La Columna
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- Escrito por: Frank Padrón
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Recientemente, el espacio "El Cuento" (CV, jueves en la noche) invitó a uno de los mejores cultores del género literario: el norteamericano Raymond Carver (1938-88), quien desarrolló, mediante su estilo minimalista y conciso, un estudio agudo sobre la complejidad humana, empleando a veces el llamado "realismo sucio", otras, la más afilada ironía, y siempre ofreciendo relatos motivadores y polisémicos.
Aunque también poeta, fue como prosista que descolló en el panorama de la literatura estadounidense, sobre todo en las décadas del 60 y el 70 del siglo XX, mediante libros como Will You Please Be Quiet, Please? (1976) o Cathedral (1984), ambos nominados al premio Pulitzer.
Su cuento Neighbours (Vecinos), publicado por primera vez en el número de junio de 1971 de la revista Esquire, fue adaptado y dirigido para el referido espacio de la TV cubana por Elena Palacios, sin dudas una de nuestras mejores realizadoras audiovisuales, como demostrara hace poco la serie Los gatos, las máscaras, las sombras, sobre la violencia de género, muy aplaudida por crítica y público, así como otras obras en las que ha estado involucrada en tanto guionista, directora y/o asesora.
Ilustración de Jean Lagarrigue para el cuento “Neighbors”, de Raymond Carver, publicado en Esquire Classic, (https://classic.esquire.com) el 1° de junio de 1971
Vecinos presenta dos parejas que habitan cercanas en el mismo edificio. Una de ellas, de alto estándar social, viaja con frecuencia y pide a la otra —más modesta— que, durante una de esas ausencias, le cuide su apartamento, alimente la gata, riegue las plantas...
Pero los Millers, encargados por los Stones de esa tarea, convencidos de que sus vecinos llevan una vida más rica e intensa que la de ellos (aunque, según el narrador, "eran una pareja feliz. Pero de cuando en cuando tenían la sensación de que en su círculo de amistades se les había relegado —y sólo a ellos— un tanto") realmente comienzan a remedar el estilo de aquellos.
Cada uno por su parte, aunque ocultándoselo mutuamente, se pone la ropa, bebe las bebidas, se acomoda en la cama, hurga en los medicamentos... de los vecinos ausentes. Llama la atención que cada visita parece despertar la pulsión sexual del matrimonio.
Carver discursa en torno a la visión (tan cara a Kierkegaard) sobre la inconformidad de ser uno mismo e imitar al otro, algo que trasciende la condición meramente humana para rozar cimas trascendentalistas: la pugna entre lo temporal y lo eterno.
Los Millers del cuento encuentran un paliativo al aburrimiento, la soledad y la rutina de sus vidas en el intento de aprehender, mediante fugaces acciones y apropiaciones materiales, el éxito y la presunta realización de los Stones, pero el desenlace va a cerrar (metafórica y literalmente) esa posibilidad.
En su lectura televisual, Elena Palacios resuelve, mediante un recurso fotográfico, las diferencias sociales de las parejas involucradas: blanco y negro para la vida en el apartamento propio de los "cuidadores"; color para las escenas en que pasan al de los vecinos, en clara referencia a las coordenadas idéicas y conceptuales que traza el relato.
La eficaz labor del fotógrafo Javier Urrutia en la plasmación y contraste de tales espacios (también simbólicos) actúa, sin dudas, como un mérito del audiovisual. Pero si tal efecto (realmente bastante empleado para estas y otras contraposiciones diegéticas) cumple su objetivo dramático, mucho más creativo resulta el diseño de banda sonora (de la propia directora), en el que la convivencia aparentemente ecléctica de estilos musicales diversos y la expresividad de ciertos sonidos refuerzan el discurso subyacente en las acciones y diálogos del relato. Algo que la inteligente planimetría (la cual inserta, mediante reveladores encuadres y enfoques diversos, las figuras humanas al escenario físico) complementa, logrando una simbiosis con la que juega el autor en el texto literario para emitir su tesis.
Si bien la proyección del cuento es universal y atemporal, ciertos detalles entran enperfecto contexto, ese hic et nunc tan cubano (las dudas acerca de si la pareja ausente volverá de su viaje).
Las actuaciones de Tahimí Alvariño y Roque Moreno como los Martins figuran entre los incuestionables valores de la puesta: los envéses, reveses y secretos de sus personajes, la manera sutil en que entran en el terreno de lo lúdico y lo clandestino respecto a ellos mismos y a los ausentes, son captados y transmitidos con elegancia y convicción por ambos intérpretes.
Vecinos es, sin dudas, un momento destacado de la programación dramática en TV. Esperamos continúe tal alcance, desde la selección de textos hasta la plasmación así de satisfactoria en el lenguaje audiovisual.
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- Escrito por: Frank Padrón
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Para ofrecer una vida mejor a su familia en la zona rural, el joven Mateus acepta un trabajo en alguno de los llamados vertederos de Sao Paulo, pero se ve atrapado en un mundo de corrupción y tráfico de personas. Es la sinopsis del filme que volvimos a presentar en “De Nuestra América” como emisión final hasta septiembre, en que volveremos a la programación normal tras el receso veraniego.
Me refiero a Siete prisioneros de 2021, segunda obra del brasileño-norteamericano Alexander Moratto, tras su debut con Sócrates, en 2018, que también exhibiéramos aquí y se ocupa también de conflictos durante la adolescencia.
Más que la crónica de la esclavitud moderna, las opciones que la pobreza en el campo brasileño ofrecen a una juventud dispuesta a ayudar a su familia y los engaños inescrupulosos de patrones y delincuentes de cuello blanco para obtener mano de obra – recursos parecidos a los que usan con muchachas para la prostitución-, Siete prisioneros, además de focalizar con fluidez narrativa y fuerza dramática tales hechos, propone sobre todo una reflexión en torno a la desvalorización y la corrupción moral de esos jóvenes que, como el protagonista, ceden ante la tentación de una vida más fácil traicionando sus principios, sus códigos y a sus compañeros.
Entre un naturalismo sin excesos -cámara en mano, discreta y funcional banda sonora- y momentos de simbolismo poético, Moratto afianza su precisión directriz al plasmar en tono de thriller que avanza en un bien llevado arco diegético donde las peripecias van plasmando los sorprendentes giros que va adquiriendo la historia brillantemente coescrita con Tayná Mantetsso, se luce en la delineación nada maniquea, llena de matices y claroscuros de sus personajes, incluyendo el “malo” que significa el “gángster en jefe”, asumido por un desaliñado Rodrigo Santoro, quien alejado de sus papeles habituales de galán, ofrece otra de sus maduras y centradas interpretaciones.
Lo mismo puede afirmarse de Christian Malheiros como Mateo, quien repite con el director tras protagonizar también su anterior filme, Sócrates y el resto de sus compañeros de reparto, dentro de una puesta donde también sobresalen la fotografía de Joao Gabriel de Queiroz y la música de varios compositores.
Filme de sutilezas y profundas contradicciones que invitan al análisis y la reflexión, Siete prisioneros es, sin dudas, uno de los mejores títulos del cine brasileño en lo que va de siglo.