Acerca de las tradicionales transmisiones en Cuba de eventos deportivos

A los cubanos y a las cubanas nos gusta comentar la telenovela en pantalla y criticar a la televisión.

Aunque por mi profesión y compromiso televisivos me incluyo entre ellos; hoy quiero elogiar y felicitar las transmisiones realizadas por nuestra televisión durante las Olimpiadas celebradas en Rio de Janeiro, Brasil.

Las necesidades del ser humano son progresivas. Cuando suplimos las básicas, aspiramos solucionar las de otros ámbitos y niveles de satisfacción afectiva, material o espiritual.

Nosotros percibimos como derechos naturales la educación, la salud pública, la protección de la infancia, el empoderamiento femenino, la seguridad ciudadana, etcétera; porque estos logros se han integrado a nuestra vida cotidiana. En consecuencia, muchos olvidan o minimizan estas conquistas y hasta parecen ignorar que en otras latitudes aún se lucha por ellas.

 

Algo parecido sucede con la televisión. Nosotros no erogamos altos costos financieros por el acceso mensual a los paquetes personalizados por cable, vía satélite, pago por eventos, e incluso Internet; porque nuestra señal televisiva es abierta, estatal y gratuita; nuestros transmisores expanden sus señales hasta las zonas más recónditas de la geografía nacional.

La reconversión del canal nacional Tele Rebelde en señal especializada en deportes, ha sido uno de los mayores aciertos de nuestro sistema televisivo en este siglo y da continuidad a la historia iniciada en la medianía de la primera mitad del siglo XX, cuando las emisoras habaneras radiaban eventos nacionales de beisbol y hasta algunos celebrados en Estados Unidos. Desde entonces, la emisión de juegos, eventos o encuentros y sus comentarios se insertaron en nuestras prácticas culturales cotidianas.

La historia deportiva de la pequeña pantalla comenzó días antes de la inauguración oficial e inicio de las transmisiones del Canal 4 (Unión Radio TV) donde, por error operacional en el control maestro de la televisora, se propagaron las imágenes del ensayo de cámaras que realizaba Erich Kaupp en el stadium del Cerro, y fueran vistas en algunos telereceptores capitalinos.

La televisión devino heredera directa de la radiofonía. Así, el deporte se incluyó en su programación regular el primer dia de emisión, al transmitir un juego de beisbol. Posteriormente, mediante la técnica del control remoto usada desde sus instalaciones, extendió hacia toda la nación disímiles deportes.

La competencia mediática propulsó sucesivamente la expansión de la pelota, el boxeo, el tenis y, asombrosamente, hasta el patinaje sobre hielo y las corridas de toros.

A fines de los años 50, numerosas inventivas cubanas y la experimentación tecnológica norteamericana permitieron -sin usar los satélites de comunicación- que los televidentes cubanos vieran en sus hogares partidos celebrados en Estados Unidos.

La televisión pública redimensionó estos modos de hacer y asimiló el deporte como una de las temáticas mediáticas de mayor tradición histórica y arraigo en los públicos.

En este siglo nuestro sistema audiovisual potencia el acceso popular a importantes espectáculos deportivos celebrados en diversos continentes. Pero las Olimpiadas cada cuatro años, por su magnitud y concentración, constituyen el plato fuerte del deporte mundial.

En Cuba, junto a los deportistas del patio, participan nuestros periodistas, comentaristas y equipos especializados en grabación y difusión en tiempo real o diferido. Así, transmiten eventos en paralelo por casi venticuatro horas diarias durante una quincena.

La prioridad económica del Estado cubano permite, pese a la crisis global y nuestra peculiar condicion de país bloqueado financiera, comercial y tecnológicamente por Estados Unidos, proveer la logística precisa para difundir estas competencias que satisfacen a los televidentes cubanos.

Nuestra televisión siempre ha sido parca en elogios a su obra, pero en ocasiones como esta no puede obviarse el descomunal esfuerzo técnico, comunicativo y humano de nuestros comunicadores, directores, periodistas, ingenieros y especialistas de variadas disciplinas en el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) para concretar esta cobertura.

Próximas ediciones nos retarán a perfeccionar los roles de narradores y comentaristas que simultanean disciplinas; en contraposición a la práctica internacional de asignar estas funciones a exdeportistas y entrenadores famosos. También encontraremos soluciones creativas para mantenernos actualizados sobre los encuentros del fútbol olímpico.

La television cumplió su propósito de brindar el máximo de horas posibles de las Olimpiadas, mostrando las actuaciones de los cubanos y las competencias donde participaron atletas de otros países.

Algo muy distinto sucedió con los periódicos impresos nacionales, donde la ampliación de sus páginas deportivas solo incluyó el análisis de los atletas cubanos, relegando la información sobre los resultados de otros países a escuetos cintillos superiores.

En el sistema mediático nacional, los soportes electrónicos, impresos y digitales se complementan y, en muchos casos, se simultanean.

El mínimo incremento del acceso a Internet y a la telefonía móvil de los últimos tiempos no justifica este abandono de la cobertura tradicional deportiva sobre todos los países presentes en la Olimpiada.

La mayoría de los cubanos vemos estos eventos en la televisión y en el periódico impreso accedemos a la información concentrada que la dispersión de las transmisiones televisivas nos niega; máxime cuando no podemos difundirlos todos.

La prensa escrita sigue siendo el registro físico con mayor acceso para quienes buscan una visión general, e incluso gustan de atesorar como documentos los resultados de las variadas disciplinas, atletas y países.

La defensa de lo nacional en Cuba nunca ha excluido nuestra vocación universal. Por todos los logros de nuestra sociedad, nuestros televidentes y lectores son públicos bien informados, que precisan acceso a toda la información de las Olimpiadas.    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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