Una lluvia de colores sobre el Valle del Café, entre otras eventualidades tan risibles como emotivas, marcó el final de Orgullo y Pasión, la simpática historia que, durante meses, acogió Cubavisión en las noches de martes, jueves y sábado. No pocos enredos acontecieron a lo largo de 100 episodios, pero, más allá de la enorme secuencia de amoríos y contradicciones, la telenovela de las hermanas Benedicto deja el dulce sabor de un drama de época cuyos matices y colores trascienden el plano estético.
Pese a la diversidad de opiniones populares, resulta innegable que la producción carioca cumplió al pie de la letra los objetivos de su concepción dramatúrgica, así como la inherente misión de llegar a los hogares para ofrecer entretenimiento y, como muchas veces, un poco de reflexión.
Si un aspecto pudiera abordarse en primer lugar, serían los rasgos de su contenido según el horario para el que fue concebida. Tal vez ese haya sido uno de los principales motivos por los que algunos telespectadores no lograron conectar del todo con Orgullo y Pasión. Se trata de una telenovela que no está en absoluto obligada a cumplir los requerimientos del llamado prime time (horario estelar). La trama, escrita por Marcos Bernstein, se transmitió a las seis de la tarde en el gigante suramericano. Esta franja horaria se caracteriza por la ligereza argumental, la visualidad nítida, los toques de humor, el romance desenfrenado y los planes tiránicos para impedirlo, la construcción de personajes populares entre otros ingredientes que satisfacen generalmente a los jóvenes o amas de casa.
A lo largo de los años, las novelas de las seis han recreado historias de época o conflictos ambientados en una región específica y su respectivo entramado sociocultural. Caben en este horario las novelas de temática histórica o las adaptaciones de clásicos de la literatura. En Orgullo y Pasión, varios de estos rasgos aparecen interconectados como un propósito narrativo. Es por ello que, aunque parezca absurdo que nadie reconozca a Mariana vestida de Mario−solo por citar un ejemplo−desde la visión de sus creadores constituye un recurso funcional dentro de una dramaturgia leve e imaginativa por tradición. No podemos olvidar que Brasil exhibe varias telenovelas a diario, pensadas para segmentos específicos del público según el momento del día.
Si bien lo aparentemente inverosímil se torna en ocasiones comprensible o justificable, no sucede del mismo modo con otros elementos de la telenovela. La fortalecida y aliada villanía, cual liga del mal, agitó la recta final con una serie de planes descabellados donde, a veces, parecían hacer daño solo porque sí. Lady Margaret y sus secuaces agotaron la paciencia de muchos, aunque se debe reconocer que la veterana Natália do Vale brilló en la piel de la amargada tía inglesa. Un dueto que funcionó a la perfección fue el de Alessandra Negrini y Grace Gianoukas en los roles de Susana y Petunia respectivamente, pues la dosis de comicidad y exageración las hizo responsables de amenos dilemas hasta el último capítulo.
Con respecto a los personajes negativos, la crítica brasileña señaló un punto a favor: la renovación de los villanos a partir de algunas redenciones que se produjeron en el curso de la trama. En el inicio, personajes como Julieta, Olegario y Fanny se mostraron antagonistas, sin embargo, tuvieron una paulatina evolución. No sucedió exactamente así con Javier, Virgilio o Josefina, los cuales se mantuvieron como “piedras en el zapato” de varias historias, hecho bastante común en cualquier telenovela.
A Bernstein, el autor, y su equipo de colaboradores, se debe aplaudir el ingenio creativo de un guion libremente inspirado en la obra de Jane Austen. Orgullo y Pasión se conformó al tropicalizar el universo literario de la Austen en una cálida mezcla de diferentes libros y personajes colocados en el Brasil del naciente siglo XX. Aunque muchos alegan que la similitud con la ficción inglesa desaparece poco a poco, se hace notoria la premisa de reflejar romanticismo y costumbres al estilo brasileño. Se debe destacar, además, que el cuidado en ciertos rubros como el vestuario, la ambientación y la fotografía llamativa contribuyeron a un disfrutable engranaje artístico. Orgullo y Pasión deleita con la exquisitez visual y el verdor imponente del Valle del Café.
Los acontecimientos tienen lugar entre la ciudad y el campo, con pertinentes referencias a transformaciones en la economía y la sociedad en general. Se habla aquí de racismo, emancipación femenina e incluso se introduce con tino y delicadeza la homosexualidad masculina, insertada en un contexto regido por convenciones y otras maneras de pensar.
Sin dudas, uno de los rasgos más preponderantes de la novela dirigida por Fred Mayrink radica en la complejidad de sus heroínas, quienes se proyectan conforme a sus deseos. Mucho se ha comentado sobre la ligera impresión de contemporaneidad que provocan determinadas escenas y diálogos. Y es que Orgullo… discursa sobre mujeres que se adelantan a su tiempo. Algunas, como Jane o Cecília, se mantienen más fieles a los roles de género de la época; otras, como la irreverente Elisabeta, Liudmila o la Reina del Café, demuestran una interesante filosofía de la vida, desarraigada de todo canon social. De cualquier modo, se trata de un universo femenino donde cada cual, a su manera, sueña en grande.
De manera general, e independientemente de gustos y polémicas en torno a los dramatizados de época, a Orgullo y Pasión no le faltó agilidad en su ritmo, pues sucedían enredos en todo momento. Aunque los evidentes cortes de su edición internacional no siempre garantizaron dinamismo en los cierres de capítulos, la mayoría de las historias progresaban al unísono. Asimismo, un elenco de estrellas y varias parejas que explotaron al máximo su química en escena garantizaron la sintonía de los televidentes.
Se despide de las pantallas cubanas el colorido melodrama de las hermanas Benedicto, un viaje cuyos senderos necesitarían más de un texto para ser comentados. Mientras llega otra aventura, nos quedamos con el orgullo, la pasión y el olor del café. Una vez más, la poderosa maquinaria cultural llamada TV Globo reafirma que sus telenovelas pueden tener la diversidad que se propongan. Como fenómeno estético, comunicativo y cultural, casi siempre tienen todo para triunfar.