No sigo Mujeres ambiciosas como hago con cualquier producción cubana, al no ser que sea una excelente propuesta (Roque Santeiro, Vale todo, Avenida Brasil).  Pero si veo y disfruto actuaciones brillantes y puestas en escena que te dan deseos de estar en ese lugar.

Pero no voy a hablar de las cualidades que generalmente tienen las producciones O Globo, derroche de recursos y oficio en hacer culebrones que captan la atención del público, sino de asuntos sociales que están presentes en la sociedad brasileña.

En días recientes Regina da Silva Rocha (Camila Pitanga) tuvo una conversación con su pequeña hija que fue una lección sin palabras grandilocuentes, sobre que es el racismo. Camila nota que su niña está triste y le pregunta por qué. Al final la pequeña le dice que una amiga de la escuela le dijo fea porque tiene el pelo rizo. Dos lagrimones de la madre, el abrazo, explicarle que es linda, tranquiliza a la muchachita.

En eso llega Vinicius (Thiago Fragoso), novio de Regina, que la viene a buscar para ir a una fiesta.  El joven blanco, rubio, abogado, les dice que él nunca ha padecido el racismo, pero lo entiende porque es abogado de los que defiende a los pobres. ¿Cómo no sería así si es el galán que la larga se queda con la bella y valiente Regina?

¿Por qué traigo esta escena a mi columna? Mi adorado Carlos Marx afirmó: “La teoría es capaz de penetrar las masas cuando ella hace demostraciones ad hominen y hace demostraciones ad hominen (*) cuando deviene radical. Ser radical es tomar las cosas por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo”.

Porque si el racismo o cualquier otro sentimiento humano deleznable se quiere llevar a la pantalla, hay que hacerlo de forma que se toque la fibra del televidente. No se trata de discursos, ni de panfletos sino de mostrar la crueldad de algunas actitudes.

¿Quiénes son los que más critican la relación entre Teresa Petrucceli     (Fernanda Montenegro) y Estela Marcondes Amaral (Nathalia Timberg), las abuelas lesbianas de Mujeres ambiciosas? La familia de un político corrupto, con una madre peor que él, que le hacen la vida imposible a la mujer e hija del “puro” alcalde, que por demás es devoto de una religión evangélica.   No hay que defender a Teresa y Estela, basta solo con mostrar a sus enemigos, homofóbicos hasta los tuétanos.

La forma de tratar el racismo y la homofobia apela a los sentimientos humanos, y así decía Marx que la teoría podía penetrar en las masas. No creo ni por asomo que los directores, guionistas y menos los productores de esa telenovela sean marxistas, quizás hasta simpatizan con Bolsonaro, pero saben cómo trabajar las historias para que lleguen a la población.

En LCB La otra guerra se vio a dos revolucionarios, capaces de dar la vida por sus ideales, enfrentados por asuntos raciales. Jorge Enrique Caballero e Hilario Peña  supieron encarnar esas personalidades que por el color de la piel pudieron llegar a ser enemigos, aunque la vida les demostró que cualquier pelo es bueno siempre que corone una cabeza con pensamientos nobles.

Ahora mismo Cubavisión esta retransmitiendo Al compás del son, con guion de Maite Vera  y dirigida por Rolando Chiong. Los protagonistas son una blanca y un mulato, de diferentes clases sociales. Pero el mulato es tan caballero, buen músico, y buena persona que se ve natural ese romance (aun no ha llegado).

En Diana, la polémica serie de Rudy Mora el protagonista era un gago, Fernando Hechevarria, en uno de sus mejores papeles televisivos. Al principio no fue bien recibido, pero después tuvo el aplauso de una buena parte del público e incluso sirvió de base para más de una tesis de grado.

Pongo estos ejemplos porque los dramatizados calan más que cualquier otro espacio televisivo. Y pueden servir para tratar asuntos sociales que con spot o discursos no tendrán el mismo efecto.

Nunca se debe olvidar que con la transmisión de La cara oculta de la luna, aumentaron notablemente los análisis para VIH Sida, porque los televidentes le vieron el rostro a esa enfermedad.

Estoy consciente que se necesitan estudios sobre todas las formas de discriminación, y que las campañas pueden ser efectivas.  Eso forma parte del trabajo que se realiza para que desaparezcan los prejuicios y maltratos, pero no sé cuantas veces he escrito de esto: una buena serie, telenovela, cuento, teatro, spot dramatizado puede ser mucho más efectivo que programas hechos con muy buenas intenciones pero que no “hacen demostraciones ad hominen”. 

                                              (*) Hacia los sentimientos humanos

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