La película Esteban ha transitado con muy buen pie en el público cubano. Ha sido, como dije en un comentario, un soplo de aire fresco en el cine cubano de los últimos tiempos. Con guión de Amílcar Saleti, la fotografía de Lianed Marcoleta y especialmente la música de Chucho Valdés, la historia del niño que quería ser pianista se ha metido en la piel de una buena parte de quienes han visto el filme.Producida por la empresa RTV Comercial, la Agencia Colibrí y la colaboración de Mediapro para su recorrido internacional, la película de Jonal Cosculluela espera por nuevos topes con públicos diferentes. Y en este punto quise conversar con su director que demoró en responderme, porque se rompió un dedo, no sé si de la mano o del pie, menos mal que la rotura no fue en su cinta:

 

-  Háblame de tu andar en la TV antes de Esteban  ¿Qué recuerdas con más gusto?

-Mis inicios, fueron en 1998 como auxiliar de sonido en la serie El Conde de Montecristo. En ese momento aún no había leído ese libro y después de leer el guión de la serie sentí la curiosidad de saber hasta dónde había sido fiel el guionista. Desde entonces tomé como hábito investigar y leer los originales, si eran adaptaciones; comparar con otras películas o series anteriores; incluso las puestas de teatro. Eso me entretenía muchísimo.
Luego fui a trabajar al Canal Educativo en el momento de su fundación como sonidista, pero ahí fue donde di un segundo salto y empecé a editar. En esos años pasé prácticamente todos los cursos que impartían en el CERT pues tenía la mira en la dirección pero quería hacerlo sin prisas, experimentando y conociendo todas las especialidades para poder tener un mejor diálogo con los miembros del equipo.

Aunque la edición me tomó más tiempo del que me había propuesto,     -pasaron 10 años-, creo que fue, la mejor escuela que tuve para iniciarme en la dirección porque en un cuarto de edición todos los días se aprende algo nuevo, compartes muchos puntos de vistas con cada realizador, con cada género, y sobre el diálogo con los especialistas.

En el Educativo hice sonido, musicalización, edición de programas deportivos, musicales, de danza, tele clases... Musicalicé casi todas las cartillas de alfabetización para América Latina.

Después me fui a la División de Dramatizados donde adquirí muchas de las herramientas que utilizo en mis proyectos actualmente. Edité teledramas, series y codirigí una aventura y una telenovela.
- ¿En qué momento creíste que estabas haciendo una película?
-Una vez que Vilma Montesinos me dijo que con esta historia tenía que hacer una película y comenzó a impulsarnos por ese camino ya no hubo vuelta atrás. Eso se convirtió en un sueño y en esto soy como Esteban: nunca  abandono un sueño por muy difícil e imposible que parezca y mientras más obstáculos haya que vencer, más disfruto alcanzar lo que me proponga.
  - ¿Gustas del melodrama como género?
-Es un género que te permite plasmar la realidad de manera directa, pero es peligroso. Hay que tener muy claro el tono en el que te vas a mover porque el riesgo de pasarse siempre está a flor de piel y puede provocar reacciones adversas en el público y lejos de comunicarse o hacer que se identifiquen con la historia pueden rechazarla desde el primer plano.

Sugerir es muy difícil y hacerlo con respeto y que la mayoría lo decodifique de manera sencilla, es aún más complejo. No soy amigo de los mensajes explícitos, me encanta creer que el espectador dialoga interiormente a medida que va progresando la historia y se va haciendo preguntas constantemente. Algunas tienen respuestas en la obra, otras en sus propias experiencias. Pretendo seguir esta línea: siempre que pueda hacer reír, llorar, provocar alguna reflexión, cuestionamiento, estaré feliz.
-¿Qué momento te resultó más difícil durante el proceso de  creación?
-El comienzo, la búsqueda de presupuesto para emprender el proyecto fue la parte más compleja y llena de incertidumbres. Aun cuando mi mente siempre se enfoca en visionar el proceso posterior pues creo que lo que tomas como un hecho tiene más probabilidades de convertirse en realidad, la arrancada requirió mucha fe en la fuerza del proyecto.

Tocar puertas, enamorar personas para que te apoyen, conseguir presupuestos es el momento más inseguro pero igual te acercas mucho al proceso creativo porque con los continuos pitching te introduces cada vez más en los puntos fuertes de la historia. Se convierten en tu primera audiencia y así descubres qué es lo más interesante del proyecto.

-¿Cómo lograron la caracterización de Yuliet Cruz? ¿Porto se incorporó enseguida?
-Yuliet es una actriz que lo pregunta todo. Aun cuando crees conocer a fondo un personaje ella hace preguntas inimaginables para ir conformando la psicología de su personaje. El aspecto físico de Miriam era algo que me preocupaba, Yuliet es una mujer muy estilizada y cualquier cosa que le pongas encima le luce bien, por lo que la idea era "deteriorar" un poco esa imagen además de acercarla más a la tez de Esteban por lo que un primer paso fue que se sintiera cómoda con la peluca porque con su pelo natural era imposible obtener esos rizos. Ella adelgazó casi 10 kilos y el vestuario andaba sobre lo anchito además de que maquillaje también hizo su magia para la complementación de esta imagen.
A Porto me lo encontré de casualidad grabando un capítulo de Tras la huella en la esquina de mi casa. Le comenté sobre el personaje y me respondió que yo estaba loco porque él no sabía nada de música y que además tenía el ¨oído cuadrado¨. Miriam Valdés descubrió todo lo contrario: aprende muy rápido y tiene talento para la música. Pasaba tiempo en la locación que iba a ser la casa de Hugo para identificarse con el espacio. Tenía un personaje con un conflicto muy grande: la culpa, el perdón, eran las bases sobre las que se movía este personaje.
-Dime en qué instante dijiste que Reynaldo Guanche sería Esteban?
-Su físico fue lo primero que me llamó la atención. Creo que la primera vez que hablamos me impresionó el carácter de Rey, un niño de solo 9 años y con una madurez impresionante. Es muy serio y de pocas palabras, lo que me venía como anillo al dedo. No me equivoqué, lo demostró durante todos los procesos: el taller de actuación, el entrenamiento de piano, los ensayos con los otros actores, todo a la vez y sin descanso y nunca dijo: estoy cansado o no puedo hacerlo. Trabajó muy duro, pero creo que también lo disfrutó mucho.
-¿Qué significó para ti tener la certeza de que Chucho Valdés haría la música?
-Uf!, soy del tipo de personas que siempre están soñando, creo que conecto muy poco con la realidad, me encanta cuando tengo alguna idea y comienzo a contarla, y a notar que otros se están emocionando o contagiando con lo que les comento y puedo notar cuando dejan de ser simples oyentes y comienzan a ser parte del viaje que propongo.

Recuerdo una frase del ideario latinoamericano: el sueño de uno es sólo un sueño, cuando es de varios comienza a ser una realidad. Maritza aunque también es soñadora es más aterrizada y siempre que exista la posibilidad real de alguna de mis locuras ella no descansa hasta conseguirlo. Con Chucho fue así. Lo soñé y lo pedí. Ella lo hizo realidad. Él conectó con la historia y decidió acompañarnos en este viaje.
-Y ahora ¿qué piensa Jo­nal Cosculluela de su opera prima cuando crítica y público aceptan su obra?
-Esperábamos que la película por su temática tuviera buena acogida por el público, lo que no nos esperamos era que alcanzara una aceptación tan cariñosa como la que ha tenido. Tanto el público como la crítica nos han impresionado. Ahora siento mucho temor y aumenta el compromiso con el público de preparame mucho más para otra entrega. Es sólo el inicio de muchas cosas que tengo por decir y cada vez intentaré dialogar con el público sobre la misma base: las emociones, los sentimientos, provocar reflexiones, risas, lágrimas.

Nada es más gratificante que estar camuflado en una sala repleta de personas y escucharlos tratar de predecir la trama, reírse o verlos llorar; es como si le hablara directamente a cada uno, todos tan diferentes pero con una cosa en común, todo tienen grandes sueños y serían capaces de hacer lo que fuera para conseguirlos.
- ¿Y  crees que hubiera sido posible sin Maritza Ceballo? ¿Cómo es ese dueto de trabajo?
-La imagen del productor y director con el guión bajo el brazo tocando puertas e intentando sensibilizar personas aún la tengo bien grabada en los recuerdos de lo que fueran los primeros pasos de Esteban. Tuve, acompañándome por estos inicios, a dos productores y amigos que cada uno en su tiempo hizo hasta donde pudo y muy bien también, pero tenían otros proyectos, otras obligaciones y realmente este trabajo necesitaba un productor a tiempo completo, Maritza siempre me acompañaba a todas las reuniones y conocía perfectamente el proyecto desde su nacimiento.

Si mal no recuerdo creo que quien le propuso que asumiera la producción de manera oficial fue Adriana Moya porque en definitiva era lo que había estado haciendo sin darse cuenta. Lo conversamos y logré convencerla de que lo único que cambiaría sería el nombramiento oficial porque en realidad ya venía haciendo el trabajo desde el inicio y así se convirtió en la productora general de Esteban; de todos mis proyectos y de otros proyectos y directores. Le agarró el gusto a la producción; sin haberlo soñado nunca, este sueño la alcanzó a ella. Imposible haber hecho Esteban sin Maritza, es una persona muy apasionada con una visión pragmática de la vida; así siempre tiene los pies en tierra y una capacidad impresionante para el control y el orden...
Tenemos dos nenas preciosas Alejandra y Camila. Yo sueño con una tercera pero creo que aquí ya me van a poner los pies en la tierra... Jajajaja
-  Dime cinco de tus directores preferidos (cubanos y extranjeros) y cinco filmes que recomendarías con  los ojos cerrados.
¡¿Solo cinco?!... Qué problema, bueno… los contemporáneos...:
Lars von Trier, Cohen Bros, Benigni, Kim Ki Duk, Titón, Fernando Pérez, Wong Kar Wai...
La vida es bella, La muerte de un burócrata, Clandestinos, Braking waves, Fargo, El arco, In the Mood for Love...

 

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Valia Valdés / Fotos: Cortesía de Tony Quiñones y Johanys Labrado
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Texto y fotos: Luis Casariego
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Jordanis Guzmán Rodríguez

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