Los espacios infantiles de la televisión han contado en las últimas décadas con un elenco artístico que, con sus habilidades en la animación de figuras, la actuación y la versatilidad vocal, ha dado vida a personajes e historias entrañables.

Uno de los artistas de ese grupo talentoso es el actor y director Rigoberto Rufin, quien suma a su carrera numerosos títulos de la programación televisiva, y seis nominaciones a los Premios Caricato otorgados por la Asociación de Artistas Escénicos de la UNEAC en las categorías: actuación de reparto, protagónico y co protagónico en programas infantiles, y teatro para adultos.

Cantándole al sol, Sopa de Palabras, Mundo mágico, Despertar con Pelusín, Cucurucú, Corazón feliz, Quiero verte y Alánimo, son algunos de los programas en los que, al dar vida a un muñeco o en la interpretación de un personaje, ha entregado alegría y lo mejor de su arte a los pequeños.

Como actor dramático ha actuado en obras de Tomás Piard y otros realizadores, e intervenido en filmes como El viajero inmóvil y El Océano, mientras que en el espectáculo infantil resulta incansable, pues actúa y asume la dirección artística con un sello de humor y música.

El Portal de la Televisión quiso conocer el camino profesional y las ideas del actor y director, Rigoberto Rufin.

¿De qué manera se inició en la actuación?

«Comencé en el Cine Club Sigma con Tomás Piard, un director que aportó mucho a los medios por su sentido del buen gusto, una persona muy culta, seguro de lo que quería. Lograba estremecer con cada plano, con su conocimiento de los colores y la luz. Fue un gran artista con una belleza en su estética que hacia distinguir su obra de inmediato.

«El trabajo en el Cine Club era intenso porque Tomás nos preparaba, nos daba clases de actuación en las noches, y aquello fue una especie de laboratorio donde hacíamos realidad sus sueños para la televisión y el cine. Allí aprendí muchísimo, esa fue mi primera escuela.

«Soy del Cotorro, y siempre he enfrentado el obstáculo del transporte con un alto sacrificio personal. Muchas veces llegaba al Parque de la Fraternidad y me iba a pie hasta Calzada y 8, donde ensayaba.

«A la par, trabajé como figurante en el cine e integré una brigada artística dirigida por el director Raúl Pérez, donde me responsabilicé con el grupo de modelos, e incursioné en esa especialidad. Más tarde, continué mi aprendizaje con el actor y profesor, Raúl Eguren, y el director Pedro Ángel Vera en un curso de dos años convocado por el ICRT».

¿Por qué se inclinó a trabajar para la infancia?

«Desde pequeño me atraparon la televisión y el cine. Crecí fascinado con los programas infantiles que incluían títeres. Tuve la primera oportunidad con el espectáculo El cuarto mandamiento, dirigido por Eddy Socorro en el Teatro Guiñol».

¿Qué estudios realizó mientras maduraba su praxis interpretativa?

«Me gradué del Diplomado del Instituto Superior de Arte (ISA) en Actuación para niños, títeres y animación de figuras y también me titulé en Teatro para adultos. Estudié Producción de Audiovisuales, y Dirección de Espectáculos Teatrales con el Premio Nacional de Teatro Nelson Dorr».

¿Cuáles son las particularidades de la actuación en los espacios infantiles que incluyen animación de títeres?

«Tanto en teatro como en televisión se requiere de una preparación física extra. Cuando animamos el muñeco debemos estar agachados o acostados en el piso mucho tiempo.

«Los colores y la música son elementos importantísimos a la hora de trabajar con la niñez, por lo que el actor debe cantar y bailar, o al menos ser rítmico, melodioso, además de dominar con virtuosismo las distintas técnicas de la animación de figuras.

«En ocasiones se logran programas infantiles de buena factura que incluyen actores sin la formación adecuada, mientras profesionales competentes son relegados. El intrusismo profesional afecta la calidad y sufrimos por la baja retribución que recibe la especialidad».

¿Percibe poco respeto hacia el género?

«Hay mucha improvisación en cuanto al montaje de la puesta en pantalla, el diseño escenográfico, de vestuario, la coreografía, y otras áreas que no son asumidas con el rigor que requiere la creación destinada a los niños y las niñas.

«A veces, un director inexperto no quiere escuchar y pone su confianza en personas que nunca han tenido un títere en la mano. Ser titiritero es una especialidad compleja que lleva años de perfeccionamiento.

«El montaje para las cámaras demanda dividir los textos, planear los movimientos, y esas tareas exigen un conocimiento de las técnicas de animación por parte del director de fotografía.

«Ha sucedido que, después de tres temporadas, cambian a uno de los especialistas principales, llega otro que desconoce lo que se ha hecho con anterioridad y rompe la armonía, se afecta la calidad lograda hasta ese momento, y lo peor: no tiene interés en aprender».

¿Puede mencionar requisitos que considera imprescindibles en la realización audiovisual de este formato?

«El trabajo dedicado a los niños y las niñas exige tener conocimientos de psicología, y debe ser realizado con el mismo rigor con que se enfrentan las telenovelas u otros formatos audiovisuales, contar con un guión de calidad, personajes bien delineados y una dirección capacitada.

«He estado en proyectos de televisión en los cuales los titiriteros no hemos tenido monitor. Eso es un error grande porque cuando se trabaja con títeres, en la técnica que sea, el titiritero compone la imagen en la medida en que se va haciendo programa y el monitor posibilita ver cómo va la ejecución. De manera simultánea hay que estar atento al texto, a la animación, a la verticalidad del muñeco, al control de la mirada, al plano, a no ensuciar el tiro de cámara.

«En un programa como Quiero verte trabajamos sin monitor, pero tenemos a un director de fotografía, Anselmo Arnaud, que es estrella, y está todo el tiempo atento al control de la mirada del muñeco; al igual que la directora Dania Jiménez, con quien he trabajado en varios espacios. Es más complicado prescindir del monitor cuando hay varios muñecos y los actores se tienen que mover.

«También hay directores y productores “apurados”. Si solo disponemos de dos horas, no podemos hacer cuatro programas que incluyan muñecos porque no estamos en una fábrica de chorizos, hacemos arte».

En su opinión, ¿cómo debe ser la dirección de estos espacios?

«El director no puede limitarse a ponchar cámaras, porque entonces los actores empiezan a animar los títeres a su libre albedrío. He participado en distintos proyectos, y he observado que muchas veces entregan la dirección de un programa a personas que no conocen el género, no tienen información sobre los grupos etarios e ignoran las exigencias de la animación de figuras. Lo peor es que no les interesa profundizar en una manifestación artística que exige el dominio de varias especialidades».

¿En qué propuestas al aire reconoce logros importantes?

 «Fuertes, producido por el Canal Educativo, es un programa fabuloso conducido por niños. Corazón Feliz es una joya, un programa de muy buen gusto, con personajes simpáticos, donde se respeta cada especialidad. Cuenta con diseños de Zenén Calero y forma parte de un proyecto mayor, que se extiende a la música y otras manifestaciones artísticas, dirigido por Rochy Ameneiro.

«Fui nominado al Premio Caricato con el primer programa que hice en “Corazón Feliz”, dedicado a la obra de Dora Alonso. Trabajar con Rubén Darío Salazar fue un sueño hecho realidad porque fui su alumno en el Diplomado de Teatro para niños y niñas, con él no se deja de aprender».

¿Qué directores de la programación infantil valora en especial?

«Felipe Arenas me dio la entrada a la televisión y me incentivaba a que hiciera propuestas. Mariela López, Mónica Borrayo y Sonia Castro, son directoras inteligentes, con rigor y un alto nivel de exigencia, que respetan y escuchan al actor.

«También contamos con buenos directores como Pepe Cabrera y Julio Cordero, quien continúa activo, lúcido y talentoso al frente de su agrupación, Barco Antillano. Rubén Darío Salazar merece aplausos, es un artista de altos quilates».

¿Puede mencionar algunas de las personalidades que han contribuido a la televisión dedicada a los niños y las niñas?

«Ángel Kike Díaz es un maestro titiritero maravilloso y Gladys Gil es la reina de los títeres, ambos con gran experiencia en la televisión. Ellos podrían ser perfectos asesores de los programas infantiles. Otros artistas de mucha calidad son: José Luis Quintero, Ana Rojas, Margarita Díaz, Arneldy Cejas y Erwin Maza».

¿Ha pensado en dirigir un proyecto televisivo?

«Me gustaría incursionar específicamente en la dirección de actores para tener la oportunidad de llevar a la pantalla el cúmulo de experiencia de tantos años, de lo aprendido y lo que vi de pequeño».

¿De qué forma continuó su formación en el teatro para adultos?

«Tanto en Teatro del Círculo como en Pequeño Teatro de La Habana tomé clases de danza y de canto.

«Además de intervenir en montajes de otras compañías, la obra Makarov, dirigida por Pedro Ángel Vera en Teatro del Círculo, posibilitó mi primera nominación al Caricato».

¿Qué ha aportado el teatro dramático a su labor como director artístico y general de la Compañía Cascabel?

«Pienso que el teatro es uno solo, buen teatro, con especificidades de acuerdo al género. Me nutrí del teatro farsesco de José Milián y creé un cierto paralelismo entre su obra y mis propuestas, al utilizar transiciones marcadas y un diseño minucioso de los personajes».

¿Por qué el humor en sus espectáculos?

«He tenido como premisa el pensamiento martiano de que el humor es para la sociedad como un látigo con cascabeles en la punta. Desde el humor podemos decir todo de una manera inteligente y divertida.

«Es hermoso ver a una niña o un niño sonreír, que suelten una carcajada. El adulto es quien lleva al niño a los espectáculos, por lo que es importante vincularlo al hecho artístico.

«En mis espectáculos para niños y jóvenes busco un lenguaje “blanco”, en el que el niño pueda hacer una lectura sana, a la vez que el adulto recibe un mensaje específico, sin vulgaridad».

¿Cómo resultó su participación en Cuentos para Federico?

«Yo tenía la experiencia de hacer voces para el programa Cucurucú del Canal Educativo. Maikel Chávez, guionista de la serie producida por los Estudios de Animación del ICAIC, a quien admiro muchísimo, me propuso unirme a personajes que nacieron en el teatro, y tuvieron continuidad en la radio.

«Con el equipo de “Federico” intervine en la realización del capítulo El pastel de Mamá Jacinta, dirigido por Isis Chaviano, en el que me tocó animar al monito Kevin, un títere parlante y de varilla.

 «Cuentos para Federico tiene una peña en el Multicine Infanta dirigida por Maikel y Nilza González, en la que se fusiona el trabajo teatral con la presentación de cortos animados. «Hemos extendido la peña a las comunidades, junto a mi compañía Cascabel, y tenemos otros proyectos que vienen en camino.

«Considero esencial que la creación artística destinada a los niños y las niñas en cualquier medio, tenga calidad y buen gusto. Debemos ofrecer siempre lo mejor para la infancia».

 

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