En la tarde del sábado 14 de noviembre, en la Sala Villena de la UNEAC, se presentó el tercer tomo de Protagonistas de Amores Contrariados, escrito por nuestra Paquita Armas Fonseca y publicado por Ediciones EnVivo. El volumen pertenece a una saga de entrevistas a profesionales de la televisión cubana que ya cuenta con una cuarta temporada en imprenta. Las palabras de presentación estuvieron a cargo del destacado intelectual Victor Fowler y se las proponemos a continuación.

Cada vez que pienso en ella me pregunto cómo hace para dividir el tiempo entre tantos amores (hablo de los que conozco): la pelota (creo que su deporte favorito), los amigos (para los cuales es como una gran madre y a quienes gusta convocar a su casa), la televisión nacional (sobre la cual escribe con más asiduidad que cualquier otro) y ese acompañante íntimo con el que dialoga una y otra vez, el viejo (joven) Carlos Marx, del cual es biógrafa y defensora contra viento y marea. Son universos diferentes, sin conexión clara entre sí, pero que contienen cada uno características y reflejos de cualidades de la persona que es Paquita de Armas, autora y guerrera: pasión, fidelidad, culto a la amistad, integridad, capacidad inquisitiva, respeto a las audiencias.

Cuando digo que es una guerrera lo hago con doble intención: primero, para destacar el carácter de alguien especial; segundo, para precisar algunos elementos necesarios en el ejercicio de la crítica. Aplicar lo anterior al universo de la televisión cubana equivale a conocer, orientarse y enjuiciar una programación balanceada, que se define por su orientación global educativa, con un abanico de opciones concebidos para satisfacer audiencias nacionales a través de programas deportivos, informativos, dramatizados, series y películas, musicales, humorísticos, infantiles, de tema científico, histórico, político, etc. Si a todo lo anterior agregamos las particulares condiciones económicas, políticas y culturales dentro de las cuales es realizada la televisión cubana entonces es justo introducir la pregunta: ¿cómo hacer la crítica y el análisis de este objeto de estudio?

Al estilo de una narración detectivesca, la entrevista como género ofrece al lector un conjunto de preguntas entrelazadas que orbitan alrededor de un tema o propósito central; junto con ello, el proceso revela la intención autoral que encarna en la decisión de por qué elegir, para entrevistar, esta o aquella persona particular. Este hecho, a su vez, está siempre conectado con alguna circunstancia de la realidad concreta en la cual tiene lugar la entrevista y que es un dato más para entender el juego y sentido de las preguntas y respuestas; de esta manera, el intercambio nos abre caminos y ofrece pistas para acceder a la amplitud de conocimientos del entrevistador y su entrevistado, así como a las proyecciones ideológicas de ambos, sus intereses y/o posicionamientos respecto al ámbito que los reúne (en este caso, la televisión), además de conflictos, problemáticas, proyectos y sueños, colectivos o individuales, propios de la época en la que la entrevista tiene lugar.

En la que realizó a Pavel Otero la autora dice sobre sí misma: “siempre que se diga algo con conocimiento y honestidad lo aplaudiré”. En la entrevista a Luis Silva expresa: “Quienes me conocen saben que soy perseverante.” Allí hace una pregunta que, con las variaciones de rigor, suele repetir a otros entrevistados y que revela una de sus principales obsesiones a la hora de explicar el fenómeno televisivo: “¿Es Pánfilo totalmente libre al decir sus opiniones? ¿Cómo lo logras?”. A Magdiel Pérez: “¿Quién te pone los límites de lo que debes decir?” y Amaury Pérez Vidal: “¿Cómo decides cuál pregunta hacer? ¿Qué te pone el límite a la hora de insistir en conseguir una respuesta?” (2010). Se trata de una preocupación que lo mismo apunta a la posible aplicación de las definiciones de autoría y arte en el medio, que a la amplitud de criterios que es capaz de asimilar este vehículo de alcance masivo en un sistema socialista como el cubano.

Además de ello, la entrevistadora Paquita busca que el intercambio, más allá de intereses inmediatos, avance en dirección a la identificación de un problema y su diagnóstico general, de lo cual es ejemplo la pregunta a Luis Silva: “¿Cuáles son los defectos del humor cubano hoy? ¿Y sus virtudes?” o como cuando pregunta a Marino Luzardo: “¿Qué se necesita, a tu juicio, para ser un buen locutor?” y “¿Qué sería para ti tener una buena televisión?” Algunas de sus opiniones, como aquel que dice “dejadas caer”, en las introducciones a sus entrevistas, pueden sonar “fuertes” y son ejemplo de una mirada crítica en cuya base se encuentra la enorme cantidad de tiempo que dedica a ver y analizar televisión; de esto es ejemplo un fragmento como el que dedicó a Pavel Otero: “su voz no es bonita, por momentos parece que grita, y no es un galán, pero es mejor que la mayoría de los comentaristas que con esos parámetros son incapaces de decir algo interesante.”

Las condiciones en las que es realizado el hecho televisivo cubano son absolutamente excepcionales porque se trata de una televisión pública, que obedece (en todos sus canales y programas) a una política cultural central, obtiene su financiación de presupuestos del Estado y sucede en un país sometido a un implacable bloqueo económico que es parte de una política de hostilidad continuada del gobierno de los EE.UU. dirigida a impedir toda posibilidad de desarrollo en la Isla. En estas coordenadas, ¿son posibles saltos tecnológicos de la “industria televisiva” en el país? ¿qué es realizable y qué no? ¿qué lugar ocupa de la creatividad? ¿qué clase de análisis y lecturas críticas hacemos? Revertiendo una pregunta que la propia Paquita suele hacer: ¿cuáles son los límites?

Mientras que una condición excepcional significa que existe para la crítica un objeto (el hecho televisivo) y un corpus (la totalidad de los programas emitidos) igualmente excepcional, llama la atención tanto la escasez como (no pocas veces) la pobreza conceptual de la crítica y/o estudios sobre televisión que son publicados en nuestro país. En este universo, la enorme capacidad de trabajo de Paquita Armas y su fidelidad al hecho televisivo son un premio que, perdónese la repetición, merece premio. Ella sola es una guía y una escuela; basta con tener presente que este es nada menos que el tercer volumen de entrevistas que -bajo el título “Protagonistas de amores contrariados”- publica de las tantas más que ha hecho a personas de la radio y la televisión. Paquita confiesa que tiene dos televisores y que -puesto que ambos graban- se da el lujo de ver el programa que disfruta y dejar para más tarde ese otro que, según dice, “tengo que ver”. También destaca, y agradece, a los numerosos amigos que la llaman para avisar o señalar programas que estiman que ella debe atender o criticar; todo este enorme cúmulo de información, conocimiento, juicios, en ocasiones es transformado directamente en textos críticos, otras permanece “dormido” a la espera de que algún estímulo lo regreso a primer plano, pero también (como el intelectual orgánico que es) la autora confiesa sentir la “responsabilidad de alertar a quienes hacen la TV de asuntos que considero que están mal tratados.”

¡Felicidades, Armas!

¡Qué alegría, entre nosotros, una guerrera semejante!

¡Ella sola un ejército!

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