Apuntes acerca de la flexibilización, renovación y búsqueda de atractivo en los proyectos televisivos

Desde el siglo pasado se comprobó científicamente que la Teoría hipodérmica -donde el emisor controlaba absolutamente la comunicación mediática- no era tan eficaz como parecía.

Por el contrario, cuando la intensidad de frecuencia de los mensajes se sobrepasaba a lo adecuado, generaba en sus receptores el efecto boomerang, la saturación y lo más nocivo: la falta de atención y de interés.

Los dos modelos de radiodifusión tradicionales -el comercial y el de servicio público- se sustentan en la relación emisor-receptor. En el primero, la gestión empresarial se basa en la difusión de mensajes que incentiven la compra de bienes de consumo o servicios, con ganancia disímiles para todos los involucrados. En el segundo, se pretende formar, instruir, educar, informar, entretener y elevar el nivel espiritual-cultural de las audiencias.

Los 65 años de la televisión cubana nos llevaron de la cúspide del modelo comercial televisivo en Iberoamérica (1950-1959) al servicio público (desde 1960), en un verdadero proceso de continuidad y ruptura que ha generado, desde entonces, extraordinarios resultados educativos, culturales e ideológicos.

Hoy, cercanos a la segunda década del siglo XXI, es innegable que los formatos y estilos de hacer televisión necesitan renovarse. Este proceso ineludible precisa de una visión sistémica para lograr que cada estrategia o acción comunicativa aplicada a ese fin, corresponda al modelo de radiodifusión -nuestra misión social- y a las singularidades de nuestra sociedad, la que tenemos y a la que aspiramos.

No obstante, para muchos, la búsqueda continua de renovación en los programas es solo formal, externa, estética; olvidando que cada acción mediática nació amparada por un sustento teórico relacionado con su momento histórico-concreto determinado.

Así las cosas, como el modelo de radiodifusión predominante a escala global es el comercial, que abandonamos desde 1960, hacia allá miramos. La paradoja radica en que intentando modernizarnos, retomemos prácticas que datan de la etapa fundacional del video -algunas nacidas aquí- y que desde entonces se consolidaron en otras latitudes.

 

Uno de los ámbitos más notorios de estos tanteos de cambio, se revela hoy en la participación de los públicos en los programas de televisión.

Sin importar de que modelo de radiodifusión se trate, solo hay dos tendencias: una formal, aparente que estimula la visibilidad del hombre común ante las cámaras, bajo el paradigma de “reyna (o rey) por un día”, y otra inteligente, que establece una verdadera relación entre los intereses y necesidades del emisor y la de sus públicos.

De golpe y porrazo, en la mayoría de nuestros géneros de programación televisiva irrumpen acciones de participación que, en su mayoría, corresponden lamentablemente al primer grupo: fotos de niños y de televidentes con artistas, felicitaciones y saludos por diversas causas, llamadas que no proponen nada y un público espectador en estudio que, cuando más, logra una participación mediocre en algún baile o entrevista y, sobre todo, muchos aplausos.

El proceso se potencia por el predominio de programas informativos, revistas y musicales, donde cada cambio o moda se replica hasta el infinito.

Hay muchas formas de participación: niños, adolescentes o adultos que asumen funciones artísticas o mediáticas sin ser profesionales, televidentes entrevistados en la calle, pesquisaje planificado y orientado a diversos fines, participación de público como espectador durante la grabación-emisión de un programa, etcétera.

En nuestra historia comercial hubo de todo: participantes que mostraban capacidades singulares para vencer ciertas pruebas, aunque resultaran humillante en proyectos como “Aquí todos hacen de todo”, afiliación a programas o clubes mediante cuotas, paneles de conocimientos y escuelitas, concursos de conocimientos, o aquellos donde se competía en aptitudes artísticas al estilo de La Corte suprema del arte. Hubo más, estos solo fueron los más comunes.

Desde 1960, al cambiar nuestros objetivos mediáticos, algunos se desecharon y otros se adecuaron a los fines educativos y de superación personal en proyectos como: Quien sabe más, Escriba y lea, Aprendiendo a bailar, Todo el mundo canta, 99550, Buscando el sonero, entre otros.

Una relación coherente y profesional entre emisores y públicos debe responder al modelo de comunicación del sistema mediático elegido, a la peculiaridad de la sociedad en cuestión, y debe asimilar las necesidades o criterios de sus receptores.

En esta línea de pensamiento, las dudas se agolpan unas tras otras -y a veces, al contrario que en la famosa canción, sí nos matan- pues las incoherencias abundan.

 

Ejemplos actuales:

  1. Concursos de canto y baile

Cuba posee hoy una significa cifra de sucesivas generaciones de egresados de música - canto, danza o instrumentos- en diferentes niveles.

En paralelo, un verdadero aluvión de aficionados empíricos busca contra viento y marea institucionalizarse mediante la evaluación de una agencia, que pocos alcanzan. Mientras, inmersos en el limbo administrativo-artístico de lo no profesional, ejercen la música en múltiples instituciones estatales sin la remuneración correspondiente a su aporte -o solo con contribuciones simbólicas- incentivando la rentabilidad de terceros.

En este entorno, ¿por qué nuestras televisoras multiplican secciones o programas con estas competencias?

  1. Competencias de conocimientos

En Cuba se compra hoy una descomunal cifra de libros en ferias y librerías, pero paradójicamente, se reduce progresivamente el hábito de la lectura en la familia y en las nuevas generaciones. No sería superfluo investigar cuánto influye en esto la ausencia de las versiones literarias para todas las edades, ausentes de nuestra televisión hace casi 25 años.

No obstante, nuestra pantalla solo tiene dos proyectos de participación popular donde se estimula directamente el conocimiento:

Escriba y lea: Cada pregunta despejada por los panelistas ha sido enviada durante décadas por los televidentes, que, además, durante la recepción del programa -de manera espontánea- también identifican las respuestas en cada hogar, donde devienen concursantes.

La neurona intranquila y su réplica juvenil. Desde las analogías humorísticas llega a la identificación de conocimientos.

El fenómeno es vasto y complejo y nos genera múltiples interrogantes:

¿Usamos un verdadero mecanismo de retroalimentación que permita conocer la aceptación o el rechazo de los televidentes ante cada intento renovador de nuestra pantalla? ¿Cuáles son? ¿Con qué frecuencia se aplican?

¿Se incorporan los criterios de los televidentes a nuestra programación, o la decisión del cambio de formato-contenido de los programas se decide exclusivamente por los emisores?

¿Se realizan programas pilotos que permitan pulsar en dinámicas de grupos previas el impacto de un producto simbólico específico, antes de dilapidar nuestros escasos recursos financieros, tecnológicos, insumos y el valioso tiempo en pantalla en obras que una vez terminadas no satisfacen a los televidentes?

¿Se conocen las tendencias de consumo mediático históricas conservadas en las investigaciones realizadas hace más de 40 años en el Centro de Investigaciones Sociales de la radio y la televisión, o la modernización implica olvidar el camino andado y las experiencias anteriores?

Una modernización de nuestra televisión y la estrategia de participación de los públicos en la programación no pueden minimizar a los públicos ni ser formal, esquemática, manipuladora.

El camino no es igualarnos a lo peor de la televisión latinoamericana, sino tomar de ella lo que se adecue a nuestra coyuntura. La reproducción de facilismos y recursos baratos para atraer a los públicos debe quedarse en el pasado.

Al respecto, debe considerarse que el acceso a la educación y a la cultura más depurada constituye un privilegio en Cuba, pues: contamos con enseñanza primaria gratuita y obligatoria y secundaria, técnica, universitaria y postgraduada; también masiva y gratuita.

Con menos de 13 millones de habitantes, existe más de un millón de egresados universitarios, miles con grados científicos de maestros en disciplinas concretas, cientos de doctores en ciencias y decenas de miles de técnicos medios.

El acceso a la enseñanza artística es gratuito, los libros, el acceso a los museos y galerías son relativamente baratos y aunque han ascendido los precios de taquillas de conciertos y espectáculos, no son comparables al resto del mundo.

Mucho habría que pensar sobre este fenómeno. Aun así, estoy convencida de que la flexibilización, renovación y búsqueda de atractivo en nuestros proyectos televisivos debe potenciar lo mejor de nuestra experiencia social y valores, desde una relación comunicativa que enriquezca tanto a emisores como a televidentes.

Modernidad no es sinónimo de populismo arcaico.

 

 

LO ÚLTIMO DEL SITIO

Entre tu y yo

Félix A. Correa Álvarez y Jordanis Guzmán Rodríguez
Articulos favoritos

Valia Valdés / Fotos: Cortesía de Tony Quiñones y Johanys Labrado
Protagonistas

Texto y fotos: Luis Casariego
Entre tu y yo

Jordanis Guzmán Rodríguez

Plataforma WEB de la Televisión Cubana Copyright © | tv.cubana@icrt.cu  |  23 y M, Vedado | Código Postal 10200 | La Habana CUBA          

SIGUENOS

CARTELERA DE CANALES NACIONALES