Antonio Gómez, Premio Nacional de Periodismo José Martí, comenta sobre su labor profesional. “Es que Fidel para mí es tan importante que yo quisiera decir muchas cosas de él. A él y a la revolución debo lo que soy, porque de niño yo era muy pobre”.

Antonio Gómez(el loquillo)Cuando me propusieron entrevistarle me entusiasmó muchísimo la idea. Enseguida comencé a nutrirme de información para luego fijar con él la cita. Leyendo sobre su vida y su trabajo profesional sentí un orgullo inmenso de tener la oportunidad de escribir sobre Antonio Gómez, “El loquillo”, como mejor se le conoce desde que comenzó a trabajar en la televisión cubana.

 

De procedencia humilde, desde muy joven Antonio paseaba descalzo por las calles de La Habana vendiendo periódicos. Pero tras el triunfo revolucionario cubano la historia de aquel muchacho de tan solo con 14 años cambiaría su rumbo.

El 8 de enero de 1959, comenta orgulloso, tuvo la oportunidad de ver al hombre de verde olivo que saludaba en la Caravana de La Libertad y al que varios años después estrecharía su mano.

En1962 se inicia en la televisión como mensajero del antiguo Canal 4 y seis meses después comenzó a trabajar en los estudios del ICRT como coordinador. Pero sus intenciones siempre fueron forjarse como camarógrafo y para ello matriculó en un curso de tres meses, estuvo entre los pocos graduados.

Para 1967 ya se encontraba, cámara al hombro, en los estudios del instituto. “Ahí aprendí muchísimo, porque en aquella época se hacían buenos programas, con excelentes directores como Amaury Pérez, Jesús Cabrera  y otros más. Recuerdo que hacía el espacio Horizontes, uno muy emblemático que había en Cuba”, comenta.

Tres años después realizó sus primeros trabajos en la calle y en 1975 se inicia como camarógrafo del Noticiero de Televisión. “En esa fecha llegaron las primeras cámaras portátiles y comencé como camarógrafo en el noticiero. Ese era el sueño de mi vida. Allí comencé a hacer cosas que antes no había hecho”, recuerda.

Por su excelente desempeño como camarógrafo fue seleccionado para cumplir misiones internacionalistas en varios países latinoamericanos como Panamá, Angola y Nicaragua.

Permaneció en ese último país cinco años como corresponsal. Entonces le propusieron hacer una expedición del Caribe al Amazona junto al comandante Antonio Núñez Jiménez que duró dos años y medio”.

Cuando le pregunté por cuál de los periodistas con los que ha trabajado siente más afecto, me respondió con la honestidad que siempre lo caracteriza: “Responder eso es muy difícil, porque yo quiero mucho a todos los periodistas. Trabajé en varias oportunidades con Pedro Ventura, Roberto Agudo y con Irma Cáceres hice más de 80 viajes a Angola para cubrir la retirada de las tropas cubanas. Pero no quisiera dejar de mencionar a Luis Báez, con quien trabajé y viajé en varias ocasiones acompañando a Fidel”.

Y es que este hombre de mediana estatura, pocas palabras y gran patriotismo por sobre todas las cosas, fue invitado por el propio Fidel para trabajar con él en muchos de sus viajes a otros países.

“Lo más grande que me ha pasado en la vida es haber tenido el privilegio de trabajar con Fidel. Cuando viajábamos al extranjero todo el mundo nos miraba como si fuéramos lo máximo. Fidel y sus periodistas eran vistos como personas muy revolucionarias y serias. Eso yo lo sentía”, afirma con una expresión de afecto en el rostro.

“Yo a Martí no pude verlo, pero a Fidel pude tocarle la mano. He podido tocar a mis héroes y creo que eso te forma de verdad como persona y profesional”, asegura.

Sobre uno de sus recorridos con el Comandante, esta vez a un teatro en Ecuador recuerda: “Cuando apareció, yo me puse a filmar. Era inmensa la ovación, todo el mundo de pie, y hubo un momento en que, mientras grababa, caí tan cerca de él que no pude contenerme y le dije: Fidel, qué grande es usted”.

Entre risas y con una modestia que conmueve me comenta: “Es que Fidel para mí es tan importante que yo quisiera decir muchas cosas de él. A él y a la revolución debo lo que soy, porque de niño yo era muy pobre”.

Además, ha estado propenso a sufir los atentados que intentaron dañar al líder de la Revolución durante sus viajes al extranjero. Un ejemplo de lo anterior fue el intento del terrorista de Luis Posada Carriles que en el año 2000 quiso hacer volar el Paraninfo de la Universidad de Panamá, donde Fidel dirigía el auditorio y El Loquillo se encontraba a solo metros de él.

Antonio Gómez también ha acompañado a Raúl Castro en varios viajes, y tuvo la  oportunidad de filmar las conversaciones con el presidente norteamericano Barack Obama.

Y es que este “señor camarógrafo”, como decimos en buen cubano, ha contribuido a que el pueblo cubano conozca sobre las noticias más importantes del país y el mundo.

Además, contribuye a formar a nuevas generaciones de camarógrafos y considera que el relevo está garantizado no solo en este aspecto, sino también con los periodistas que se suman al Sistema Informativo.

“Le he cogido un cariño increíble a Carla Pantoja, una periodista que acaba de graduarse y a la que le ayudé como camarógrafo a hacer su tesis. Enfrentamos muchas dificultades para hacerla, pero lo hice contento porque me gusta mi trabajo”, afirma.

Ante la pregunta de un tema preferido para filmar, comenta:“Lo que más me ha gustado y apenas he hecho es filmar la flora y fauna, como hace la productora Mundo Latino. Claro, hacer informativos también me gusta. Aunque realmente, todos los trabajos los hago con el mismo cariño, sean cual sean”.

Para este artista del lente, la cámara es su“arma principal. Yo me desarrollo cuando tengo una cámara. El camarógrafo puede pasar la escuela pero la práctica es más del 50 por ciento. La cámara es muy importante para conformar la noticia, y la imagen que no tomes en un momento dado, no la tomaras nunca porque ese instante no se repetirá jamás. Hay que estar muy al tanto de todo cuando está ocurriendo la noticia”.

Ha sido merecedor de varios premios; la Distinción 25 años del ICRT, la Orden de Servicio Distinguido de las FAR, el Premio de Televisión por la obra de la vida en 2013 y el Premio Nacional de Periodismo “José Martí” 2015.

Cuando le comunicaron que era acreedor de este último galardón él se encontraba cubriendo el evento en el salón de los actos de la Unión de Periodistas de Cuba al descubrir que hablaban de él brotaban lágrimas de sus ojos por la profunda emoción.

“Recibir el Premio Nacional de Periodismo 2015 me emocionó mucho. Si no fuera por la Revolución yo no hubiera podido ser camarógrafo. Por eso cuando me entregaron el reconocimiento dije que mis primeras palabras eran para mi padre y para Fidel Castro, que me sacó de la pobreza extrema en que estaba. Pero el premio para mí es que las personas me vean y me quieran.

“Ese día recordé a muchos periodistas que han sido un ejemplo para mí. Nunca los defraudaré. Estaré en pie de lucha hasta mi último día”.

El jurado que lo premió aseguró que “reúne talento y virtud, decoro y decencia en lo personal y en el trabajo, y lo une en conjunción prácticamente perfecta a su capacidad de ver con ojos propios donde otros solo miran. Este hombre de la prensa es todo un guerrillero de humildad extrema, cuando ha estado al lado de la historia o con la misma pasión abordando la cobertura nimia.

“Es un ejemplo de entrega y sacrificio, según una escueta valoración de su centro de trabajo, a sabiendas de todo lo que esas dos palabras encierran. Trabajar a su lado es una fiesta”.

Así, después de varios minutos que parecían segundos, como suele ocurrirle a los que disfrutan de la agradable compañía de El Loquillo, le pregunté ¿cómo le gustaría que le recordaran siempre?

Con la sencillez que le identifica me respondió: “Quiero que me recuerden como El Loquillo. Que me tengan presente como soy, quiero a todo el mundo y me llevo bien con todas las personas”.

De esta manera di por concluida mi entrevista, con el placer de haber conocido mejor a una persona tan sensible, sencilla, firme en sus convicciones y profesional de excelencia.

 

 

 

 

 

 

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