Cada vez son más numerosas las mujeres que asumen la realización de programas televisivos, y abren espacios en un ámbito marcado con anterioridad por la mayoritaria presencia masculina.
Las realizadoras, que en décadas pasadas egresaban de carreras de Letras, hoy son graduadas de escuelas de cine y televisión en diferentes especialidades; capaces de dominar varias especializaciones dentro de la producción audiovisual. A la industria se suman también las egresadas del Instituto Superior de Diseño (ISDI) y la Universidad de las Artes (ISA).
Importantes directoras como Loly Buján, Xiomara Blanco, Mirta González o Gloria Torres precedieron a significativos nombres de hoy. Entre ellos destaca Lizette Vila, musicalizadora y realizadora de documentales, fundadora de Palomas, Casa Productora de Audiovisuales para el Activismo Social en Cuba, la cual, por veintitrés años, promueve una obra artística y social a favor de denunciar todas las formas de violencia y defender a los más vulnerables.
Otra figura significativa es Magda González Grau, quien, por medio de la serie Calendario, varios telefilmes o su próximo estreno del seriado Las reglas de Rodo, indaga en la temática familiar, el ámbito estudiantil, los habitantes de calle o el autismo, además de dejar una huella importante mediante su contribución pedagógica.
A esas realizadoras se suman Marilú Macías, documentalista y directora del espacio Cuando una mujer, Consuelo Ramírez, Mariela López, y otras integrantes de una generación que pelea de forma denodada por llevar sus obras a la pequeña pantalla.
Jóvenes realizadoras interesadas en el dramatizado han encontrado una puerta de acceso al medio, mediante los telefilmes que presenta el espacio juvenil Una calle, mil caminos. En compañía de las asesoras Deli Rodríguez y Beatriz Roussó, las directoras generan obras y aúnan equipos que brinda oportunidades a las féminas, tal es el caso de Annia Quesada, Vicky Suárez o Zenia Veigas.
En el terreno del audiovisual dedicado a la música sobresale Ana Rabasa, incansable promotora de la música alternativa cubana, la cual ha sabido sortear escollos y defender la visibilidad de expresiones musicales no tradicionales, por medio del proyecto Cuerda Viva.
Con solo 16 años, tras fallecer sus padres, Rabasa comenzó a trabajar en Radio Progreso, hasta iniciarse en el Instituto Cubano de la Radio y Televisión (ICRT) dentro de la rama productiva. Descubrir los estudios televisivos y beber de las enseñanzas de Gloria Torres, Pedraza Ginori y Rafael González incentivó su aprendizaje. La labor de asistente de dirección y los cursos del Centro de Estudios de la Televisión resultaron esenciales para iniciarse en la realización audiovisual.
Como parte de una generación renovadora, la entonces joven directora enfrentó reticencias en cuanto a nuevas propuestas musicales y formas de hacer que, en un primer momento, enfrentaron el rechazo de un sector importante del público y la dirección de programación de la Televisión. A pesar de los obstáculos, Ana defendió la validez de mostrar rock, hip hop, música electrónica, el quehacer de los DJ, e interpretes cubanos no reconocidos.
Al revisar el camino de la artista en los años noventa aparecen espacios que incluyeron al variado talento femenino de esa década, en todos los géneros musicales. Más tarde lideró los programas Ultra Casual y Cáscara de Mandarina, hasta comenzar Cuerda Viva hace 23 años.
La versatilidad profesional de Anita irradió a la dirección de espectáculos, la realización de documentales, y las Galas Cuerda Viva, las cuales, cada año, permiten aquilatar la resonancia de los creadores musicales y del espacio televisivo.
Después de ser anunciados los nominados en 19 categorías, la directora promociona la Gala de Premiaciones Cuerda Viva 2025, la cual se celebrará el próximo 16 de agosto en el Teatro Nacional.
Cary Rojas, asesora del espacio, refiere:
“Cuerda Viva siempre se propuso lograr el balance entre zonas de la música alternativa y los talentos que no tenían mucha visibilidad en los medios como Roberto Fonseca o Yasek Manzano, quienes, después, han dejado su huella por el mundo. También difundimos el talento emergente que egresa de las escuelas de música y los proyectos interesantes que surgen en el ámbito profesional o aficionado”
Cary reconoce la maestría y asertividad de Ana Rabasa, en cuanto a la realización audiovisual, y su capacidad de fusionar propuestas musicales y danzarías que realzan los valores artísticos, a través de una conceptualización y una narrativa visual que no tiene nada que envidiar a los grandes espectáculos internacionales, a pesar de disponer de menos tecnología.
La directora se duele de no tener mayor respaldo promocional dentro de la misma televisora que produce sus propuestas, no obstante, continúa con la misma perseverancia de sus colegas de otros géneros, para impulsar el talento nacional y exponer conceptos y expresiones artísticas novedosos.
El derecho de las realizadoras cubanas dentro de la producción audiovisual sigue siendo un terreno discutido por valores machistas y la subvaloración, que no solo derivan de la falta de ética masculina, sino también de la falta de sororidad. Toca a las creadoras, con el apoyo de todos, continuar la defensa del discurso feminista que aboga por el respeto y la oportunidad creativa en igualdad de condiciones.