Cuba está de moda. Todos los días nos enteramos de que nos visita un actor, una actriz o un grupo musical con reconocimiento internacional. A veces los exponentes de la música ofrecen conciertos, generalmente en La Habana.

A partir de ese hecho la televisión puede crecer en dimensión cultural. Quisiera que se transmitieran todas las actuaciones de los visitantes, (los que valgan la pena, por supuesto) pero a veces ellos mismos no lo permiten, en otras oportunidades no hay equipos y ¡quizás! los que deben, no piensen en los televidentes de Guantánamo o La ciénaga de Zapata.

 

La práctica demuestra que cuando se unen voluntades se consiguen buenos resultados. Por ejemplo, si ICRT e Instituto de la música se agrupan obtienen la transmisión de un concierto único como el del reconocido pianista chino Lang Lang  junto al jazzista cubano Chucho Valdés.

La magia lograda el viernes nueve en la Plaza de la Catedral, por la noche, en La Habana, para unos cuantos centenares de personas fue amplificada el domingo 11, cuando Cubavisión transmitió ese acto musical, calificado como un suceso por los entendidos en tal manifestación.

Lang Lang es una suerte de hombre espectáculo, que al decir de Chucho tiene dos manos derechas. Toda Cuba “lo vio” a través de la cámara que en un ejercicio de buen hacer se colocó justo donde debía estar: en los dedos volando por el teclado, señalando al cielo o en un rostro que disfrutaba el placer de lo que interpretaba.

Pero la cámara no sólo se recreó en el especial pianista chino: dibujó la forma, también muy particular, de dirigir de la maestra estadounidense Marin Alsop que se acopló a la Orquesta Sinfónica Nacional. Y siguió las manos, la sonrisa, la emoción de nuestro Chucho Valdes, cuando músicos tan especiales le tocaron un feliz cumpleaños, para saludar su advenimiento al planeta.

En música hubo de todo, desde opus 23, del compositor ruso Piotr Ilich Chaikovski, en una interpretación magistral de Lang Lang; un especialísimo diálogo sonoro entre el chino y Chucho con Y la negra bailaba y Gitanerías, del cubano Ernesto Lecuona, además de Tres lindas cubanas, del también cubano Antonio María Romeu.

Bajo la alegría generada por varias piezas, el público asistió, al final con una entrega fuera de programa, a El cumbanchero, del puertorriqueño Rafael Hernández Marín, y el felicidades para Chucho.

Todo eso lo disfruté por el trabajo de la unidad de control remoto Duaba, el trabajo acertado de camarógrafos, y todos los que intervienen en una transmisión de tales quilates que contó con la dirección de Julio Pulido, la asistencia de Leticia Álvarez y la colaboración de Victor Torres.

Espectáculos como este demuestran qué es jerarquía cultural. Con excelente música, intérpretes de lujo, una puesta en escena adecuada, se puede decir que Lang Lang, con nuestro Chucho, Marin Alsop y cada ejecutante de la Orquesta sinfónica nacional visitó millones de hogares cubanos y hoy el excelente exponente chino es mucho más conocido que unos días atrás. E hizo un poquito más cultos a quienes sintonizaron la tv y se engancharon con él.

 

 

 

 

 

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