Acercamiento al vínculo entre calidad e identificación emocional con los textos audiovisuales

En el siglo XXI, buena parte del mundo es una sociedad mediática en la que proliferan pantallas. Esta omnipresencia influye de manera decisiva en la vida cotidiana y la ocupación del tiempo; al parecer, la necesidad de compartir lo visto por otros, conspira, en ocasiones, contra la educación de la mirada que requiere una actividad selectiva. Esta se consigue mediante el proceso de autoaprendizaje, el cual es imprescindible para desarrollar la capacidad del intelecto y el entendimiento del complejo entorno, propenso a la saturación de los sentidos, de las mentes, al embotamiento perceptivo.

Actualmente imperan en la sociedad todo tipo de discursos, han surgido nuevos usuarios en diferentes contextos, de ahí la necesidad de generar contenidos y puestas atractivas en la televisión tradicional en provecho de la capacidad interpretativa como concepto de apropiación de lo novedoso.

De ningún modo se trata de reclamar mayores privilegios para una u otra disciplina respecto al despliegue de la visualidad, sino ampliar la multiplicidad de enfoques en el contexto general de la transformación de prácticas simbólicas, formaciones culturales y conocimiento del relato histórico.

No por azar le interesan los temas humanos al escritor Eduardo Vázquez Pérez, a él debemos la idea original, el argumento y el guion de la serie LCB: La otra guerra. Al proyecto se sumaron en la escritura Yaima Sotolongo y Alberto Luberta Martínez, director general.

Según considera Vázquez, “desde el punto de vista intelectual me pueden interesar las campañas napoleónicas, la Segunda Guerra Mundial o la historia de los Caballeros Templarios, pero soy cubano. Si a uno le interesa la historia termina enamorado de la propia. Aquí tenemos los archivos, los especialistas y cuando el caso lo requiere, los testimoniantes. En las últimas décadas, mientras los estudios académicos continuaron avanzando, la divulgación de la historia al nivel popular sufrió un retroceso. Pienso en libros escritos por quienes no son especialistas, en clases poco motivadoras y en la ausencia de audiovisuales atractivos con esa temática.

“A la literatura y a la historia las veo como dos brazos de un mismo cuerpo. Las dos tratan sobre conflictos de los seres humanos. Entre documentos viejos, monótonos, la historia muestra materiales reales. La literatura con su libertad le devuelve los latidos a ese corazón y el cine le añade la manera de mostrarla”.

Luberta Martínez precisa que el concepto de la puesta es entretener mediante el relato de una historia apasionante apenas conocida por la población.

En el empeño influyeron técnicos, asesores e intérpretes noveles y consagrados, entre ellos, primeros actores y actrices como María Teresa Pina, convincente, orgánica con su personaje.

El complejo acto de ver exige una sistemática entrega a los públicos de saberes y disciplinas que contribuyan a la recepción cultural reflexiva. De igual modo, el destaque de filmes, documentales, series, entre otros audiovisuales, debe encaminarse al aprendizaje de leer, descifrar códigos, a la interpretación de textos icónicos, lingüísticos y de valores positivos.

El hábito de comprender lo mejor de la literatura y del audiovisual se construye desde edades tempranas. Igual ocurre con el gusto que no nace, se forma.

De acuerdo con el semiólogo ruso Yuri Lotman (1922-1993), “el texto se presenta ante nosotros como un complejo dispositivo que guarda variados códigos capaz de transformar los mensajes recibidos y de generar nuevos mensajes, es un generador informacional que posee rasgos de una persona con un intelecto altamente desarrollado.

“Esto cambia la idea que se tenía sobre la relación entre el consumidor y el texto. En vez de la fórmula el consumidor descifra el texto es posible una más exacta: el consumidor trata con el texto”.

La digitalización y las nuevas prácticas de uso del medio televisual indican cambios acelerados: los de menos edad pasan del consumo lineal hacia otras pantallas, tabletas, computadoras, celulares, y mediante el uso masivo de las redes sociales, los sujetos dejan de ser pasivos para convertirse en productores-difusores o productores-consumidores.

Pensar el entretenimiento desde la cultura propicia adquirir conocimientos, el disfrute de saberes, la complacencia de destinatarios que buscan la revalorización del tiempo privado y la calidad de la existencia.

La relación entre calidad, identificación emocional y memoria, valida la relación entre categorías estéticas, jerarquías artísticas y el posicionamiento indispensable para reactualizarse, sobre todo en el dominio de nuevas narrativas que demandan inteligencia lectora.

Todos los involucrados en la realización audiovisual tienen la misión de renovarse constantemente, pues son productores simbólicos, creadores de sentido de la visualidad que reclama el panorama mediático contemporáneo.

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