“Que los adultos aprendieran a contar su historia”, fue el gran aporte del brasileño Paulo Freire. En este sentido, resultan loables los procesos de interlocución e interacción social, la posibilidad de escuchar al otro, y el estímulo de ampliar el vuelo imaginativo, que consigue la ficción, quizás como ninguna otra experiencia televisual.
Según advierte Omar Rincón: “si hacemos imágenes a nuestro estilo y con nuestra voz, seremos más mundiales”. El profesor colombiano insiste en la primacía de los formatos, “modos en que se crea y reinventa un producto televisivo, en tanto concepto de historia, tesis dramática, tono del contrato narrativo, efecto emocional esperado, entretenimiento, audiencia prevista y mecanismos de interacción-emoción”.
Nunca perdamos de vista que los espectadores no “leen” de forma explícita la oraleja, esta se debe sugerir en el discurso narrativo y en la puesta, mediante valores estéticos.
Al enfrentarse a la realidad, el artista no la toma para copiarla, sino con el propósito de apropiársela, convirtiéndola en soporte de nuevas significaciones de carácter humanista.
En el libro Zapping TV (el paisaje de la tele latina), la argentina Adriana Amado, doctora en Ciencias Sociales y especialista en Comunicación Pública y Medios, precisa: “La televisión es compañía, conversación y entretenimiento”.
Agrega: “En tres años que lleva en el aire el proyecto de televisión digital abierta en mi país, hay mucha técnica en la emisión, poca variedad en los contenidos y nada de conversación con las audiencias. El desafío es pensar una televisión entre estos extremos, los cuales no suelen encontrarse: que sea de calidad y nos guste a los televidentes. Esta condición es imbatible en cualquiera de las señales que aparezca”.
Especialistas de diferentes países coinciden al reconocer el protagonismo de la televisión en el ámbito mediático y comparten disímiles reclamos comunes, entre ellos, el de pensar en la audiencia, en sus gustos, rituales, preferencias.
Hay que aprovechar las posibilidades del medio como espacio de producción cultural, teniendo en cuenta, de acuerdo con Stanislavski, que “no solo existen actores de talento, sino también espectadores de talento”.
Diferentes maneras de ver el mundo, estructurar el tiempo, contar historias y enlazar experiencias, lideran en el panorama audiovisual, en el cual, lo más importante es colocar en la pantalla lo propio, en sintonía emocional con nuestras vidas.
Apropiarse de las diferentes formas de lectura, ya sea escrita o visual, permite construir un modo de intercambio y de interacción social imprescindibles en la contemporaneidad.