Poco a poco los melodramas turcos contemporáneos han ganado terreno en el gusto del público cubano, de la misma manera que lo han hecho en varios países de Latinoamérica. Ya sea por vías informales como el paquete semanal o las redes sociales, Turquía se ha presentado en nuestro imaginario con apariencia de telenovela, para hacernos contemplar visuales espléndidas, mansiones fastuosas y actores y actrices con un atractivo físico sobrenatural.

Lejos del debate de si esa representación idílica del país es cierta o no, hay temas sociológicos más interesantes a atender: ¿Por qué el mundo se ha rendido ante las propuestas turcas? ¿Cuán cuestionable es el tratamiento del papel de la mujer en dicha sociedad? ¿Por qué la evasión de otros temas latentes dentro de su cultura? Las respuestas a estas interrogantes podrían ser muchas, pero hay una inequívoca, que se repite una y otra vez en la subjetividad de los públicos: el exotismo, lo diferente, la posibilidad de escapar de realidades conocidas y transportarnos a otras más “amables”.

El canal Multivisión, en su eterno afán de complacer a la mayor cantidad de públicos potenciales, transmite desde hace pocos meses una nueva telenovela (o súper serie) turca. Eternamente, también conocida como La novia de Estambul (Instanbullu Gelin) o Amor Eterno; vuelve a tener como protagonistas a una hermosa mujer de bajos recursos y a un imponente hombre de negocios, los cuales han de vencer obstáculos que venir de mundos opuestos conlleva.

El argumento recurre a una constante temática dentro de estos seriados turcos: la aparición de una mujer humilde en una lujosa mansión donde las relaciones de convivencia se tornarán ásperas para la protagonista; la típica historia del ruiseñor en la jaula de oro; los mismos entuertos, las mismas contradicciones y una defensa a ultranza de las buenas costumbres turcas, que dejan en desventaja a la mujer.

El culebrón, sin ningún tipo de reparos, perpetúa los roles de género tradicionales en la sociedad turca y refuerza los estereotipos. Los personajes femeninos se sienten cautivos de expectativas muy locales, enfatizando la importancia de un buen matrimonio, la conformación de una familia tradicional y la obediencia ciega a la figura masculina. Hay en esta representación cierto aire regresivo que no captura la diversidad de las mujeres turcas.

Süreyya, la protagonista, es un personaje que paradójicamente va de más a menos: comienza siendo una joven violinista de ciudad, independiente, aunque con carencias económicas, que se rinde ante el amor de Faruk, y termina anulada y en tirantez absoluta con Esma, la madre de su esposo.

Tanto la trama principal como las escasas subtramas , suelen caminar en círculos, dándonos más de lo mismo y repitiéndose en peripecias e imágenes simbólicas. Eternamente nos recuerda a muchas tantas telenovelas turcas de los últimos tiempos: sigue un patrón que aparentemente no está dispuesta a romper.

La factura de la serie es envidiable, contando con una fotografía esplendorosa y un muy buen uso de los decorados, el maquillaje y la peluquería. Pero…¿ese glamour desbordado es la única realidad de Turquía? Tal vez en la realidad televisual sí, pero no en un mundo palpable, lleno de diversidad cultural y desigualdades sociales y de género.

Las actuaciones representan uno de los mayores atractivos de la serie, resaltando la participación de Asli Enver en el rol de Süreyya. La actriz despliega todo su carisma y atractivo en beneficio de este personaje por momentos gris, pero que ella sabe matizar y hacerlo más cercano al espectador. Enver se permite cierta ambigüedad conductual que hace de Süreya una heroína atípica en los culebrones turcos: intenta a toda costa mostrar otros costados alejados de la sumisión y la obediencia que durante décadas ha caracterizado al género en este país.

El Faruk de Özcan Deniz, es uno de los tantos personajes masculinos turcos que representan el poder económico y el papel proveedor del hombre en esta sociedad. Deniz, ya curtido en este tipo de roles, no hace mucho esfuerzo por diferenciarlo de trabajos anteriores. Es un actor que se sabe apuesto, carismático y muy funcional para el público femenino tanto de su país como del resto del mundo. Por eso no hay en su diseño del personaje, mucha indagación ni trabajo en los matices. Faruk es el típico empresario atraído por la exuberancia de una mujer humilde a la que decide amar pese a los obstáculos que se le presentan.

Muy concentrada en su rol se siente Ipek Bilgin, como la matriarca de esta familia poderosa, en la que Esma, su personaje, trata constantemente de mover los hilos en la vida de sus cuatro hijos. La actriz es sutil, intelectiva, lo suficientemente experimentada en el medio como para otorgarle colores diversos a esta villana atípica y contradictoria.

Eternamente ha sido un éxito en todos los países donde se ha transmitido, quizás por ese glamour casi de cuentos de hadas, que arropa a la historia de amor de Süreyya y Faruk. Preocupante es la enajenación de ciertos públicos respecto a la representación de la mujer en este tipo de producto audiovisual, que tiende a ser patrón en las conductas sociales de los públicos. Aun así, es innegable la belleza de la obra y su efecto comunicacional. Multivisión y sus múltiples miradas al universo, nos regalan con esta entrega una de las tantas aristas de una cultura rica, compleja y pletórica de contrastes.

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