El día que en Cuba se hagan estudios a profundidad de la rica y vasta cultura mediática que en nuestro país se ha creado a lo largo ya de casi un siglo, el nombre de Jesús Cabrera Acosta será imprescindible para comprender a cabalidad ese fenómeno.

Los medios de comunicación masiva y, muy particularmente, la radio y la televisión, han estado siempre en un lugar cimero en las  preferencias del cubano para informarse, entretenerse y crecer culturalmente. El hombre al que hoy con justicia se le distingue con el Doctorado Honoris Causa ha dejado todo un conjunto de títulos icónicos en nuestro quehacer mediático para la posteridad y ha formado o contribuido a la formación de centenares de artistas y técnicos que hoy laboran no solo en los medios nacionales, sino  en muchas otras latitudes.  Es curioso que Jesús Cabrera se haya iniciado en el mundo mediático por la televisión y no por la radio, como se estilaba en los años en que llegó a los medios. Pero es que aquel joven de procedencia humildísima acudía a los estudios de la radio como vía gratuita para la distracción que era un lujo para él en aquel entonces. Y fue así que su vocación por la comunicación comenzó a forjarse. Ello fue determinante para que en 1950, cuando se inicia la televisión en nuestro país, Jesús Cabrera se encuentre entre los que la hacen desde su inauguración. Desde aquella primera experiencia han pasado ya 65 años de labor profesional para Jesús Cabrera. Y son años colmados de una constante búsqueda, de un constante afán por encontrar nuevos caminos en el arte de la televisión y el audiovisual y que no se han detenido, ni se detendrán.

Quiero referirme a algunos aspectos que distinguen la creación audiovisual de Jesús Cabrera.

La excelencia en los componentes de una obra audiovisual ha sido siempre su divisa. La música de la mayoría de sus seriales ha dejado de ser una apoyatura a la imagen para adquirir una independencia  que se debe, ante todo, a su alta calidad. Ahí están, como ejemplo, las partituras creadas por Sergio y José María Vitier. (Por cierto, en el ámbito musical hay que destacar que en sus inicios como director, allá por 1953, estuvo al frente de “Viernes de Gala” un espacio musical centralizado nada más y nada menos que por Ernesto Lecuona.) Lo mismo habría que decir de sus guionistas y de sus actores y actrices.  Entre estos últimos la lista sería interminable. Me ceñiré al caso de Sergio Corrieri que con una rica trayectoria en el teatro y el cine, apenas había aparecido en la pequeña pantalla cuando llegó a protagonizar “En silencio ha tenido que ser”. Sin embargo, le bastó con la interpretación de David para convertirse en un ídolo televisivo. En la esfera de la dirección recordaré, además,  la famosa escena   del capítulo final de “Julito el pescador” en la que René de la Cruz y Consuelo Vidal dan una verdadera lección de delicadeza y contención emocional con el sentido justo de lo que la situación dramática requería. Desde sus inicios sabe escoger los elencos y, en un programa televisivo campesino que dirigía en 1953, encontramos con Paco Alfonso, así como con las apariciones iniciales de Salvador Wood en la pequeña pantalla. Los primeros guionistas de Cabrera fueron nada más y nada menos que Marcos Behemaras y Félix Pita Rodríguez en el  policiaco Esta noche a las nueve. del año 53. Después del 59 descuellan Aberlardo Vidal y Nilda Rodríguez.  Sus directores de fotografía, diseñadores de vestuario y escenografía, productores, sonidistas y demás especialistas han sido siempre de una altísima categoría.

Otro aspecto a destacar en la labor de Jesús Cabrera es el que le ha otorgado a las  investigaciones en la escritura de los guiones y el diseño de las realizaciones. Esta tendencia se hace evidente por primera vez cuando crea en 1963, junto a la escritora Aleida Amaya,  el espacio Horizontes que salía al aire, en directo, tres veces a la semana. Director y guionista empleaban los sábados y los domingos para realizar investigaciones de campo que nutrían una obra con la que Jesús Cabrera marcó la primera diferencia en la serialidad cubana: continuidad sin finales con falsas expectativas,  temas válidos más por su impronta social que por criterios puramente melodramáticos, tratamiento que buscaba las esencias de los problemas y no sus manifestaciones más evidentes. Es por ese camino que llega a “Bertillón 166” de José Soler Puig y hace la que tal vez sea la primera adaptación de una novela nacional contemporánea a la serialidad televisiva cubana. Para las escenas en exteriores de aquella adaptación  se trabajaba con cintas cinematográficas de 16 milímetros. Estas escenas se intercalaban en la emisión en vivo y se doblaban al aire, como vía para asegurar un sonido de más calidad. La investigación será, también, punto de partida para otro icono de la programación televisiva cubana: Sector 40. Luego, en Finlay adquiere connotaciones de investigación histórica que fue plasmada en una elaboración en imágenes y sonidos de un altísimo nivel y quedaría para la historia de nuestra TV como otro clásico. Por ese mismo rumbo irán El Capitán Rolando y otras realizaciones de Cabrera.

Hay en su obra un título que este auditorio seguramente está esperando: “En silencio ha tenido que ser”. Conformada por tres temporadas (para decirlo en lenguaje de hoy) esta tríada hubiera bastado para consagrar a nuestro homenajeado. Las tres series -“En silencio ha tenido que ser” (1979) “Julito el pescador” (1980) y “El regreso de David” (1982)-  son los tres seriales más exitosos de la historia de nuestra TV. Cuando el personaje de David, al final de un capítulo, escapa de la prisión en la que lo había apresado la CIA, La Habana no gritó: rugió de alegría y emoción solo comparable –según palabras de Mario Rodríguez Alemán en una reseña aparecida en la prensa- con las manifestaciones de júbilo provocadas por el éxito en un campeonato del equipo local de Base Ball. Por primera vez nos enfrentamos a serialidad sin continuidad, a capítulos con una determinada independencia unos de otros, a un hilo conductor implícito y no explícito, a un suspense tratado desde lo cubano, sin necesidad de acudir a recursos foráneos. Puedo asegurar sin temor a equivocarme que el impacto en el público, la excelencia en todas las especialidades de la obra y la fuerza político ideológica que emanó de aquellos seriales no han sido superadas hasta hoy. Y hoy, 36 años después de la emisión de la primera serie, “En silencio…” continúa en la memoria popular como un paradigma único e irrepetible que marcó un antes y un después para los seriales nacionales.

Otra constante a señalar en Jesús Cabrera es su fidelidad al género policiaco o detectivesco. Fundó en 1953 el ya mencionado Esta noche a las nueve. Después del triunfo revolucionario creó Sector 40, Día y noche y Tras la huella que está aún en pantalla.

Otro de los espacios creados por Jesús Cabrera para nuestra TV fue Cuba va, una verdadera hazaña de producción que viajaba por toda Cuba e indagaba en las peculiaridades económicas históricas y sociales de los territorios en los cuales se grababa.

No puedo dejar de decir que también dirigió para la radio, donde estuvo al frente de una radio novela, un programa de la crónica roja y el hasta hoy escuchado en diversas latitudes del continente americano indiscutible clásico de nuestro humor radiofónico  “La tremenda corte”.

Quedan en el tintero diversos trabajos. Pero basta con estos para situar a nuestro Doctor Honoris Causa en el justo lugar que la cultura mediática cubana le debe.

Además de su trabajo como creador Jesús Cabrera ha sido directivo de la televisión en importantes cargos. Quisiera destacar la época en que estaba al frente del llamado bloque de dramatizados, cuando aún tenía a su cargo Horizontes. . En aquel momento (1967) el bloque de dramatizados tenía dos aventuras diarias, Horizontes tres veces a la semana, un cuento y un teatro quincenales, una comedia los domingos, un humorístico de 15 minutos diario y un programa histórico semanal. Todo se realizaba en vivo y mucho dependía aquel trabajo  de las capacidades del jefe del bloque.

La vocación de Jesús Cabrera por la docencia comienza a inicios de su carrera. Cuando va a Colombia a fundar la TV de ese país, adiestra al personal que se hará cargo de ella. Pero solo después del triunfo revolucionario en Cuba puede dar cauce pleno a su vocación por la docencia. Se le verá apoyando la primera escuela de formación de actores del ICR. Cuando le asignan la tarea de fundar el primer canal de televisión en una provincia –entonces “Tele Rebelde” en Santiago de Cuba- selecciona personal al que capacita para que lo lleve adelante. Viaja a Angola en plena guerra, participa en la toma de la primera ciudad que liberan las tropas leales a Agostino Neto secundadas por el ejército cubano y se le asigna la misión de dotar a la  televisión local de una programación no comercial. Diseña esa programación y, además, capacita a técnicos y realizadores. Más tarde sucederá lo mismo en Nicaragua, donde contribuye a la fundación de la televisión sandinista.

Y es que este hombre tiene, también, vocación de fundador. Funda la televisión en Cuba y luego en Colombia.  Funda el hoy canal Tele Turquino en Santiago de Cuba. Funda la televisión no comercial en Angola y la sandinista en Nicaragua. Solo le queda un sueño por fundar que expone en 1987 al General de Ejército  Raúl Castro, entonces Ministro de las FAR, y que hará realidad cuando se crea la Facultad Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual de nuestro ISA y lo nombran Decano. El 8 de noviembre de 1988 comienza a funcionar la facultad sin un local, sin aulas, sin muebles, con los primeros alumnos acomodándose, algunos de pie, en un salón cedido por el Centro de Estudios de la Radio y la TV. La concepción de la nueva Facultad abarca todas las especialidades que integran la realización en radio, cine y televisión. Los recursos en el 88 son escasos. En los 90 prácticamente desaparecen. Fue una verdadera odisea lograr que aquella Facultad saliera adelante. En momentos en que la desesperanza hizo flaquear a tantos, Jesús Cabrera capitaneó a su tropa con una decisión, una firmeza y un sentido de la responsabilidad y del deber impresionantes. Ejecutivo como es, cuando se fue e filmar a Pinar del Río El Capitán Rolando  regresó de allí con una rastra en la que traía todo el mobiliario que necesitaba la facultad, instalada ya en 5ta y 20. Instituyó la realización de un Festival –el “Imago”- para el que no había prácticamente recursos. Cuando un grupo de interesados en el tema le propuso iniciar los encuentros de realidad virtual no vaciló en acogerlos. Recuerdo que Mario Más Vidal, con ese humor que le caracteriza, dijo en una ocasión: “Jesús Cabrera es el mejor. Está auspiciando un encuentro de realidad virtual en una realidad que está virtualmente hecha leña”. Buscó estudiantes extranjeros en México o en Colombia y fue engrosando las arcas de la institución para adquirir algún que otro equipo. No desmayó nunca, porque es de los que no se cansan y no es una frase hecha: este hombre no se cansa. Y ahí está, siempre con un nuevo plan en mente, siempre con una meta por cumplir.

Sería interminable relacionar los reconocimientos, órdenes y medallas que atesora. Por supuesto, ostenta el Premio Nacional de Televisión.

Son muchos los artistas y técnicos que le agradecen a Jesús Cabrera una gran parte de su formación. Somos muchos los que le agradecemos el habernos permitido estar a su lado en los momentos más difíciles y nutrirnos con una buena parte de su hidalguía. Y le agradecen, también, David, Reinier, Finlay, Amauri, Julito, el Negro, el Mayor Pablo, el Capitán Rolando y, por qué no, el señor juez, Nanina y Tres patines. ¡Gracias Chucho por una obra tan inmensa en unos escasos para tí 65 años de labor! Todavía te queda mucho por andar. Sigue así que vas bien.

 

Julio Cid, La Habana, 13 de enero de 2015

 

 

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