Día caluroso, 36 grados de sensación térmica en el municipio Plaza de la Revolución. Truenos y nubes a las cuatro de la tarde. Todo parecía indicar que la asistencia no sería grande. Siete de la noche, una larga fila en el cine 23 y 12.
Poco tiempo después entra la Mokonga. Sonrisa a lo Julia Robert según un amigo fiel. La sala se repleta… llegan amigos, seguidores, alumnos de todas las generaciones y profesiones, admiradores de diferentes puntos geográficos.
Luciano Castillo llama a los hacedores del documental Natalia. Laura Daranas como asistente de dirección; la productora Adriana Moya, el fotógrafo y editor Rafael (Felo) García, los músicos Juan Antonio Leyva y Magda Rosa Galbán, Pedro Suarez en la post producción y por supuesto su director Ernesto Daranas.
La Mokonga, digo Natalia Bolivar Aróstegui, quiere decir unas palabras. Se acerca al micrófono, silla de rueda mediante, y hace algún chiste con ella misma, que despierta la risa entre todos. “Hay que felicitar a todos los que vinieron hoy”, dice y la aplauden. Cae la oscuridad y empiezan a rodar las imágenes, la música… durante 74 minutos.
Aparece la joven aristócrata (no burguesa), popular (no plebeya), instruida en escuela de pintura, que fue a parar a la cárcel. Entonces ya manejaba las armas.
Lo cuenta una mujer de 84 años que llora cuando narra la forma en la que Isabel Cantero, su nana, fue sacada de su casa el momento que intentó protegerla de aquellos hombres de Batista que la apresarían. De cómo escapó de las manos de Laurent con un collar de Ogún y diciéndole al asesino los resguardos que él llevaba.
Rememora su llegada al Museo de Bellas artes y lo que sufrió por la venta de obras de un inmenso valor. De su paso por una fábrica de blúmer, su encuentro con abakúas en la construcción y los apuntes que hizo para explicarles a artistas cómo escenificar escenas con La regla de ocha. De aquellos apuntes nació un libro esencial para la cultura cubana Los Orishas en Cuba.
Y así está la conversación de ella con el Rey, su amigo Reynaldo Gonzalez, editor de Los Orishas… a finales de los años ochenta, que vio la luz a principios de los noventa. ¿Y cómo no?: preguntas de Natacha, su ayudante y coautora, más aparece también una suerte de homenaje a Buby, la hija menor que siempre ha estado cerca y ofrece un lindo testimonio. Un té a té con Jimenito, el compañero de la clandestinidad, amigo por más de 60 años.
Director de Conducta, Los dioses rotos, Sergio y Serguei, el documental Los últimos gaiteros de La Habana, entre otras obras, Daranas encontró una manera singular para filmar la pieza: lo hizo mientras Natalia le cuenta su vida a uno que otro interlocutor, porque Natacha está grabando para escribir la biografía de la etnóloga. Tal forma permite ser testigo de la vida de la escritora y pintora, desde que se levanta, y va desgranando anécdotas variopintas que en la mayoría de los casos despierta la carcajada entre el público que sigue esas peripecias.
A la vez este documental (producido por Sinsonte Films y RTV Comercial) que según Daranas es el prólogo a la autobiografía, compromete a la Mokomba a terminar de escribir esa suerte de historia personal, inserta en la de Cuba, para que los lectores tengan acceso a una vida tan polémica como útil, dentro de la sociedad cubana.
Se van los 74 minutos de una fotografía espléndida, una banda sonora justa, con una música adecuada. Una vez más el cineasta logró una pieza redonda sobre una mujer que no se puede apresar en un metraje ni en un libro. Natalia, tan cubana, tan irreverente, tan polémica, tan rebelde, tan amiga y otros tantos tan, se nos revela en contradicciones de una persona emparentada con la princesa de Luxemburgo, con un árbol genealógico que impresiona, colgada del brazo de África desde muy joven.
En esa impresión de la premier quedó a sensación de que hay dos finales. Una tijerita vendría bien ¿lo pensarás Daranas?
CARTELERA DE CANALES NACIONALES
