En Iberoamérica se forjó una peculiar visión de los aconteceres, los sentimientos y la ficción legadas por matrices culturales portadoras de concepciones, códigos y valores que recorrieron todo el orbe

“Pocos fenómenos culturales evidencian hoy en forma tan expresiva las contradictorias articulaciones que entrelazan las dinámicas culturales a las lógicas del mercado como la telenovela” Jesús Martín Barbero1

La trascendencia de este género rebasa su condición de producto comunicativo utilizado exitosamente como soporte de acciones comerciales con fines persuasivos y mercantiles; su relevancia económica se conecta con profundas matrices culturales e indudables tradiciones de la narrativa popular.

En las novelas de la radio y la televisión se vertieron, impregnaron y redimensionaron múltiples manifestaciones y relatos provenientes de añejas prácticas culturales. En el largo recorrido del imaginario popular ficcional del siglo XX en Iberoamérica se forjó una peculiar visión de los aconteceres, los sentimientos y la ficción legadas por matrices culturales portadoras de concepciones, códigos y valores que recorrieron todo el orbe.

El melodrama, la historia de amor, la pareja protagónica y las disímiles estrategias mercantiles y comunicativas devinieron elementos culturales consustanciales que, al enraizarse en el quehacer colectivo, sustentaron las vivencias, los sentimientos, los deseos, las expectativas, las aspiraciones y los sueños del individuo común en públicos de diversas culturas. El arraigo masivo de la telenovela en audiencias diversas no solo se vincula con sus tácticas comerciales, sino que sus relatos hablan de dinámicas sociales, de reconfiguraciones en roles e identidades y de modificaciones en la sensibilidad del receptor.

La telenovela pertenece a la cotidianidad y a la memoria colectiva de América Latina. Desde el surgimiento de su formato episódico en La Habana de 1952, se proyectó hacia otras regiones culturales fundiendo en su producción, emisión y recepción tanto sus matrices culturales, como la lógica comercial que condicionó sus prácticas comunicativas.

Su recepción es un fenómeno de adecuación del texto televisivo a las audiencias, pero también un encuentro de la gente con relatos que les hablan en un lenguaje conocido y fácilmente identificable sobre valores y emociones que perviven al paso del tiempo. Solo eso bastaría para explicar que las prefieran públicos diametralmente opuestos en tradiciones históricas, sociales y culturales.

La telenovela es una monumental y compleja matriz cultural donde se involucran dialécticamente aquellas que durante siglos se arraigaron en los públicos como el folletín y el melodrama europeos, el cine, la soap opera, la radionovela, la historieta, las lecturas realizadas en las tabaquerías cubanas y la saga española de Corín Tellado y las modernas emanadas de su posicionamiento en el mercado mediático de una industria cultural dominada por el sistema de estrellas, la publicidad y el mercadeo.

Los modelos gestados en América Latina difieren en su magno rejuego de códigos, signos y estrategias culturales, mercantiles o comunicativas, pero la telenovela sigue siendo hoy una de las formas narrativas de la ficción audiovisual más preferida por los públicos, aun en el siglo XXI dominado por las nuevas tecnologías y los efectos digitales. Una de las estrategias más recurrentes en la trayectoria productiva y creativa de las telenovelas ha sido el reciclaje o reconversión perenne de las historias provenientes de otros medios y ámbitos de la industria cultural.

Para algunos investigadores, la práctica de rehacer antiguos montajes teatrales o producciones cinematográficas es una especificidad de la ficción que también marca la evolución histórica de la telenovela. La realización de versiones de historias escritas para otros medios y soportes culturales, el renombrado remake anglosajón, usa como ventaja competitiva los relatos ya probados y aceptados en y por los públicos. Al pertenecer a la memoria colectiva, su retorno garantiza las audiencias y la aceptación en las generaciones que disfrutaron sus originales quienes transmitieron a las posteriores sus vivencias y percepciones.

Consustancial a los orígenes de los productos culturales continentales, el proceso adquirió connotaciones especiales desde la soap televisiva estadounidense y la telenovela cubana forjada en los años 50 pasados gesto una práctica que pervive hasta nuestros días. 

Referencia

Martín Barbero, Jesús. (1992): Comunicación e imaginarios de la integración. Revista Intermedios. México.

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