Los Documentales, por su propia naturaleza, no pueden hacerse sin un compromiso con la realidad, que se traduce en su compromiso con la verdad.
Esto se manifiesta de sede la selección de la idea, la profundidad con que el Documentalista interprete creativamente esa parte de la realidad que represen ta, la forma en que ahonda en el contenido y en el tratamiento de los recursos expresivos utilizados en la creación de su propuesta audiovisual.
Cuando los Documentalistas asumimos una idea, a concretar en una obra, presentamos personajes reales, acontecimientos o fenómenos asociados a una realidad histórica, social, política o cultural, de un momento específico, de un contexto determinado. Nuestro compromiso con la verdad tiene que ver con la posición que adoptemos ante esa “realidad” seleccionada, la profundización y el dominio que demostremos en la investigación de realidad para llegar a “su verdad” que implica un exhaustivo trabajo de documentación; la forma en que enfoquemos el tema, el punto de vista, y en que sepamos encontrar el modo idóneo de explicar esa historia que contamos, esa parte de la realidad que exponemos.
Nosotros, los y las Documentalistas, debemos mostrar “la realidad” seleccionada con una mirada crítica, en la que se funda “la verdad” que defendemos con la artísticidad, para que la obra no quede sólo como un insípido documento de nuestra época, sino como arte audiovisual que testimonie o documente desde la creatividad artística, el contexto donde se produjo, y la “verdad” que se decidió resaltar de esa realidad.
El Documental siempre arrastra consigo la subjetividad de quien lo realiza, que tiene implícito su carácter interpretativo, manipulador y de selección de la realidad. Por otra parte está la realidad en sí misma: la autenticidad de los hechos, de la vida y de los personajes reales, que es de lo que se alimenta la historia narramos.
A pesar de la subjetividad evidente, que encierra el hecho de filmar el fragmento de la realidad seleccionado por el realizador o realizadora, los Documentales poseen un innegable valor como documentos de una realidad concreta y como testimonios históricos o sociales de una época.
El grado en que el Documentalista refleje “la verdad”, a mi modo de ver, no tiene que ver con el estilo en que se decida hacer la obra. Sino tiene que ver con el compromiso con que el realizador asuma su contexto, su cultura, su sociedad, y con consigo mismo; así como el talento que tenga para mostrar esa verdad.
En mi opinión, ningún estilo garantiza la autenticidad de un Documental. No por hacer algo de una manera determinada, es que la “verdad” emerge. Pienso que la “verdad brota del tema, aflora de los propios protagonistas de ese tema, de sus conflictos, y del respeto y la empatía comunicativa que se logre. Se capta a través de las imágenes y del contexto en que se filme.
Las cuestiones éticas también guardan una estrecha relación con el compromiso del Documentalista y del Documental con la “verdad”. Modalidad audiovisual que gira entorno a vidas de personas reales, y da voz a gente de verdad, de las que hay que cuidar su representación, respetar su imagen, sus testimonios, y su autenticidad.
El compromiso del Documental con “la verdad”, sería también el hecho de ser este una herramienta ideal para indagar en la sociedad, y en sus contradicciones. A través del Documental de Investigación se puede llegar a la esencia de un suceso político, de un hecho histórico, de un conflicto social determinado. Por medio de un Documental de Observación se puede documentar artísticamente la vida de un grupo social, una cultura, un sector social. Y así podemos transitar por los diferentes caminos asumidos por el Documental, desde que fue bautizado con su nombre por John Grierson en la década del 20 del siglo pasado, después de haber visto “Moana” del realizador Robert Flahety, hasta nuestros días.
El público, los espectadores, los receptores, identifican al Documental con “la verdad”, que ahonda en la propia realidad. Gran parte de su aceptación se asienta en el criterio de la credibilidad. Este carácter de creíble o verdadero le confiere poder a este género audiovisual, ante el espectador. Mucha gente le adjudica al Documental la capacidad de situarnos frente a “la realidad tal como es”, sin valorar que la percepción humana es selectiva e incompleta. Ven al Documental como una absoluta fuente de información, de aprendizaje, como una forma de buscar la veracidad de un hecho determinado, por lo que inconcientemente vindican el compromiso de sus realizadores con “la verdad”. Esto en ocasiones encierra un grave peligro: el de ser manipulados desde el punto de vista ético o histórico-social por la manera de enfocar el tema su realizador o realizadora. Por eso la recepción de este género debe ser siempre activa y crítica por parte de su público.
En la actualidad, en Cuba, en cuanto a la producción estable de Documentales, no todos los Documentalistas logran tener a su alcance los medios de producción o el financiamiento necesario, para realizar sus Documentales. Considero que inconciente o concientemente, las entidades audiovisuales estatales que tienen en sus manos los medios de producción, subestiman en ocasiones, la importancia de la realización de esta modalidad audiovisual, la más cercana de la realidad, que testimonia la memoria histórica de una nación o de una época y la verdad de quienes la cuentan.
Hoy día son menores las cifras de producción de documentales en las instituciones naciones, que la que existía de los años 60 a los 80, hasta dentro del propio ICAIC que se distinguió en su etapa de oro por su prolífica obra documental. En el caso de la Televisión Cubana en el año 2001, se creo el Grupo de Creación de Documentales, integrado, en su gran mayoría, por realizadores con una obra reconocida, producida en los desaparecidos Estudios Cinematográficos de la Televisión Cubana y en los también extintos Estudios Cinematográficos de las FAR. Ellos mantienen una reducida producción de Documentales, por causas institucionales, de organización y problemas de presupuestos, a pesar de tener investigados proyectos interesantes, mientras que la Televisión Cubana está sobresaturada de documentales enlatados, de canales extranjeros, sobre fauna foránea, entre otros temas.
Por otra parte, en los casos en que los Documentalistas comprometidos con su realidad, logran producir documentales críticos, a través de alguna institución o de forma independiente, a la hora de intentar su exhibición en la Televisión Nacional, en muchos casos, son censurados, a pesar de saberse que son obras hechas desde una mirada constructiva y positiva de nuestra realidad y que en todo caso son Documentales que servirán como termómetros sociales, que medirían la temperatura de las miradas de nuestra sociedad, que en todo caso ayudaran a su mejoramiento.
Es obvio que la censura no ocurre sólo en un país determinado. La censura surgió con la primera formación económica social, se mantiene hasta nuestros días, y es algo con lo que los artistas en general , y los creadores audiovisuales en particular, tenemos que aprender a convivir, más aún aquellos y aquellas que tengan un honesto compromiso con su realidad, con su sociedad y con su verdad.