En pantalla

Este viernes el programa estrenará en la Televisión Cubana una de las películas más gustadas el pasado año

Muchos de los filmes más destacados en los últimos años los cubanos los hemos visto gracias al programa La séptima puerta. Con la conducción del crítico Rolando Pérez Betancourt, el espacio ha sido ventana al mejor cine internacional y posibilitado, desde su variedad de propuestas, la formación de una capacidad crítica en los espectadores.

Bajo ese principio de amplitud de miras sobre el hecho audiovisual y cinematográfico contemporáneo, La séptima puerta es uno de los programas con una larga y fructífera trayectoria en el deseo de relatar la historia del cine, sus representantes y tendencias más reconocidas.

Para este viernes 10 de abril, el programa presentará uno de los filmes más distinguidos del pasado año: 1917, dirigida por Sam Mendes. Como ha escrito Frank Padrón sobre el largometraje: “es un relato en torno a una de esas misiones suicidas, arriesgadas y casi imposibles, humanamente hablando, que recaían en simples soldados y ponían a prueba su heroísmo, lealtad e incondicionalidad con los valores que habían jurado defender hasta la misma muerte”.

Situada en el año que refiere, el filme se aprovecha de una de las tantas historias que poblaron las contiendas bélicas para engrandecerla con las imágenes del tiempo. Esta obra logra condensar en las dosis adecuadas el rigor de la guerra, sobre todo en los protagonistas, no importa en qué bando se encuentran, pues poseen el sentido del deber y la amistad como motivo para cumplir con la misión y la promesa hecha al amigo y compañero.

A pesar de la aparente sencillez del guion, considero que las virtudes de la obra transgreden el propio final, quizás un poco predecible, pero que se hace sólido en ese viaje colmado de obstáculos y peripecias. Como género, el drama se nutre de un tono bélico, al mismo tiempo que echa garra a ciertos toques de un cine de aventuras para entregarnos un equilibrado relato.

La extensión del filme no atenta contra la atención, el disfrute que posibilita y la complacencia con una obra que alcanza a definirnos una época, un conflicto de guerra…, pero que deja en nosotros el placer y la plenitud ante la presencia de un campo infinitamente verde, elemento visual que abre y cierra el relato.

Cercano a otras obras que han tomado como punto de partida las narraciones bélicas, 1917 logra situarnos ante una época y mostrarnos el rigor de una guerra que es mucho más que un campo de batalla, una trampa tendida a tropas enemigas o un escuadrón de soldados caminando directamente a la muerte. Es, sobre todas las cosas, una apuesta por hacer cine de esas pequeñas hazañas que hacen grande a los héroes anónimos, lo que sería desde el punto de vista historiográfico hacer historia de la gente sin historia. Entonces, ese es otro de los objetivos cumplidos por 1917 en su concepto narrativo, su conformación y en la exposición de los hechos.

Otro de los enfoques que pondera la obra es referido al concepto prestablecido de héroe, en su deseo desacralizador 1917 demuestra que hay héroes que no necesitan una medalla para condecorar su valor, en tiempos de guerra un pedazo de metal puede tener el mismo precio que una botella de vino para calmar la sed, pero esos héroes son capaces de atravesar el campo enemigo, correr entre el fuego enemigo y ser conducidos por la poderosa corriente de un río hasta el lugar donde los cadáveres y las flores de los cerezos se juntan.

Referencia bibliográfica:

Padrón, Frank (2020): “1917: misión (im)posible”. En Cartelera Cine y Video, nro. 173, marzo.