El espectador cubano resulta, por lo visto, particularmente propenso a disfrutar las películas y las series de contenido fantástico. Debido quizás a la fuerte tradición realista de nuestro arte y cultura, aparte de la consabida “desviación” del realismo mágico, nuestras ficciones suelen mantenerse atadas a la representación de lo tangible y lo contingente. Y tal contención tal vez explica el posible disfrute, intenso, de la serie norteamericana como The Wheel of Time, o La rueda del tiempo, emitida originalmente por Amazon Prime Video, y cuya segunda temporada estuvo saliendo al aire, hace unos días, por Multivisión.

Y si impresionante puede resultar para los espectadores cubanos, lo fantástico en estado puro, con su presentación detallada de mundos regidos por lo imposible y lo maravilloso, doblemente eficaz y estimulante para la imaginación, abotargada por los problemas cotidianos, puede ser la llamada fantasía épica, un subgénero en el cual clasifica la serie mencionada por su combinación de elementos irreales y fascinantes, en combinación el discurso semifilosófico sobre la eterna lidia entre el bien y el mal, o la instauración o el quebrantamiento de valores humanistas e ideales civilizatorios.

Como novedad indiscutible, y para satisfacer también los aires feministas en boga, la serie se ambienta en un universo ficticio en el que solo las mujeres pueden usar la magia, y por ese camino presenta a las Aes Sedai, cuyo significado es “Siervas de todos”, y que son unas poderosas hechiceras, entrenadas para ser parte de un poderoso grupo que aconseja al gobierno y supervisa todo lo relacionado con la magia. Una de ellas se llama  Moiraine, y se encarga de reclutar a cinco jóvenes, adolescentes, con la firme creencia de que uno de ellos es el Dragón Renacido, la reencarnación de un héroe legendario cuya magia bien podría salvar o destruir el mundo por completo. Según la profecía, el Dragón Renacido será el único capaz de derrotar al Oscuro y traer consigo una verdadera Era de Paz.

Moiraine Damodred está interpretada a cabalidad por la experimentada Rosamund Pike, y la búsqueda de su personaje consiste en la persecución de una meta noble, como es típico en los héroes, mayormente varones, de toda aventura fantástica que se respete. Y para cumplir estos preceptos, Moiraine cuenta con un auxiliar, como también suele ocurrir en los relatos de aventuras, que es su guardián, y mano derecha, Lan Mandragoran, interpretado por Daniel Henney con todo el garbo y los valores que requiere representar a un guerrero defensor de un hada, y de una buena causa.

Nos referimos sobre todo a lo que ocurre en la primera temporada para dar cuenta del presupuesto básico de una serie cuya continuación, en la segunda y tercera parte, continúa explotando, como todas sus similares,  situaciones dramáticas muy parecidas, cuyas pautas se asentaron en la primera parte máxime que las tres temporadas se basan, en este caso, en las 14 novelas homónimas de Robert Jordan, publicadas entre 1990 y 2013. Jordan falleció en 2007, dejó inconcluso el último libro de la serie, y el encargado de continuarlo fue el aclamado autor de ciencia ficción Brandon Sanderson, quien firmaría los tres últimos libros de la saga de acuerdo a las notas que el autor había dejado en vida. Y tal vez este sea el momento de informarle a mi lectos interesado en el tema de que antes del estreno de esta segunda temporada, en ·Estados Unidos, la serie fue renovada para una tercera temporada, y los productores hablan de que es probable que lleguen a las ocho temporadas, porque tienen suficiente material, presupuesto y popularidad para alimentar todo ese tiempo en pantalla. Esperemos que cuando se televise la continuación, Multivisión la promocione como es adecuado, se explique al espectador en algún momento qué temporada va a salir al aire, de qué va y hasta cuándo se va a programar en Cuba, porque las series están saliendo por la televisión nacional como si fueran relleno que no merece promoción ni  valoración. 

Volviendo al tema que nos ocupa. En la temporada que acabamos de ver, Moiraine Damodred tiene un encuentro mortal con “El Oscuro”. e intentará encontrar una nueva fuerza para luchar contra el mal tras perder sus poderes, una situación que recuerda a otras muy típicas de El señor de los anillos, una saga lo suficientemente parecida a esta que estamos viendo como para garantizar, prácticamente, su éxito mundial.

A pesar de que algunos críticos la consideraran solo la pariente pobre de El señor de los anillos, el público acogió La rueda del tiempo con tal entusiasmo que los dos primeros episodios se estrenaron, no solo en servicio de televisión en streaming, sino también en salas de cine de Londres, y en ciudades selectas de los Estados Unidos. Pero explicar el éxito no es tan difícil, sobre todo si partimos de la inteligente dosificación de mística (en cuanto a la creación de un universo ficticio propio, único) y la suficiente cantidad de acción física como para mantener interesados a los espectadores más jóvenes, amantes del género de aventuras.

Y si por casualidad los adolescentes no tuvieran suficiente con toda la parafernalia mágico-medievalista, la serie presenta también a un grupo de muy jóvenes intérpretes, con los cuales es muy fácil identificarse, como Josha Stradowski en el papel de Rand al’Thor (el dragón renacido, según supimos en la temporada 1), Marcus Rutherford como Perrin Aybara; Madeleine Madden como Egwene al’Vere y finalmente Zoë Robins como Nynaeve al’Meara. De este modo, con todos los ingredientes a punto para robarse la atención de la mayor cantidad de adolescentes en el mundo, La rueda del tiempo le confirió a la productora Amazon Prime Video el éxito global que necesitaba para continuar en la competencia con otros emporios del audiovisual por streaming.

Ocurre que en esta persecución desaforada del éxito, los guionistas y productores de la serie sacrifican muchas veces cierta disfrutable capacidad de observación, e inclsu determinada profundidad en el diseño de sus muchos personajes, y sus lógicas interacciones, para convertir la representación en un festín de efectos especiales, y un sinfín de momentos mágicos y sorprendentes. Por supuesto que al espectador aficionado a la fantasía le interesa, sobre todo, asistir a esta verificación de lo imposible (los dragones no existen, y si existiera alguna criatura como esa, digamos un dinosaurio milagrosamente sobreviviente, jamás podría estar integrado por masas de fuego incandescente) y se encandila con esos momentos donde se suprime toda lógica y realismo.

Pero quién dijo que a los adolescentes de Londres, Tokío,  Estambul, Rio de Janeiro o La Habana les importan un comino la lógica y el realismo en una serie concebida para deslumbrar a la comunidad mundial de jóvenes espectadores, preparados para embelesarse contemplando dragones de fuego, un jército de minotauros feroces, y una hechicera justiciera, mentora que intentará preparar a un joven para que salve el mundo.

 

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