Aproximaciones a preceptos de un género preferido por generaciones

En toda buena historia la imaginación no violenta la construcción de una realidad sino que se basa en ella. Como en toda narrativa ficcional del género policíaco se arma la trama desde el eje de un acto criminal o delito que impulsa las acciones dramáticas, requisito esencial para seducir a los públicos siempre en espera de un relato entretenido en sintonía con la “verdad” del diario acontecer.

Dicha exigencia reclama capacidad creativa del guionista y el equipo de realización al presentar casos reales o imaginados; o sea, no tal cual ocurren en la vida, sino mediante la recreación de acontecimientos, situaciones, conflictos, circunstancias propiciadoras del delito y sanciones correspondientes a sujetos implicacados.

Durante la programación de verano en la televisión, el policíaco se privilegia en filmes, series, unitarios. Algunos, como Miss Marple, retoman procedimientos empleados por Agatha Christie: la observación, lo intuitivo, para llegar a conclusiones parciales y definitivas. Otros programas: Expedientes X, Cómo salvarse de un crimen, hacen énfasis en los procedimientos científicos o en la especulación metafísica, mantienen convenciones de contenido, formales, estructurales, dramatúrgicas de ambientes y personajes.

Desde diferentes visiones asumen la noción de realidad social. Los creadores son conscientes de que todos los miembros de una comunidad no poseen conocimientos, vivencias, actitudes axiológicas idénticas sobre códigos de la práctica cultural, entendida esta en la amplia acepción del término que implica sistema de valores y productos materiales. Por ello, cada emisión debe sustentar una coherente organización del relato, justicia, legalidad, ética, sinceridad individual, construcción de la moral colectiva íntegra.

No siempre ocurre así. En exclusiva para nuestra publicación, la escritora Nilda Rodríguez (Su propia guerra, Tras la huella), precisa: “en general, en los policíacos extranjeros, fundamentalmente norteamericanos, se muestra la violencia en grandes extremos que hieren la sensibilidad del espectador, transmiten mensajes dañinos a niños y jóvenes. El policíaco requiere de acción física y dramática, pero esta puede lograrse sin mostrar comportamientos exagerados, los cuales son apoyados por una visualidad que acentúa la violencia.

“El exceso de violencia es también reflejo del mundo tan convulso en que vivimos. En Cuba, el género es un instrumento que contribuye de manera entretenida a reforzar valores, denunciar conductas inapropiadas y neutralizar posibles acciones delincuenciales, claro está, siempre que lo logre con un alto nivel de realización artística mediante guiones que profundicen en las causas de los hechos y muestren el complejo entramado de la sociedad. Llevamos varios años recorriendo este camino, en el que debemos seguir avanzando”.

La verosimilitud otorga a todo texto audiovisual lo creíble legitimador, garantiza la identificación del relato. Por eso, resulta esencial la sintaxis de la narración y quienes la interpretan.

La escritora Nilda Rodríguez defiende la calidad expresiva del género policíaco.

Renombrados actores y actrices, entre ellos Martha del Río y Rogelio Blaín, demuestran la importancia de hacer creíble lo que dicen y cómo lo dicen. Tienen la capacidad de construir el equivalente de la complejidad que caracteriza las acciones en la vida.

El escenario audiovisual contemporáneo se transformó por tecnologías, contaminaciones estéticas, redes, pantallas, dada la avalancha de nuevos medios o experiencias interactivas que satisfacen las necesidades de la comunicación y del entretenimiento.

Sensibilizar a los públicos con las problemáticas más complejas de la sociedad es uno de los desafíos que afronta el medio televisual, este deviene escenario de producción y apropiación de significados, construcciones de imaginarios e identidades, dentro de ellos, lo educativo es una dimensión esencial, enaltecedora.

Las transformaciones del sentido de la comunicación crean nuevos espacios, el flujo de programas de la TV requiere ser pensado desde nuevos lenguajes, saberes, consumos participativos.

Los valores culturales, éticos y estéticos constituyen una práctica vital que debe perdurar en la narrativa televisual de manera atractiva. En la antigüedad, los griegos no conocían el término creación, ni el de creador, les bastaba con hacer.

En la era de la comunicación cultural se transmiten conocimientos, innovaciones, rupturas mediante la conflictiva experiencia de apropiaciones e invenciones de códigos y mensajes significantes para espectadores diversos, pues cambió la posición del destinatario, este logra sinergias con textos que se transmiten mediante dispositivos tecnológicos, conectan a usuarios interesados en intercambiar juegos participativos, series, cortos producidos en casa.

Diferentes vías y estéticas propician entender la TV actual, es preciso tener conciencia de referentes comparativos con los cuales la producción nacional queda emplazada ante los ojos de los públicos entrenados, atentos a la visualidad contemporánea.

El riesgoso juego con las emociones exige apostar por el gusto estético, la reflexión mesurada, ninguna sociedad puede reproducirse sin una transmisión de los saberes sociales, el desarrollo cultural y la facultad imaginativa del humano imprescindible en cada etapa de la vida.

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