Centenares de informaciones generó la noticia de su muerte. En INTERNET lo acribillan con todo tipo de comentarios. Desde su supuesta bisexualidad, la pérdida de su fortuna, cantidad de amantes e hijos, su guerra contra Hollywood, y por supuesto - no lo pueden negar-, su calidad como actor. Sin embargo, poco hablan de sus opiniones políticas y de sus luchas por hacer filmes que se adentraran en problemas cruciales de su país. Marlon Brando - para muchos el mejor actor de todos los tiempos- polémico e irreverente, merece un acercamiento más equilibrado a su telúrica existencia.
EL HOMBRE
Todos tenían apodos en la casa, el suyo era Bud. Así firmó decenas de cartas a sus padres o a sus hermanas. Era un niño díscolo, pendenciero pero inteligente. Había nacido el tres de abril de 1924, en Omaha, en el estado norteamericano de Nebraska Como su padre, se llamaba Marlon Brando pero para su familia siempre fue Bud.
“Lo que más recuerdo de mi infancia en relación con mi padre es que me ignoraba. Yo llevaba su mismo nombre, pero nada de lo que hacía le gustaba, ni siquiera le interesaba. Disfrutaba cuando me decía que nunca haría nada bien”, cuenta el actor en su libro Brando sobre Brando. Y también dice: “Mi madre conocía todas las canciones que se habían escrito, y por razones que desconozco, tal vez porque quería complacerla, yo memorizaba todas las letras que podía”
Su madre, Dorothy Pennebaker, ejecutiva del Teatro Comunitario de Omaha, lo llevó por primera vez al teatro junto con sus hermanas Frances y Jocelyn, ambas mayores que él.
La infancia y adolescencia de la futura estrella trascurrió en Omaha, Evanston, Santa Ana, California, y Libertyville. Los traslados, causados por separación reconciliación de los padres, inluyeron en que Bud conociera todo tipo de gente, jugara con niños negros y también con indigentes.
Al padre autoritario y despótico se unió una madre alcohólica. “A menudo he pensado -decía- que habría resultado mucho más positivo haber crecido en un orfanato” Su mejor recuerdo de esa época lo dirige a Ermi, una institutriz de la que se enamoró cuando tenía cuatro años.
De niño pensó ser sacerdote, a los 11 años sufrió la primera separación de sus padres y a los l4 decidió que se ganaría la vida tocando tambores. Fue un mal alumno.
Para corregir las indisciplinas del hijo, el padre lo internó en la Academia militar de Shattuck. Allí jugó rugby y perdió el menisco, también fue expulsado. “En el ejército creyeron que yo estaba loco. Cuando llené los formularios, debajo de Raza escribí: "Humana"; debajo de Color puse: “Depende”, contó años más tarde. Pero en aquel centro al que nunca volvió, cuando siendo famoso lo invitaron, encontró a un maestro singular; Duke Wagner, de la Asociación de arte dramático de la escuela. Duke fue la primera persona que lo incluyó en una pieza teatral y cuando fue expulsado le vaticinó que llegaría a ser una persona importante.
De la férrea disciplina castrense pasó al vagabundeo absoluto por Nueva York. “Casi perdí la cabeza al descubrir la música afrocubana”, recuerda de sus andanzas al Palladium.
Desde entonces Bud estuvo detrás de su verdad: “Voy de un lado a otro buscando alguna respuesta, pero no la hay. Nada de nada. Me he vuelto loco pensando en la verdad y los distintos aspectos. Nada tiene sentido. A mi alrededor hay demasiada amargura y temor, odio y falsedad. La sociedad no te permite ser decente porque siempre está asustada”.
Defendió a los judíos, a los negros, a los indios... “Washington es a todas luces enemiga de los negros y me estoy volviendo loco”, le escribió a su madre y tiempo después, según su testimonio, “durante los años sesenta y setenta ocurrieron cosas que ahora muchas de ellas han quedado desdibujadas. Aún trataba de dar algún significado a mi vida y me alistaba en casi cualquier campaña que, a mi entender, contribuyera a poner fin a la pobreza, la discriminación racial y la injusticia social (...) En Estados Unidos siempre hemos temido intocables: los indios, los negros y los homosexuales ¿quién sabe cuáles serán los próximos (...) A finales de los cincuenta y principios de los sesenta, cuando tomó forma el movimiento de los derechos civiles, hice todo lo que pude por apoyarlo. Viajé al Sur con Paul Newman, Virgil Frie, Tony Franciosa y otros amigos para unirme a las marchas por la libertad y estar junto s Martin Luther King. En la Marcha sobre Washington, me hallaba a pocos pasos de King cuando pronunció su famoso discurso, que comenzaba diciendo “tuve un sueño”. Fue un hombre al que admiré profundamente (...) Gracias a los Panteras Negras comprendí lo protegida que había estado mi vida de blanco y que, a pesar de toda una vida de búsqueda, curiosidad y simpatía, jamás comprendería lo que significaba ser negro. Había límites a la simpatía; para mí era imposible ponerme en la horma de sus zapatos”.
El fotógrafo Gordon Parks recuerda: “La noche en que asesinaron a Martin Luther King, yo estaba con Marlon Brando, quien quedó espantado. Se abalanzó sobre el teléfono y llamó al cuartel general de los Panteras Negras para pedirles armas y marchar sobre Washington”.
“Cuando los indígenas depusieron las armas, los matamos, los sometimos, los engañamos y los echamos de sus tierras. Los convertimos en mendigos en un continente que proveía a todos desde que la mente puede recordar”, dijo en otra oportunidad.
En un viaje a Asia descubrió “algo muy distinto aunque el colonialismo agonizaba, los países industrializados seguían explotando la economía de las excolonias (...) La mayoría de la gente sólo quiere su lata de cerveza y su telenovela; pero hay cosas importantes: el alimento, UNICEF, la agresión humana y la injusticia social en cualquier parte del mundo”
Este es un razonamiento suyo: “Abandonábamos la era del macartismo, cuando la vida de muchas personas había quedado arruinada porque numerosos estadounidenses habían aceptado el mito de que todo comunista –o cualquiera que alguna vez hubiera tomado una copa con uno- era la encarnación del mal, mientras pasaba por alto la malignidad de Joe Mac Carthy, quien era una amenaza más peligrosa que la gente que perseguía”.
Aún fue más tajante: “Contamos con una abundancia de cosas materiales, pero una sociedad que funciona bien crea personas felices, y nosotros creamos más personas desdichadas que casi cualquier otro lugar de la tierra. He viajado por el mundo entero y jamás he visto personas tan desgraciadas como en los Estados Unidos”.
Hombre polémico, si bien abrazó causas justas despreciaba lo que llamó el dogma marxista. Así lo refleja en sus memorias sobre Gillio Pontecorvo, el director italiano que lo dirigió en Quemada.
“No soy inocente, también hago cosas por el vil metal. He actuado en películas estúpidas porque quería dinero”, admite en sus memorias en las que cuenta que por un papelito en Superman ganó 14 millones de dólares y por cinco días de trabajo en Cristóbal Colón, el descubridor, otros cinco millones.
Amasó una fortuna colosal que de igual forma dilapidó en decenas de proyectos, especialmente en Tetiaroa, isla que compró para refugiarse cada vez que se sentía hastiado. “Una razón por la cual me gustaba estar con los indios era que no daban a nadie el tratamiento de estrella de cine”, confesó.
“Para mi no hay en el mundo nada que me produzca tanta alegría de vivir y me parezca tan seductor como la risa. Es como una medicina”, dijo al valorar sus relaciones con los tahitianos.
Con la prensa sólo tuvo desencuentros: “Odiaba a cualquiera que intentara invadir mi vida privada, especialmente cuando afectaba a mis hijos, pero sobre todo a esos fotógrafos (...) Cuando la prensa inventó historias sobre mí, fingí indiferencia por lo que se decía y por lo que los demás pensaban de mí. Creo que resulte convincente en esa pose de indiferencia, pero sólo era una máscara (...) Se esperaba que los actores adularan a los periodistas, que mostraran un rostro feliz, que les proporcionaran detalles jugosos sobre su vida, que siguieran su juego, porque así ayudarían a vender entradas a las películas y determinarían el curso de la carrera. Pero a mi no me importaba la publicidad”
Casado en tres oportunidades, con tres artistas: la galesa Anna Kashfi, en 1957, Movita Castenada, en 1960 y la tahitiana Tarita Teripia, según los rumores mantuvo relaciones con su empleada de hogar guatemalteca, con la que podría haber tenido tres hijos. De sus matrimonios, que duraron poco tiempo, y sus amantes tuvo nueve hijos, más otros dos que adoptó.
Precisamente, por sus hijos su vida entró en total declive en la década de los noventa. Christian, el primogénito, fue condenado el 28 de febrero de 1991 a diez años de prisión en Santa Mónica, en el estado norteamericano de California, por el asesinato del novio de su hermanastra Cheyenne.
Brando, como testigo, había interpretado el papel más amargo de su vida: contar la difícil infancia vivida por su hijo. En agosto de 1990, cuando se inició el proceso, había entregado su mansión de cuatro millones de dólares como fianza para la libertad provisional de Christian.
Vendió su querida isla de Tetiaroa, comprada en 1966. Ni su dinero, ni la solicitud de clemencia, impidieron la condena del hijo y que cumpliera la mitad en la cárcel.
Avejentado y engordando hasta cifras impensables, se retiró. Volvió al plató sólo por ganar el dinero que necesitaba. Aún preso Christian, Cheyenne, se suicidó el 17 de abril de 1995 en la mansión que el padre poseía en la isla polinesia de Papeeta. Tras el trágico hecho, Brando fue ingresado por una grave depresión en un hospital de Los Angeles.
Fanático de INTERNET en sus ochenta años, enemigo del cigarro porque le entorpecía aun más la visión, en la biografía de Patricia Ruiz Brando in Twilight se afirma que el actor vivió sus últimos días casi en la indigencia en una claustrofóbica habitación, con deudas que alcanzan los 20 millones de dólares. Subsistía gracias al seguro social y la pensión otorgada por el gremio de actores, el Screen Actors Guild. Sin embargo, cuando se abrió su testamento se asegura que en valores materiales poseía más de veintiún millones de dólares que legó a sus herederos.
"Fue rápida y sencilla, como él hubiera querido", dijo sobre su muerte Jocelyn Brando, la hermana, actriz también, que lo sobrevivió con 84 años y estuvo con él la tarde del primero de julio cuando falleció.
El hombre que años antes había escrito “Lo que más me sorprende es lo que he llegado a ser. No recuerdo haberme propuesto alcanzar el éxito”, dejó un férreo guión para cuando llegara su muerte: una ceremonia íntima de incineración, con la familia y muy pocos amigos, ninguna prensa. Así fue.
EL ACTOR
"Marlon nunca tuvo que aprender a actuar. Ya sabía hacerlo. Desde el comienzo fue un actor universal. Para él no había nada humano que fuera extraño”, aseguró en más de una oportunidad Stella Adler, la persona que Brando, a su vez, señala como su mentora, y sobre la que afirmó: “tenía el toque revelador, verdaderamente profesional, nunca le dieron una oportunidad”.
Llegó a Stella porque matriculó en New School for Social Research. El taller dramático, lo dirigía Erwin Piscator, pero su alma, al decir de Brando, era Stella. Con ese grupo ensayó Noche de reyes, pieza que no llegó a representar en el estreno porque lo botaron, cabalgaba a una actriz en el lugar y hora inapropiados. Así, su primera obra de teatro fue I remember mama, estrenada el 19 de octubre de 1944. Le seguiría Truckline café, producida por Elia Kazan y con la primera que llamó la atención de los críticos.
Cándida, fue la siguiente pieza y en ese lapso hizo en vivo en la televisión Come out figting, programa en el que interpretaba a un boxeador. Una ducha fría e inesperada para que encarnara bien el personaje hizo que dijera adiós para siempre a la pequeña pantalla.
Le dieron a leer, Viene el repartidor del hielo, de O´Neill, pero no la entendía. Discutió, argumentó para que cambiaran el texto y no hizo la pieza. Luego de llevada a las tablas, resultó ser una obra cumbre del gran dramaturgo. Brando reconoció tardíamente su estupidez.
Integró el elenco de A flag is born, obra dirigida por el hermano de Stella y que defendía el derecho de los judíos. Con ella fue a actos políticos y a colectas públicas. El águila lujuriosa fue la que precedió a Un tranvía llamado deseo, de Tennessee William.
Para encarnar a Stanley Kowalski, tenía que recibir el visto bueno del dramaturgo. Fue a visitarle a su casa, llegó tarde, le ayudó en unas tareas hogareñas y le farfulló los parlamentos. “No sabes el alivio que supone haber encontrado este Stanley que Dios nos envía en la persona de Brando. Humaniza al personaje”, le escribía el dramaturgo a Audrey Wood el 29 de agosto de 1947. La obra se estrenaría, bajo la dirección de Elia Kazán, el tres de diciembre de 1947. Marlon Brando tenía 23 años y ancló una manera de actuar. Su Stanley Kowalski revolucionó el mundo de la actuación. Un tranvía... estuvo en cartelera por casi dos años.
Por esa época comenzaron a hacerle ofertas desde Hollywood, pero a él no le interesaban. Su mundo era el teatro. Leía obras teatrales, filosofía y geografía. Cuenta que por entonces descubrió Tahití.
Por fin, en 1950 se estrenó Hombres, un filme de Fred Zinnemann con guión de Carl Foreman. Marlon interpretó a Ken Wilocek, un soldado paralítico. Para tener la experiencia ingresó en el Hospital de Veteranos de Birmingham, como si fuera un realmente un joven que no podía caminar. Fue la primera película del ya reconocido actor de teatro.
Le siguió Un tranvía llamado deseo, bajo la batuta de Kazán. Aunque el argumento original fue censurado por Hollywood, Brando considera que el filme fue mejor que la pieza de teatro.
En la década del cincuenta actuó en once de sus poco más de cuarenta películas. Obtuvo su primer Oscar por Nido de ratas, 1954, y fue nominado por otras cuatro. Por ¡Viva Zapata!, mereció el premio al mejor actor en Cannes, en 1952.
"Si en la historia del cine estadounidense hay un trabajo mejor que éste, no lo conozco", dijo en 1954 el director Elia Kazan. Con este director realizó tres filmes, pero su amistad entró en crisis porque Brando no le perdonó al cineasta que denunciara ante el gobierno estadounidense a varios intelectuales con ideas comunistas.
Como director sólo tuvo una experiencia en 1961 con el filme El rostro impenetrable, un western poco apreciado por crítica y público, aunque algunos lo consideren ahora un clásico del Oeste.
“Algunas de las películas en las que actúe en los años sesenta tuvieron éxito, otras no. En algunas comoLa noche del día siguiente, solo actué por dinero, en otras, Candy, porque me lo pidió un amigo” confiesa en sus memorias.
Precisamente, fue en esos años que se agudizó su guerra personal con Hollywood. Buscó apoyo para realizar filmes donde se abordaran temas cruciales para él como la discriminación racial, la carrera armamentística, el despojo que sufrieron los indios y la destrucción del medio ambiente. Pero esos temas no le interesaban a los grandes estudios.
En oportunidades entablaba una sola batalla. Hollywood lo quería a él como estrella y él ponía condiciones como en El motín del Bounty. En el contrato firmado se aseguró que se cambiaría la imagen atontada de los nativos de Tahití, plasmada en el guión. También Brando impuso que se hiciera notar la diferencia entre la tranquila y feliz comunidad indígena de la época y los invasores ingleses, llenos de avaricia y violencia. A pesar del contrato, los productores no cumplieron ¿qué hizo Brando?. Afeminó a su personaje, un oficial, a tal intensidad que Hollywood lo demandó judicialmente.
A Desiree, otra de sus películas, hubo que aplicarle mucha tijera. El Napoleón de Brando se pasaba el tiempo masticando chicles. “Si alguien me ofendía devolvía el golpe”, dijo en sus memorias.
Afirmar que Brando siempre tuvo la razón en sus querellas con los productores sería pecar de ingenua. Neurótico, en manos de siquiatras que no le resolvían nada, fue polémico, irreverente y desafiante.
Cuando la crítica y el público coincidían en aplaudirlo, y colocarlo como bandera de Actor's Studios, Brando desafió a la fama: “El método fue una expresión popularizada, degradada y mal empleada por Lee Strasberg, una persona por la que siento poco respeto, intentó a atribuirse el mérito de haberme enseñado a actuar. El nunca me enseñó nada. Iba a Actor Studios porque Elia Kazán daba clases. (...) A mí (Stella) me enseño a ser auténtico y a no intentar fingir una emoción. Gracias a Stella la interpretación cambio durante los años 50 y 60 (...) El trabajo del actor consiste en penetrar en la variedad de emociones y experimentar las que son apropiadas para su personaje y para su argumento”.
Con Hollywood fue un látigo: “Si hubiera trabajado en una película estúpida que recaudase millones de dólares, me habrían felicitado por mi éxito. Pero como una buena película como Quemadano había recaudado demasiado dinero, se le consideraba un fracaso. En Hollywood felicitan a cualquiera que sea capaz de hacer pasar el dinero del bolsillo del público al de los productores, porque esa es su única medida del éxito”.
Precisamente Quemadaes buen ejemplo de cómo era Brando en el set. En sus memorias narra que en Colombia, donde se filmó la película, Pontecorvo no le daba igual comida a los negros extras que a los blancos. Él exigió igual trato y como no lo cumplieron, tomaba el avión y volaba a Los Ángeles. ¿Cierta esa la causa?. Tal vez, o quizás fue el pretexto del actor para salir del infernal calor de la filmación.
La fama de conflictivo hizo que los estudios no lo tuvieran en cuenta. Cuando se iba a filmar El padrino, Brando se interesó por el guión. Con mas de 40 años, era, sin embargo, muy joven para Don Corleone, pero cuando llegó caracterizado frente a Coppola, el director sólo vio al capo mafioso. Ahí mismo terminó el casting.
Nominado para el Oscar por ese papel, el actor envió a una india a recibir la estatuilla si se la daban. Y efectivamente así fue. Abuchearon su mensaje, en el momento en que más de 200 indios se encontraban sitiados en Wounded Knee. Hollywood no entendió el gesto pero para Michael Smith, fundador del Instituto de Cine Indio Americano “fue una poderosa declaración de principios que contribuyó a cambiar nuestra imagen".
“Cuando el mundo tiene tantos problemas graves, resulta preocupante ver que un acontecimiento tan intrascendente adquiere semejante importancia”, dijo Brando sobre el Oscar.
Ese mismo año (1972) filma El último tango en París, con Bernardo Bertolucci, un filme de culto, trasgresor en la época que se rodó y que para muchos es el mejor reflejo del gran actor que fue Brando.
Siete años después llegaría el turno, también con Coppola, a Apocalipsis Now, filme en el que como en ningún otro, Brando es un ladrón de personajes. Su coronel Kurts, en pantalla unos 20 minutos de más de dos horas de película, es lo que uno recuerda de esa cinta sobre la guerra de Vietnam.
Su caracterización de un abogado anti-apartheid, en Una estación seca y blanca -realizado hace apenas 15 años- por poco le hace ganar un tercer Oscar como mejor actor secundario.
Don Juan de Marco (1995), y The Score (2001) fueron sus últimos filmes, en tanto imagen. Ya incinerado se supo que personificó a una mujer anciana en el filme animado Big Bug Man. La voz de Brando dio vida a Mrs. Sour, una viejecita que luce una peluca de rizos rubios, vestido, delantal de cocina, guantes y un maquillaje contundente. "El aporte de Brando para esta película fue magnífico”, señaló Bob Bendetson, uno de los directores del film animado y autor, a la vez, de su guión, quien acotó “que con este papel (Brando) había cumplido un sueño. Por alguna razón que desconozco era una de las ambiciones de su vida.”. La película debe verse dentro de dos años.
Lo que pudiera ser un legado docente de su forma de actuar, se ha vuelto un enigma. En el 2001, Brando ofreció durante quince días un seminario con clases magistrales de interpretación cuyas grabaciones están perdidas en una larga batalla legal y personal. Se trata de Lying for a Living (algo así como "mentir para vivir"). Se dice que en esas jornadas volcó todos sus conocimientos sobre actuación. Trató de vender las grabaciones pero se enredó en asuntos legales y lo que pudo ser una buena base material de estudio, no se ha podido utilizar.
Muerto el actor, crece el mito para sus compañeros:
Robert Duvall: "En Apocalypse... no lo vi porque trabajamos en diferentes partes, pero en El padrino sí lo hice y compartimos buenos momentos, con muchas risas y bromas. Era un gran actor de teatro, aunque se aburría y no le gustaba trabajar diez veces por semana porque no tenía demasiado respeto por su profesión". Cuando estrenó The Apostle recibió una carta de Brando que fue "igual o más importante que la candidatura al Oscar al mejor actor por ese filme. La carta, que contenía muchos halagos por mi actuación y mi futuro, es muy importante para mí. Había mucha sinceridad y honestidad en sus palabras, fue muy directo. Hasta hace poco daba clases de actuación y se maquillaba para hacerlo, era algo fuera de serie".
Gillio Pontecorvo: "A pesar de nuestras riñas furibundas, le tenía una enorme estima; es el mejor actor con el que he trabajado nunca. Por cultura e inteligencia, estaba un palmo por encima de todas las otras estrellas americanas. Durante el rodaje de Quemada. Una vez le hice repetir una escena 41 veces, y él me replicaba buscando cualquier pretexto para discutir, era un hombre de una sensibilidad monstruosa, pero quisquilloso como un caballo de raza".
Michael Winner: “Fue un querido amigo durante 34 años, el más maravilloso, amable y sincero, con principios, y sobre todo ingenioso, divertido y leal. Transformó la actuación, de la declaración de estilo del teatro a una interpretación basada en el comportamiento, que influyó a las generaciones venideras y aún influye a los actores jóvenes. No me cabe duda de que ha sido el actor de cine más admirado de la historia. Tenía la fama de ser extraño y difícil. Pero yo trabajé con él. Era el actor más profesional, servicial y puntual que jamás he conocido".
Francis Ford Coppola: "Marlon odiaba la idea de que la gente ofreciera sus comentarios sobre la muerte de alguien. Todo lo que diré es que me entristece que se haya muerto".
Bernardo Bertolucci. "Con lágrimas en los ojos, pienso que con su muerte Marlon se ha hecho inmortal. En Actor's Studio, aprendió mejor que sus compañeros a sentirse otro, a convertirse en un revolucionario mexicano, un Ángel del Infierno, un descargador de muelle de Nueva York, un árbol o un río. El cine pide por lo general que un actor entre en la piel de otro. Yo, al contrario, le pido que exprese en la película sus vivencias como hombre y actor. Pero quizás él ya era inmortal en París, en el puente de Passy: eso es lo que ciertamente pensaba todo mi equipo de filmación de El último tango en París, hipnotizado como estaban por su presencia. Para los amantes del cine, él fue quizás la única auténtica leyenda que alguna vez existió".
Andréi Konchalovsky: "He aprendido muchísimo de Brando, tanto en lo relativo al arte, como a la filosofía y la vida misma. Su muerte abre una herida en el cuerpo de la cultura norteamericana y conmoverá a todos los admiradores de su talento".
Al Pacino: “Estoy choqueado y profundamente triste por la pérdida del más grande genio actor de nuestro tiempo. ¿Qué haremos sin Marlon en este mundo?".
Eve Marie Saint, su compañera en Nido de Ratas: “La experiencia tan maravillosa que fue trabajar junto a él. Las escenas con Brando son algo que guardo como un tesoro. Él fue uno de los actores más generosos y talentosos".
Jay Kanter, uno de los amigos de Brando, "no quería coronas mortuorias, sino dinero para donar a investigaciones médicas u organizaciones ambientales".
Jack Nicholson: "Marlon Brando fue un artista monumental, un genio increíble, como Miguel Ángel o Picasso. Él fue el inicio y el fin de su propia revolución. Nadie está a la altura de ese molde. El día que Marlon Brando muera todos subiremos un peldaño. En mi generación, siempre fue Marlon Brando y siempre será Brando”.
James Caan: “Influyó a más actores de mi generación que ningún otro actor. Todo el que niegue semejante cosa no comprendió nada de lo que ocurría”.
Gilles Jacob, presidente del Festival Cinematográfico de Cannes: “Marlon Brando fue el más grande. Es un titán del cine cuya actuación origina el cine moderno. Merece elogio la manera de moverse, la manera de ocupar el espacio a su alrededor, la fascinación que ejercía fuese como bomba sexual... como esa suerte de monstruo anfibio en el que se convirtió al final de su vida. Su carrera fue curiosa porque se convirtió, de símbolo de Hollywood, en una suerte de anciano rinoceronte ahogándose en helado”.
Robert Osborne, historiador de Hollywood: “Fue uno de los grandes actores de todos los tiempos. Pero también fue una gran decepción, porque dio tanto, tenía una personalidad tan ecléctica, era tan impresionante como actor; y todo eso lo arrojó por la borda".
Terence Stamp, actor británico, compañero de reparto de Brando en Superman: “Fue un diamante raro. Lo tenía todo, pero sin embargo, no se tomaba a sí mismo ni a la vida demasiado seriamente. Era un tipo muy divertido, era un placer estar con él”.
Robert DeNiro: “Brando fue como un padrino para muchos actores en el mundo, pero sobre todo en este país (EE.UU.)”.
James Garner, veterano actor y amigo personal: "Siento cierta tristeza ante la pérdida de uno de los mayores actores estadounidenses. Se dice que ningún precio que se pague es demasiado alto si se lo paga por una pieza original y Brando era un original quintaesencial".
Michael Jackson: "Marlon Brando se ha convertido en un amigo muy cercano en el que confiar. No puedo decir todo lo que me ha enseñado. Nos sentamos y hablamos durante horas. Me ha contado mucho sobre el cine. Es un actor maravilloso y ha trabajado con muchos de los gigantes de la industria. Tiene un respeto por el valor artístico del cine que me deja sobrecogido. Es como un padre para mí".
EL MITO
Hace unos años a un importante promotor cultural le escuché: “Cuando Brando venía a Cuba, cogía su moto y me buscaba. Con él fui a no sé a cuantos lugares, ¡era divino!”. Ese hombre está muerto, no le puedo preguntar ahora. Y entonces no lo hice, quedé boquiabierta, lo envidié. Una entrevista a Marlon Brando, será una de las asignaturas que me quedarán pendiente cuando yo muera. Hubiera querido desnudarle el alma a base de preguntas. Pero ya, lógicamente, no puedo. Ahora leo miles de cuartillas. Su muerte ha destapado la caja de Pandora.
Humberto Arenal rememoró cómo lo conoció en una tienda de efectos fotográficos de Nueva York y al saber que era cubano, le dijo que conocía Cuba, para seguidamente hablarle del Chori.
Esa es otra nebulosa. Dicen que iba a la Playa de Marianao a buscar al Chori, a oírlo tocar, que con él aprendió a repiquetear los tambores. Es posible que sea cierto. Brando tenía una predilección especial por los tambores desde que era adolescente.
Juana Bacallao asegura que fue descubierta por él. La escuchó un día en una casa y la llevó a actuar para el público hasta el día de hoy.
Otros me cuentan que frecuentaba un bar en Guanabo, propiedad de José Rodríguez Feo. Y que cuando se sabía que él estaba en La Habana, los clientes habituales aumentaban su estadía, esperando a que él llegara.
Armando Soler, Cholito, recuerda cuando lo saludó en la puesta de Un tranvía llamado deseo aquí en La Habana. A Mirtha Muñiz se lo presentaron en Nueva York.
Si tal humareda revuelve la presencia muy esporádica de Brando en Cuba ¿qué no levantará el recuerdo de su paso por Francia, Gran Bretaña, España y por supuesto Hollywood?.
La actriz griega, Irene Papas, asegura haber sido su amante por décadas: "No quisimos compartir con nadie este amor que no fue un secreto real pero fue en privado, que nos pertenecía a nosotros. Nunca he vuelto a amar a un hombre tal como amé a Marlon. Fue el gran amor de mi vida, absolutamente el hombre a quien quise y a quien aprecié más: dos cosas que por lo general son difíciles de reunir”.
Se dice que tuvo como amantes a Susana Cabot, Dense Darcel, la actriz mexicana Katy Jurado, Joan Collins, Shelley Winter, Pier Angeli y a otro mito, a Marilyn Monroe. Apuntan que los gustos de Marlon Brando sobre las mujeres eran de completa voluptuosidad, pues le gustaban las damas exóticas, exuberantes, de pequeña estatura y de prominente trasero, nada que ver con la mujer americana. Así que cuando miraba a una mujer con esas características, fuera una humilde sirvienta, empleada o profesional la seducía y la convertía en su amante.
Mientras, Maria Schneider, su contrafigura en El último tango en Paris, afirma que Brando “no escondía su interés por los muchachos”, y agrega: “El rol que interpreté yo, en principio habría tenido que ser interpretado por un actor”.
La actriz francesa evoca así la supuesta bisexualidad del actor.
Algunos sustentan que tener tantas mujeres quizá le llegaron a hastiar, pues en 1976 en una revista francesa dijo: “Al igual que muchos hombres he tenido experiencias homosexuales y no me arrepiento ni mucho menos estoy avergonzado de ello”.
Brando no habla en sus memorias de que le gustaran los hombres, al contrario. Cuando las escribió ya estaba más allá del mal y el bien ¿Por qué no incluyó esa parte de su vida si era tan trascendente como dicen algunos? A estas alturas, tal actitud es lo menos importante, es otro de los misterios que envuelve al mito.
Nunca sabremos si es cierto que habría actuado gratis -o bueno: por poco dinero- en una versión de El otoño del patriarca o si es verdad que hace unos meses les dictó clases de actuación a Nick Nolte, Sean Penn y Leonardo Di Caprio vestido de mujer.
Lo que si llama la atención es que en los centenares de despachos informativos se hable mucho de su supuesta bancarrota financiera, que no era tal, de sus peleas con directores y periodistas, opciones sexuales, querellas judiciales y muy poco de lo que Brando dijo sobre su país, Hollywood, la injusticia, la discriminación o el neocolonialismo.
Para leer sobre esos temas hay que ir a sus memorias Brando sobre Brando, libro que confiesa haber escrito por dinero con el auxilio del periodista Robert Lindsey. Tal vez le haya dado barniz a algunas zonas de su vida, pero su pensamiento social late en ese libro, pensamiento ausente –con contadas excepciones- de los textos publicados a raíz de su muerte.
Bandera de paginas web gays, de mujeres, de hombres, de indios, de negros, hasta Bush tuvo que pronunciarse con pesar por la muerte del actor. Ante Brando no hay indiferencia posible.
En agosto filmaría una película interpretándose a él mismo. Quizás ya en Hollywood alguien esté maquinando llevar su vida al cine. Y tal vez piensen hacerlo quitándole la rebeldía incoherente que signó la vida de este hombre, sin dudas un mito, un icono, una escuela no sólo del cine norteamericano sino mundial. Pero mito al fin, tal vez ahora comience a conocerse quien ha sido el actor de un farfullo singular a la hora de interpretar a sus personajes. Antes y después de él, el cine fue distinto.
(Publicado en el numero 324 de El Caimán Barbudo, septiembre-octubre del 2004)