Para una buena parte de los  habitantes de Cuba decir Gladys Rubio es pensar en ciclones. Ningún otro profesional logró dialogar con José Rubiera como esta periodista, que impuso una manera peculiar de decir su nombre, pero ella es mucho más que hablar bien sobre eventos meteorológicos.

A Indira Roman se le asocia inmediatamente con el Noticiero Cultural, del que es su presentadora habitual, pero ella también es mucho más que eso.

La seguridad y la osadía de Gladys para cubrir huracanes, inundaciones, en el Instituto de Meteorología, o en zonas anegadas, también desde un helicóptero, junto a la seguridad que transmite a la hora de dar una información, la han convertido en una profesional que cuando aparece en el Noticiero, los ojos se levantan y los oídos se azuzan.

Disfruta informar y comentar avatares diversos de la ciencia, en la que escudriña para devolvernos de forma simple aspectos que son complejos, y Gladys puede convertirlos en asuntos entendibles para todos los televidentes.

Una “todo terreno” incursiona  en reportajes y crónicas históricas a las que les insufla datos pocos conocidos, sobre todo una sensibilidad especial en la que sus palabras brotan a corazón abierto.

A Indira la conocí como Indirita cuando acabada de graduar o en el último año de la carrera de periodismo, realizaba el  Boletín de la Sección de Crítica  de la Asociacion de cine, radio y televisión de la UNEAC.

Luego empezó a salir en la televisión, casi siempre con asuntos relacionados con el arte, hasta que Luis Morlote y su equipo la captó para que fuera la conductora del Noticiero Cultural, un programa diario de lunes a viernes, que intenta ofrecer una fotografía de la creación en todo el país. En ese espacio la hemos visto crecer.

Ese “es su programa” no sólo porque lo conduce bien, sino por la entonación oportuna que aporta a notas que presenta, correos electrónicos que lee e incluso la introducción de los spot que sirven de cortinas en el programa.

De las presentadoras jóvenes televisivas, Indira es una de las que mejor articulan. Sus palabras se escuchan muy bien por la dicción y seguridad con que transmite las notas que lee o comenta. No se lo he preguntado, más segura estoy que ha pasado algún curso para hablar mejor.

Ahora bien,  en los últimos meses nos ha arrastrado de la mano a ver las esculturas José Villa Soberón enclavadas  en La Habana Vieja  o  detalles de vetustos edificios  de ese lugar tan mágico como maravilloso,  que obnubila  a habitantes de nuestro país o de cualquier parte del globo terráqueo.

La cámara realiza la foto, pero la voz de Indira hace que el televidente aprehenda una pieza, una fachada, una esquina por su belleza o porque es de una singularidad tal que invita al estudio.

Las crónicas de esta muchacha recuerdan por momentos las de Julio Acanda porque como las de ese colega, tienen la información y la poesía de las piedras, los seres humanos, edificios, calles, cosas que pueblan nuestro mundo y a veces no reparamos en ellas.

Gladys e Indira, cada una en su manera de decir, logran  casi siempre que el televidente reciba la noticia envuelta en papel del buen espectáculo informativo.

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