Tanto la familia como la escuela tienen la responsabilidad de formar a seres sensibles, con la capacidad de querer, ser empáticos y dar lo mejor de sí a los otros. La radio y la televisión también son fundamentales en tal objetivo. No debemos olvidar que son muchas las horas que la familia cubana se encuentra expuesta a los contenidos audiovisuales, y en ellos tienen que estar reflejada, de manera diáfana y franca, la concepción martiana y revolucionaria del amor.

Como “solo el amor engendra la maravilla”, el arte debe hacerse eco de eso. Nuestros públicos lo piden a gritos, pero no siempre hay una verdadera voluntad de complacer sus necesidades comunicacionales. De un tiempo a esta parte, las telenovelas cubanas han intentado aumentar la dosis de amor en sus argumentos y fórmulas melodramáticas, pero aún les falta un planteamiento amoroso más visceral, más auténtico y que conecte con nuestros espectadores, tan adeptos al culebrón clásico del que somos pioneros y herederos.

En ese sentido, la radio siempre le ha llevado la delantera a la televisión, y aunque la radionovela no sea tan popular como en décadas atrás, se sigue amando desde el éter. Se siguen escribiendo historias memorables gracias a la pluma de extraordinarios escritores como Joaquín Cuartas, Ángel Luis Martínez, Cary Cruz, entre otros.

A los dramatizados siempre les va a ser más fácil hablar de amor, pero la programación de un canal de televisión o de una estación radial no está hecha solamente de series, telenovelas o unitarios. Otros contenidos requieren de la misma sensibilidad, la misma entereza para emocionar a quien los escucha o los ve.

En los tiempos que corren se han hecho muy escasos los musicales en televisión, aquellos espectáculos nocturnos que traían la elegancia y refinamiento de sus anfitriones y donde no faltaba un buen bolero o una balada, para cantarle a ese sentimiento universal y eterno.

La programación infantojuvenil también requiere de programas que inculquen de una manera cavilada y natural los afectos en estas tempranas edades. Revistas juveniles, programas de opinión, animados o musicales pueden ser un vehículo para tratar temas tan caros comunicacionalmente como el amor a la familia, el valor de la amistad, los primeros enamoramientos, entre otros tópicos.

Por fortuna, el amor está en todas partes de nuestra radio y la televisión. Se respira en las búsquedas artísticas y conceptuales de los realizadores, el equipo técnico de los que se hacen acompañar y en los rostros de quienes comunican el mensaje discursivo de cada obra, ya sean locutores, presentadores, periodistas o actores, en el caso de los dramatizados.

Sacudirnos los prejuicios relacionados a la sensiblería o a lo frívolo de ciertos costados del amor redundará en el diseño de programas más apegados al gusto popular y a la capacidad del pueblo cubano de amar en tiempos de dificultades y carencias.

Nuestra nación es tierra poblada por gente que sueña, ama desmesuradamente y construye caminos hacia un futuro mejor, partiendo siempre de todas las variantes del amor. A esa gente nuestra debemos devolverle desde los medios la capacidad de emocionarse y soñar. Que febrero no sea el único mes para querernos depende también de nosotros.

 

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