La Columna
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- Escrito por: Frank Padrón
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El espacio Pantalla documental (CE, miércoles, 10:30 p.m.) depara habitualmente gratas sorpresas dentro de esa su especialidad: la "no ficción" en las más diversas temáticas.
La más reciente emisión trajo una de ellas: el filme La gran noche del pop (2024), realizado por Bao Nguyen (Be Water!, Live From New York...) y referido a la misión titánica e increíble de reunir a importantes figuras musicales de los más diversos estilos y tendencias dentro de la gran corriente del pop (en su mayoría, las más aplaudidas del momento; algunas de siempre, de esas que "no pasan de moda") para grabar una canción, cuyos beneficios irían a parar íntegramente a diversas organizaciones que trataban de paliar los efectos de la hambruna en África durante la década de los 80.
Así nació We Are the World (Somos el mundo), compuesta por Michael Jackson y Lionel Ritchie, orquestada por uno de los grandes productores y arreglistas norteamericanos (Quincy Jones), quien a la vez dirigió y estuvo frente a la grabación de la pieza, dentro de un proyecto impulsado por otro mito del cine y la música norteamericana: Harry Belafonte.
El colega Toni García, de Vogue, resume así la experiencia:
“Aquella noche de 1985 en Los Ángeles, con una sola oportunidad, una sola toma, la idea pasó a ser la reunión más grande de mitos de la música (nunca repetida después, por razones obvias) que jamás ha habido en el planeta: (además de los mencionados) Bruce Springsteen, Bob Dylan, Cyndi Lauper, Tina Turner, Stevie Wonder, entre muchísimos otros, se fundieron en una sola voz para grabar el que se considera el single más vendido de la historia de la música pop. Más de 20 millones de copias, número uno en todas las listas de éxitos y un videoclip ante el que uno se restregaba los ojos, negándose a creer que todos aquellos gigantes hubieran podido coincidir en algo que no fuera la alfombra roja de una gala de premios”.
El documental mezcla sabiamente historia y emoción, recuento y huella, grabaciones de la época y actuales, enfocando no solo a sus gestores (Lionel Ritchie lleva el hilo conductor), sino a camarógrafos, grabadores, historiadores de la música y, por supuesto, a algunas de las estrellas involucradas, quienes cuentan sus vivencias, la significación del evento en sus vidas y carreras, además de lo rico que implica apreciar muchos de los momentos de la grabación.
El montaje, esencial en este tipo de texto fílmico, es uno de los valores de La gran noche del pop: dosificado, riguroso, atento a las partes y al todo, a la alternancia de música y diálogo, con gran equilibrio entre las anécdotas y lo más trascendente: la significación sociocultural del suceso, algo que se prolonga hasta hoy en el noble empeño que lo motivó: paliar el hambre y la miseria en África, a la vez que constituir un decisivo acercamiento más humano que profesional entre cantantes y músicos, muchos de los cuales jamás habían siquiera coincidido en algún estudio o escenario.
Agradecimiento a Pantalla documental (explícito y analítico el comentario en voz del conductor, previo a la exhibición del filme) por acercarnos una vez más a estos imprescindibles momentos del género a nivel internacional, con esa "gran noche", más los muchos días, meses y años que vinieron después, en los que, gracias a una canción y un clip, todos, de todas partes, más allá de idiomas, religiones, ideologías y costumbres, nos unimos para ser, literalmente, el mundo.
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- Escrito por: Frank Padrón
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Tocar la luz es un espacio para que quienes están privados de la vista, o son débiles en tal sentido, puedan disfrutar también del cine.
Partiendo de una iniciativa llevada a cabo por Jorge Luis Frómeta, del Proyecto 23, en la sala Infanta, el programa que sale al aire los lunes a las 10:30 p. m. por el Canal Educativo —y que sigue contando con la colaboración de aquel— propone filmes hablados en español (cubanos en su mayoría) que “narran” el acontecer de los relatos, lo cual, junto a los diálogos, la música y otros códigos de la banda sonora, permite a los invidentes disfrutar, mediante el oído, de esa “luz” maravillosa que constituye el séptimo arte.
El guion y la dirección de Maritza Deschapell cuidan los detalles de selección, grabación en estudio y las referencias de cada filme, que llegan en la grácil conducción de la actriz Mirtha Lilia Pedro.
De modo que, junto a sus familiares, los cuales pueden apreciar el cine en su totalidad, quienes reciben este por el oído se incorporan al disfrute de esa manifestación a la que todos deben tener igual derecho.
Así, la luz que del proyector emerge entra por la escucha, mediante la audiodescripción, para aquellos que, de ese modo, combinan disfrute y aprendizaje.
Como mismo el lenguaje de señas sirve a los sordos, las precisas y pertinentes narraciones que describen la acción fílmica conquistan ese otro público.
Otro sonidos no tan armónicos
Sin embargo, varios espacios fílmicos del Canal Educativo muestran un descuido reprochable: exhiben los filmes no hablados en español, doblados en ese idioma, por no accionar simplemente el botón que indica “audio dual” y buscar el correspondiente, que generalmente está y que, por un facilismo, no sale al aire como corresponde.
Incluso, se aprecian hasta los subtítulos, que son innecesarios en ese caso. Verdadera chapucería que los directores y asesores deben, en lo adelante, evitar.
Son programas valiosos y bien informados que pierden alcance y redondez artística por tal defecto.