Aseveraciones y pensamientos del notable actor Octavio Rodríguez Fernández, Churrisco, fallecido recientemente

Para él, hacer reír siempre fue un acto creativo, culto. Con esmero y dedicación profundizó en la raigal cubanía, los valores identitarios, el teatro vernáculo. Siempre mencionaba a la familia, por aquello: “de tal palo, tal astilla”. El tío Leopoldo Fernández, el gran Tres patines, lo inspiró en el quehacer artístico, y en una prioridad esencial: estudiar, estudiar, estudiar.

Octavio Rodríguez Fernández, el inolvidable Churrisco, se despidió a los 72 años de los escenarios cubanos, donde dejó sólidas huellas en el cine, la radio, la televisión, el teatro.

Mereció el Premio Nacional de Humor en 2018, la Distinción por la Cultura Nacional, el Diploma Nicolás Guillén, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y lo que consideró, “otro galardón muy preciado: el cariño del pueblo para el que trabajo hace más de cuarenta años”.

Según me comentó: “el humor está presente en todos los momentos de nuestra vida cotidiana y en las diversas expresiones del arte. Es expresión de la espiritualidad humana”.

Fue una institución para jóvenes y consagrados actores, les ofreció consejos sin encasillamientos o patrones estrechos.

“No me gusta hablar de humor inteligente. El humor es inteligente cuando llevas situaciones agudas a los públicos, y ellos sienten halago de su ingenio. Un humor no es más inteligente que otro, sino que hay una forma inteligente de hacer humor”, reconoció.

La formación académica y pedagógica influyeron decisivamente en la manera de compartir ideas, pensamientos, proyecciones. Batallador por excelencia, nunca abandonó sus reclamos: “hay que desterrar la vulgaridad, el mal gusto, el chiste fácil, nuestro humorismo, sus cultores, tienen que ser personas instruidas, educadas. El facilismo, la chabacanería, envilecen el espíritu. Siempre seré maestro, lo llevo en la sangre, en el alma”.

Grabaciones, programas humorísticos, presentaciones en teatros, otras sedes en los ámbitos nacional e internacional, revelaron la gracia particular del hombre sencillo, afable, ético, que en solitario y como parte de varios grupos, entre ellos La Piña del Humor, cautivó por su forma de ser y hacer, de compartir una verdad artística personal en beneficio del arte cubano.

Imposible decirle adiós al inolvidable Churrisco, de él seguirán aprendiendo los noveles y quienes en el futuro se propongan hacer reír con calidad artística, talento, buen corazón.

 

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