Sin duda alguna, la infancia es una de las etapas definitorias en la formación y el desarrollo de los seres humanos; aquella donde se forja el carácter, se descubren vocaciones y se aprende a ser un elemento vivo y funcional dentro de la sociedad en la que habitamos.

No es fortuito entonces, ver a los contenidos audiovisuales como herramientas formativas que, conjunto a la escuela y al hogar, condicionan positiva o negativamente las conductas de nuestras niñas y niños. En un mundo cada vez más conectado, donde los videos juegos, las redes sociales y otros productos tecnológicos, son, muchas veces, promotores de violencia, bullyng y baja autoestima en los más pequeños, se hace necesario repensar esos contenidos y la audiencia que los consume.

Por mucho tiempo la televisión cubana ha realizado una encomiable labor en el diseño y puesta en pantalla de programas infantiles que resalten los valores esenciales que hagan de nuestros niños personas buenas y sensibles. Pese a los cortos presupuestos con los que se producen los programas destinados a los más pequeños, la imaginería y creatividad de guionistas y realizadores han logrado la conexión con esta audiencia tan especial.

Pero los tiempos son otros; la infancia de hoy no es la misma de hace 15 0 20 años atrás. Ahora la televisión no es la única vía donde los padres mantienen entretenidos a sus hijos, y en esa “multimedialidad” de la vida contemporánea, yacen algunos peligros relacionados con el contenido y la forma de aquellos materiales vistos por los más pequeños.

No todo dibujo animado o serie de corte infanto-juvenil está diseñado para todas las edades. Cada etapa de la infancia tiene sus particularidades, y es importante reconocerlas para un mejor diseño de nuestros programas televisivos, que desplacen un tanto, aquellos otros productos a los que tienen acceso mediante el paquete y las redes.

Si tiempo atrás, el uso de las marionetas y otros elementos titiriteros, atraía con inmediatez a los pequeños, ahora ese recurso debe ser minuciosamente analizado: pensar en los diseños, la paleta de colores, la movilidad del muñeco y la ejecución del artista que le da vida. El niño de hoy le huye a lo esperpéntico, a lo mal hecho, a lo que le suene falso. Sin embargo, sabe reconocer cuando hay arte, fantasía y brillo, en lo que se le propone desde el atrezo y la escenografía.

La inclusión es también un asunto pendiente dentro de los contenidos audiovisuales para los niños. Mientras más rica sea la representación de las realidades en la que conviven, más identificados, representados y validados han de sentirse. Temas como la infancia en ambientes rurales, las discapacidades, las identidades, urgen ser tratados con responsabilidad y compromiso artístico.

Sigue faltándole a la televisión una buena revista infantil, que desde una dramaturgia cavilada complazca diversas necesidades lúdicas y de conocimiento. También falta un programa de competencia, otro de opinión, y sobre todo, carecemos de esa estética audiovisual más conectada con el mundo en que habitamos.

Una serie infantil cubana de ciencia ficción o fantasía podría ser un interesante intento de rescatar nuestros propios mitos, tradiciones y literatura en estos géneros. Tenemos tanto que contar, tanto que aportar audiovisualmente desde nuestra identidad insular, que seguir postergándolo por las faltas de presupuesto, es simplemente ceder terreno y favorecer a contenidos internacionales no siempre edificantes ni en consonancia con nuestros sistemas de valores.

Repensar la infancia desde la televisión implica garantizar una educación integral, de calidad para los niños, promoviendo valores y estimulando el pensamiento crítico. Solo así podemos contribuir al desarrollo pleno y feliz de nuestros niños, adolescentes y jóvenes.

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