“Yo fui a entrar al cuarto y allí estaba ella y me susurró: dedícame una canción y te daré lo que quieras”, me dijo Celina González sobre la aparición de Santa Bárbara  que la motivó a escribir A Santa Bárbara, una de  sus canciones emblemáticas. Discutirle a una persona de fe es irrespetuoso, por tanto  seguí escuchándola con toda atención.

Fui a tantearla por la posibilidad de escribir un libro sobre ella y terminé haciéndole una entrevista para Radio Reloj, emisora en la que yo trabajaba entonces. Era la década del novena.

 

Ya hacía treinta años, desde 1964, que Celina se había separado de Reutilio Domínguez, su gran amor y padre de sus cinco hijos. Además fue su media naranja musical en dúo que se impuso desde la radio santiaguera en los años cuarenta. Si ella tenía una voz privilegiada, el tocaba la guitarra de forma tal que parecía un trío, al decir de algunos especialistas. Ambos realizaron un gran aporte: con el ritmo y la melodía campesina cantar a las deidades de nuestro tronco africano.

Con  A Santa Bárbara, una riquísima guaracha, conocida como ¡Que viva Shangó!, se presentó, junto a Reutilio, en Radio Suaritos en 1948 en un programa de gran audiencia donde se divulgaban las canciones y toques de la Regla de ocha o Santería. En ese espacio cantaba por ejemplo Mereceditas Valdés, la pequeña aché.

El triunfo del dúo fue inmediato y nacieron otras canciones con el mismo corte: A la reina del mar, El hijo de Elegua, A la caridad del Cobre y grabaron no pocos números de diversos autores.

Llegaron las giras nacionales e internacionales hasta que se separaron como pareja y disolvieron su dúo musical. Celina inició una carrera de solista y bajo el acompañamiento de conjuntos típicos  como  Campo Alegre, Los Montunos, Los pinares y del programa Palmas y Cañas, bajo la dirección del notable laudista Miguel Ojeda.

En 1981 formó dúo con Lázaro Reutilio, su hijo mayor, para rescatar el amplio repertorio que hizo su el padre. Así nació el disco 50 años como una reina, nominado en el 2001 al  Grammy Latino

Tanto con el padre como con el hijo, Celina siempre tuvo tiempo para la radio y la televisión. Su intuición natural le decía cuán importante eran esos medios para un artista.

Con dolor me contó el tiempo que no se podía radiar ni televisar ¡Que viva shangó!, pero “mira ahora todo el mundo lo canta, por televisión, por radio  y en actos públicos”.

Si ese tema la identifica y ella lo disfrutaba mucho, Yo soy el punto cubano, canción igualmente famosa es un sabroso planteo de cubanía.

Merecedora entre otros galardones, del  premio nacional de música en el 2002, Celina tuvo además de sus dotes de compositora y cantante, un ángel especial para jugar con las cámaras y dominarlas.

Por suerte quedan muchas imágenes de esa guajira que conquistó países de América y de Europa, siendo raigalmente cubana. Aché pa ti, Celina.

 

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Valia Valdés / Fotos: Cortesía de Tony Quiñones y Johanys Labrado
Protagonistas

Texto y fotos: Luis Casariego
Entre tu y yo

Jordanis Guzmán Rodríguez

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