La discusión incluiría también a los géneros predominantes, pues hoy la primicia parece brotar de los Facebook, twiters y tuenti de los ciberusuarios y, de vez en cuando, aparece en forma de brevísimas notas publicadas en sitios que se desgatan en la competencia por la velocidad con las redes sociales. ¿Habrá espacio en el periodismo del futuro para los grandes reportajes de investigación, los artículos de fondo, las reposadas crónicas?En Cuba la tradición de los grandes cronistas se remonta a la época de la colonia, cuando aristócratas como la Condesa de Merlín (María de las Mercedes Beltrán Santa Cruz y Cárdenas Montalvo y O´Farrill) describiera a la Isla en unas cartas publicadas en francés con el nombre de Viage á La Habana, y luego una pequeña selección de ellas se tradujera al español y aparecieran en Madrid con un prólogo de Gertrudis Gómez de Avellaneda. “Dirigidas a parientes y amigos, artistas y hombres influyentes de entonces, las epístolas narraban a los europeos los hábitos y las costumbres del Nuevo Mundo, desde una perspectiva que se debate entre el extrañamiento y la orgullosa exposición de las virtudes de la tierra natal” 1.

Cronista de lujo fue Martí, sus ojos conmovidos recogían escenas que su pluma transformaba en pequeñas joyas. “Las crónicas martianas sobre EE.UU. son consideradas en la historia de las letras hispanoamericanas como el principio de la corriente llamada modernista, que modificó las formas de escribir y la propia lengua española 2”, afirma el investigador y Premio Nacional de Ciencias Sociales Pedro Pablo Rodríguez.

Avezado cazador de detalles fue también Pablo de la Torriente Brau, que recorrió el camino inverso de la Condesa de Merlín y contó a los naturales de la isla caribeña los avatares de la lucha republicana en la otrora madre patria. Sus textos se recogieron de manera póstuma en Peleando con los milicianos y en 1999, el centro cultural que lleva su nombre publicó sus Cartas y crónicas de España, con selección y prólogo de Víctor Casaus.

A Alejo Carpentier, el internacionalmente reconocido escritor cubano se le reconoce también como cronista. Al decir de Ricardo Luis Hernández Otero “la labor publicística de Carpentier desarrolla un diálogo paraboidal en el cual las crónicas de la etapa de ‘orientación vanguardista’ (que abarcaría desde muchas de las primeras hasta las últimas enviadas desde Europa antes de su regreso a Cuba en 1939) se complementan con las de Letra y solfa y les dan sentido; estas se integran a veces de modo casi textual y matizan el conjunto con evocaciones nostálgicas de experiencias vividas intensamente durante su prolongada estancia parisina. No menos importantes resultan también, en ese diálogo aludido, las denominadas Crónicas del regreso, así como todas las posteriores en Carteles, que sustentan algunas de sus producciones narrativas mayores (El reino de este mundo y Los pasos perdidos, por ejemplo).

Género a medio camino entre códigos narrativos, la crónica no detuvo su andar luego del triunfo de la Revolución y a partir de entonces una nueva generación de cronistas batió sus lanzas. Las revistas culturales brindaron su espacio para que continuaran apareciendo estos textos breves, de espíritu fuerte y tacto suave.

De nuestros diarios ha sido fundamentalmente desde Juventud Rebelde que el género ha encontrado mayores promotores: Enrique Núñez Rodríguez, escritor, dramaturgo, guionista de radio y televisión dejó para la posteridad una compilación de crónicas bajo el nombre de Mi vida al desnudo que hacen las delicias de cualquier lector y retratan a la Cuba humilde de los campos y el deslumbramiento que producen las grandes ciudades. Con Núñez compartió planas Ciro Bianchi, que hasta este momento mantiene su sección en las páginas de la edición dominical y cuenta entre sus libros publicados uno que lleva por título Así como lo cuento. Cronista empedernido fue también Manuel González Bello, que regalaba sábado tras sábado ráfagas de humor y ternura, ahora recogidas por la Editora Abril en el volumen Con una sonrisa.

En el prólogo a El viaje más largo, libro donde se recogen algunos de los textos publicadas por Leonardo Padura como parte de su quehacer periodístico, Alex Fleites se refería a la crónica como género y afirmaba: “En las postrimerías del siglo, pienso, la pureza de los géneros viene siendo un tema más que retórico; lo que importa es la calidad comunicativa, esa credibilidad que se obtiene por vías distintas en la literatura y el periodismo, pero sin la cual todo intento en uno y otro campo resulta fallido” 3 .

La crónica parece haberse esfumado de nuestros periódicos, clama el periodista Pepe Alejandro Rodríguez en un texto leído en un Encuentro Nacional de Cronistas que se organiza cada año en Cienfuegos. La crónica auténtica parece haber escapado de casi todos los medios tradicionales, si exceptuamos algunos de los grandes diarios del mundo que mantienen en sus columnas a autores de renombre también dentro del panorama literario. Pero la afirmación de que la crónica como puente entre periodismo y literatura ha muerto sería, quizá, demasiado pretenciosa. En el mundo globalizado de hoy habría tal vez que desplazar los visores y descubrir en sus blogs —esos modernos exponentes de las bitácoras de viaje— a los nuevos cronistas, que escriben en sus laptops acampados frente a la Puerta del Sol o cuentan sus andanzas por la mayor de las Antillas agrupados en curioso ejército desde El Cuartel de la crónica. Tal vez la crónica, rara avis sencilla pero altanera, tan solo se haya mudado de espacios.

 

Notas:

1- Rafael, Luis: “La condesa de Merlín, fundadora de la literatura cubana escrita por mujeres”, publicado en http://www.cubarte.cult.cu/periodico/otros-medios/8346/8346.html.

2 Rodríguez, Pedro Pablo: “José Martí, cronista de Estados Unidos”, publicado en http://www.caribenet.info/pensare_pprodriguez_marti_cronista.asp?l.

3- Fleites, Alex: “Prólogo” a El viaje más largo, de Leonardo Padura. Ediciones Unión. La Habana, 1994.

Fuente: http://www.lajiribilla.cu/2011/n527_06/527_16.html

 

 

 

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