El poeta Roberto Fernández Retamar, Presidente de la Casa de las Américas.Este martes, mientras Roberto Fernández Retamar llenaba mi sala con su palabra tierna de poeta y la contundencia del intelectual que es, me preguntaba en silencio, en cuántos hogares le habrían abierto los sentidos a esta visita de lujo que suele llegar los martes después del noticiero, con la distinción de lo que se hace, no solo con recursos y talento, también con alma de artistas que se resisten a ser devorados por la rutina o el “no se puede”. Y pensé más, en cuántos se lo habrían perdido, por cambiar esa maravilla que tanto vale y nada cuesta por cualquier olvidable programa de un paquete que cuesta y no vale.

 

Antes de Retamar, Amaury nos había traído a Alicia Perea, que se fue de este mundo unos días antes, pero gracias al programa alcanzó a dejarnos el exquisito sabor de una sustanciosa conversación, llena de claves indispensables para todo el que pretenda enseñar artes en Cuba y de recuerdos tan valiosos como aquel en que le presentó al país, la historia de una mujer impresionante y casi desconocida fuera de su familia: Margarita Perea, a quien muchos solo conocieron como esposa de Ricardo Alarcón, aunque tenía méritos suficientes para que se dijera también “viceversa”.

Semanas antes, también fue una grata sorpresa la visita a casa de una femineidad luminosa, la de Miriam Ramos, que solo aparece, muy de vez en cuando, sin más palabras que las que canta y con Amaury resultó locuazmente crítica de la nación que maltratamos con indisciplina y malas maneras.

Para este martes, antes o después, ya no recuerdo el orden, ya Carlos Varela le había puesto tono polémico a la nueva temporada, Viengsay Valdés había dado lecciones de ballet y constancias en una sola pieza, Alberto Luberta se había vuelto algo más cercano y profundo que sus libretos humorísticos, Alden Nigth nos había paseado del llanto a la carcajada a golpe de versos, Buena Fe había sido un dúo de dos voces principales, Rolando Pérez Betancourt había salido de su Séptima Puerta con una clase magistral de periodismo, Luis Silva se había desdoblado en todos sus personajes y en sí mismo, Nancy Morejón volaba como una mariposa de sus libros a nuestros oídos con su voz encantadora, Alina Rodríguez era el volcán de apasionada actuación que suponíamos y Flora Fong un girasol que aun no se había pintado en la tele.

En fin, esta no es más que una nota corta, que no lleva siquiera crédito, para que nadie busque cercanías en la invitación que hago para que traten de estar siempre en casa los martes en la noche, esperando la visita de Amaury con quien le acompañe. Me encanta recomendar lo que me gusta, lo que me eleva, lo que me permitirá presumir ante los muchachos que vendrán detrás de que yo he conocido, porque me visitó en casa, a esa gloria de la cultura cubana, que en menos de una hora de charla me enseñó un mundo de valores sin haberme gastado ni un peso.

 

Tomado de Cubadebate

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