La televisión cubana está viviendo con intensidad la nostalgia por el pasado, sobre todo aunque no únicamente, en el aspecto musical. La intención, obviamente, está conectada con los gustos de quienes, en los años sesenta o setenta, estaban atravesando la niñez, la adolescencia o la juventud. Ellos seguramente son “los culpables” de haber estandarizado el uso, y abuso, de la etiqueta “década prodigiosa” para sus recuerdos musicales. Y además, los más jóvenes se han ido familiarizando con los referentes de aquella época y, hastiados de reguetón, se refugian en  ritmos y melodías que apelan a zonas de su sensibilidad que la música contemporánea deja intocada.

En sintonía con lo que ocurre fuera de Cuba, nuestra televisión se ha tomado muy en serio la Operación Nostalgia, y desde los años 90 se acoge tácitamente al estribillo de que las mejores décadas para la música habían pasado. Con el cambio de siglo, los años ochenta y noventa se volvieron también interesantes para la onda memoriosa, aunque diferían los signos, porque la nostalgia sesentera se justificaba, parcialmente en tanto esa fue una época de ebullición cuyos acontecimientos más progresistas seguramente inspiraron la denominación de “prodigiosa”, y tales prodigios desaparecieron, o tomaron un sesgo estético e ideológico muy diferente hacia el final del siglo XX.

Al parecer es imposible una televisora especializada en música que carezca de programas nostálgicos o de música retro. Y como bien aseguraron desde los años noventa Fredric Jameson (Posmodernimo o la Lógica Cultural del Capitalismo tardío) o Norman K. Denzin, N. K. (Imágenes de la sociedad postmoderna; Teoría social y cine contemporáneo) los ciclos evolutivos más recientes se relacionan con la nostalgia, dirigida primero a los años sesenta y setenta, y luego orientada a crear otros ciclos de repetición. Sin embargo, entre nosotros ha triunfado particularmente, gracias sobre todo al programa de Radio Progreso Nocturno, la remembranza sesentera, quiero pensar también que tal preferencia tiene que ver con el hecho de que en esta década hay alentadoras revoluciones a todo lo largo y ancho del mundo; se reafirmaron la liberación sexual, el feminismo y la lucha por los derechos civiles; se inicia la conquista del espacio y vuelan los primeros aviones supersónicos, triunfan los Beatles, Bob Dylan y los Rolling Stones y en el festival musical de Woodstock , ante 500 mil asistentes, actuaron músicos icónicos de esta época como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Santana, Jefferson Airplane y The Who, entre muchos otros.

La versión televisiva del programa Nocturno (Canal Educativo, Jueves, después del Noticiero, cuya incapacidad para respetar un horario de cierre se hace cada vez más notable) ha logrado expresar perfectamente el gusto de los cubanos (una población cada vez más envejecida) por la música que escucharon en edades tempranas de sus vidas, y luego se han ido incorporando televidentes que gustan de canciones impuestas antes de que ellos nacieran, es decir, que disfrutan la nostalgia por ósmosis, o anemoia, que se relaciona con añoranza por lo que no se vivió, a partir del relato compartido sobre lo que fue aquel tiempo, o la predilección de los padres, los mayores de la familia, profesores o amigos.

Y si todo parece válido, y la nostalgia musical está avalada incluso por la más alta teoría culturológica, a qué obedece entonces el adjetivo de abusiva en el título de este texto. En primer lugar, el Nocturno televisivo anuncia que se trata de recordar la música de los años sesenta y setenta que se radiaba, con delirante éxito, en aquel programa diario, Y la primera parte de esta declaración de intenciones se viola con demasiada frecuencia, y aparecen sobre todo intérpretes que triunfaron antes o después, sobre todo en los años 80 e incluso, de vez en cuando, se incluye alguno de los cincuenta. Además, la segunda parte tampoco se cumple a cabalidad, y se colocan intérpretes, sobre todo anglosajones, que jamás se escucharon en ese programa, y algunos apenas se asomaron, si acaso, por otros espacios radiales, mucho menos televisivos.

Debe recordarse que en la radio, en aquella época, había que programar, por decreto, un 80 por ciento de música cubana, y el 20 por ciento restante se dividía entre intérpretes hispanos, anglosajones y de otras lenguas. El margen era estrecho, muy estrecho, y no es preciso cambiar el pasado ni falsear la nostalgia. Oímos lo que oímos, y fue bueno. Fue tan bueno que todavía podemos escucharlo con muchísimo agrado, pero hace falta una selección más rigurosa: más Ana Belén, Massiel o Mercedes Sosa que Karina, Jeanette o Angélica María, se precisa la presencia constante de Serrat, Aznavour o Modugno, en lugar de tantos inombrables que muy pocos recordamos ya. Y de ningún modo solicito que se excluya a nadie, es un problema de selectividad y de cada intérprete encuentre un lugar adecuado de acuerdo a su calidad y trascendencia. Porque con todo el tiempo que ha pasado, ya podemos hablar de trascendencia. Y solo se trata de afinar la selección, porque el Nocturno del Canal Educativo ha cumplido a cabalidad con su función social y cultural.

Por otra parte, lo abusivo referido en el título se refiere en menos medida a la programación de ese Canal Educativo, y al hecho de que nuestros programadores, por ejemplo del Canal Clave, muchas veces olvidan que su espacio convive con otros demasiado similares de otros canales. Pro ejemplo, si Rodando el musical (Canal Educativo, domingos por la noche) se consagra al cine musical español de los años 60 y 70, ahí mismo ocurre una reiteración que puede saturar al televidente, pues el talento a elegir (Julio Iglesias, Raphael, Marisol, Massiel) es exactamente el mismo que el elenco fijo de Nocturno.

Y los domingos también está, en ese mismo Canal, De la radio tu música, que si bien en otra época podía reincidir en el mismo tema e intérpretes, últimamente ha optado por reforzar lo cubano, una ausencia inexplicable en Nocturno, pues el programa radial original aceptaba con gusto el talento local, yo recuerdo con nitidez escuchar muchísimo en aquellas noches de los sesenta y setenta, a Beatriz Márquez, Héctor Téllez, Annia Linares o Pablo Milanés. Ignoro las razones de su exclusión ahora.

Pero en el Canal Clave pareciera que muy pocas se tiene en cuenta la programación que las otras telemisoras han venido perfilando durante años. Casi incontables o por lo menos demasiado abundantes (es difícil encontrar incluso la programación, puesto que no figura en ninguna de las vías informativas habituales) son los programas de nostalgia musical. Incluso hay uno, Décadas prodigiosas, que desdibuja la nostalgia y la convierte una etiqueta sin sentido. Visto lo visto si todas las décadas, los 60, los 70, los 80 y los 90, son prodigiosas, según el espacio citado, pierden sentido, y se banalizan, adjetivos como prodigiosa o milagrosa, o maravillosa. Explicamos arriba la excepcionalidad de los 60 que ha condicionado, en parte, la nostalgia. Las siguientes décadas tienen otro carácter y rindieron otros intereses, nada milagrosos por cierto.

En el Canal Clave tenemos, además, La cosa hippie o Retromúsica que pueden tener, y tienen ocasionalmente, un perfil y sonido demasiado cercano no solo al de Nocturno, y a los tres programas mencionados del Canal Educativo, sino también que coinciden muchas veces con otros programas de Clave como Nota a Nota, El Complotazo, Miniconcierto o Clave latina,  Extremadamente atención debieran prestar los programadores, asesores y directores de todos estos espacios para no saturar al televidente, porque incluso la belleza (sesentera) cansa.

 

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