intérprete; pero sobre todo a la cubana verdadera que, desde cualquier espacio de diálogo o creación, apostó desde la ética martiana por permanecer del lado de la verdad de una nación .
Y con ese voto hacia la verdad, Corina dio vida en la televisión a personajes inolvidables. El espacio “Teatro en televisión” la vio ser Bernarda, en una puesta que demostró cuanto de arte puede llevar consigo la pequeña pantalla, cuando se piensa en tales términos; la odiosa burguesa en las aventuras Los papaloteros la colocó en ese difícil trance para el espectador de tener que distanciarse para admirar cuanto de bueno se esconde en una actuación convincente.
Otros desempeños como madre la acercaron a varias generaciones para las cuales nunca pudo resultar ajena; la Matilde, mujer de convicciones de la telenovela Pasión y prejuicio, llegó para quedarse; otra madre inolvidable la interpretó en Doble juego, personaje víctima de los prejuicios y la poca comunicación que la hundieron lastimosamente en la vergüenza; y por supuesto en este breve recorrido no puede faltar. Rosa, en la serie De amores y esperanzas, mezcla de dolor y optimismo que significó el presente de muchas mujeres-madres en la Cuba de hoy. Y todo eso como si actuar fuese a la par vivir.
El sentido del humor de la prestigiosa actriz tampoco resultó ajeno para su público. Baste recordar el filme Vals de La Habana Vieja ¸ y es que la discípula de Teatro Estudio se sintió deudora de la magia aprehendida por Raquel Revuelta y la devolvió con las más de tres décadas frente a las aulas de la Escuela Nacional de Arte, y sus años más recientes en el hoy Instituto de las Artes.
Temperamental y exigente, en contra de cualquier rasgo de chabacanería, disfrazado de popular, desde su concepción de trabajo para y por las comunidades, Corina llevó consigo al más distante escenario que fuese posible el buen gusto. Como aliada, la guitarra y el pensamiento, y en medio de ese dueto feliz se convirtió en voz necesaria dentro del gremio trovadoresco donde siempre pudo recordar a sus preferidos Neruda, Vallejo y por supuesto, Martí.
Tal vez porque desde su inocencia infantil la poesía caló en ella caló como eco de múltiples sentimientos y emociones. Luego la actuación fue el sumum de una constante búsqueda de crecimiento personal.
Expresó la pedagoga en una entrevista que la poesía era para ella como un dios, y realmente también lo fue la actuación, en la que encontró todas las posibilidades para hacer pensar a la gente, la misma que tanto hoy lamenta la partida física de una Corina que fue todo corazón.