El reconocido actor comenta sobre su formación y trayectoria artísticas

Roberto Perdomo es un santiaguero campechano que bromea todo el tiempo. Dialogar con él resulta muy placentero pues establece empatía con su interlocutor de inmediato. Pide que lo interrumpan, porque como él mismo dice, habla muchísimo. Sin embargo, escucharlo encanta, por sus expresiones diáfanas y profundas. En las líneas que siguen intento resumir una conversación de casi tres horas. Ojalá los lectores queden ávidos de conocer más a un ser que encuentra en la actuación la concreción a medias de sus fantasías infantiles.

¿Cuándo llegas a la actuación y por qué?

Pienso que a la vida uno llega destinado para cosas, para ser buena persona, mala persona, buenas obras, grandes obras, a veces no tan buenas. En el caso del arte, lo traemos en la genética. Desde que nací tenía inclinación actoral.

De pequeño sentí gran afinidad con las obras cinematográficas de los años 30 y 40, por el cine del hogar que hacían los americanos, con Humprey Bogart, Erol Flyn, me encantaba. Quería ser ese actor interpretando al capitán Blue. Eran historias que alimentaban tanto la fantasía, y desgraciadamente en nuestra época, con tantas luchas, se pierde la fantasía, tan necesaria.

Pasé al Instituto Superior de Arte a recibir clases de actuación, en 1978. Me hubiera gustado ser músico, aunque no me arrepiento de ser actor. A esta altura la actuación no me llena tanto como quizás lo hubiera hecho la música. Componer y ejecutar un instrumento abre las puertas a un mundo más libre e independiente.

Aquí te conocemos cuando regresas de España

Entre los años 1990 y 1995, antes de irme para España, período oscuro de la economía cubana, llegué a hacer dos protagónicos en la televisión. En los años 90 y 91, primero integré el elenco de una telenovela que se llamó Café Habana, que pasó con muy mala suerte. Trataba el tema de los tabaqueros y la dirigía mi amigo Raúl Pérez.

¿Cuándo te insertas en el policiaco Tras la huella?

Soy fundador de Día y noche. En el primer programa, hecho en los años 80, interpreto al muchacho que matan en la parada cuando sale de una fiesta, por una trampa que arman Albertico Pujols y Ramoncito Veloz.

Años después, aparece la oportunidad de sustituir al actor que encabezaba al equipo de investigadores de Tras la huella. Había hecho el capítulo titulado “En mi turno”, que trata sobre el infiltrado que desmantela Radio Martí. Chucho Cabrera, uno de los directores de la serie, me propone el protagónico para interpretar al teniente coronel.

Ese personaje, aparte de lo difícil que es, me ha granjeado el cariño y la simpatía del público. Creo que dramatúrgicamente debe tener una vida personal, íntima y carece de esos elementos. Se trata de una representación, un símbolo, pero también tiene una vida, una verdad que no se expresa. Eso trae dificultades para los actores.

Cada personaje posee las cualidades de los actores que los interpretan, para lo cual debe tenerse una garra, un carisma, una profundidad y otros valores que, aunque no se los construyeron dramatúrgicamente, deben imprimírselo, desde su individualidad, los actores.

¿Cuánta fantasía de niño has podido realizar mediante la actuación?

La mitad. Me queda mucha fantasía y mundos por experimentar y dibujar. Me hubiera encantado interpretar uno de los personajes de la novela Cumbres Borrascosas, además de encarnar a Teresa Racán y a otros clásicos.

 

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