Vivir del cuento desde sus orígenes ha demostrado un aguzado sentido de la oportunidad, como se aprecia en las más recientes emisiones del programa

Para ninguna mente sensata deben haber pasado inadvertidos los esfuerzos realizados, como también los riesgos y las consecuencias afrontadas, por los hombres y mujeres que día a día garantizan la programación de la radio y la televisión en circunstancias tan inéditas y complejas como las actuales, cuando los colectivos de realización de no pocos espacios radiales y televisivos han puesto a prueba su voluntad y su creatividad. O lo que es lo mismo: sus ganas de hacer.

Tal es –entre otros– el caso de Vivir del cuento. Ese gustado y esperado programa que pone una gratificante nota de humor costumbrista en las noches de los lunes a través del canal Cubavisión, y que desde los comienzos del aislamiento social determinado por la pandemia se mantuvo al aire contra viento y marea, recurriendo a la utilización de fragmentos de pasadas emisiones, a fin de reducir su elenco y preservar a sus más vulnerables miembros, sin afectar por ello la eficacia de sus tramas tan hilarantes como oportunas.

Porque si algo ha caracterizado a Vivir del cuento desde sus orígenes es su aguzado sentido de la oportunidad, como ha sido demostrado en sus más recientes salidas al aire “hechas en casa”. Tomando como eje temático el aislamiento físico de sus personajes habituales y el necesario cumplimiento de las medidas sanitarias imperantes, en estas emisiones se han tratado asuntos en todo caso relacionados con el uso de las modernas tecnologías que posibilitan la comunicación en estos tiempos de inevitable distanciamiento físico.

Y como la divisa fundamental de este programa siempre ha sido hacer reír en serio, en más de una ocasión sus guiones se han referido a la conveniencia y hasta a las posibles inconveniencias de esas mismas tecnologías –si se les utiliza irresponsablemente– lo que ha propiciado fustigar ciertas rémoras del pensamiento y la conducta humana que entorpecen el buen desenvolvimiento de nuestra sociedad.

De tal modo, el machismo, el regionalismo, el oportunismo, la homofobia, el extremismo, la deshonestidad han sido fustigados con ese “látigo con cascabeles en la punta”, tal cual José Martí definiera al humor en tanto divierte y regocija –algo tan necesario en estos difíciles momentos– al tiempo que arremete contra todo cuanto resulta inconveniente, inadecuado, inaceptable.

Humor social del bueno siempre ha hecho y hace actualmente Vivir del cuento, para entre risas, sonrisas y reflexiones aleccionar a su numerosa teleudiencia con la entrega, cada noche de lunes, de simpáticas historias que permiten vivir un poco mejor esta adversa etapa haciendo reír en serio.

 

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