Para ofrecer una vida mejor a su familia en la zona rural, el joven Mateus acepta un trabajo en alguno de los llamados vertederos de Sao Paulo, pero se ve atrapado en un mundo de corrupción y tráfico de personas. Es la sinopsis del filme que volvimos a presentar en “De Nuestra América” como emisión final hasta septiembre, en que volveremos a la programación normal tras el receso veraniego.
Me refiero a Siete prisioneros de 2021, segunda obra del brasileño-norteamericano Alexander Moratto, tras su debut con Sócrates, en 2018, que también exhibiéramos aquí y se ocupa también de conflictos durante la adolescencia.
Más que la crónica de la esclavitud moderna, las opciones que la pobreza en el campo brasileño ofrecen a una juventud dispuesta a ayudar a su familia y los engaños inescrupulosos de patrones y delincuentes de cuello blanco para obtener mano de obra – recursos parecidos a los que usan con muchachas para la prostitución-, Siete prisioneros, además de focalizar con fluidez narrativa y fuerza dramática tales hechos, propone sobre todo una reflexión en torno a la desvalorización y la corrupción moral de esos jóvenes que, como el protagonista, ceden ante la tentación de una vida más fácil traicionando sus principios, sus códigos y a sus compañeros.
Entre un naturalismo sin excesos -cámara en mano, discreta y funcional banda sonora- y momentos de simbolismo poético, Moratto afianza su precisión directriz al plasmar en tono de thriller que avanza en un bien llevado arco diegético donde las peripecias van plasmando los sorprendentes giros que va adquiriendo la historia brillantemente coescrita con Tayná Mantetsso, se luce en la delineación nada maniquea, llena de matices y claroscuros de sus personajes, incluyendo el “malo” que significa el “gángster en jefe”, asumido por un desaliñado Rodrigo Santoro, quien alejado de sus papeles habituales de galán, ofrece otra de sus maduras y centradas interpretaciones.
Lo mismo puede afirmarse de Christian Malheiros como Mateo, quien repite con el director tras protagonizar también su anterior filme, Sócrates y el resto de sus compañeros de reparto, dentro de una puesta donde también sobresalen la fotografía de Joao Gabriel de Queiroz y la música de varios compositores.
Filme de sutilezas y profundas contradicciones que invitan al análisis y la reflexión, Siete prisioneros es, sin dudas, uno de los mejores títulos del cine brasileño en lo que va de siglo.