Como cualquier persona interesada en su país y su futuro, he estado al tanto de los debates del Parlamento cubano, especialmente de lo discutido en la Comisión de Educación, Cultura, Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. En ese contexto Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros subrayó que “La política cultural de la Revolución Cubana es una sola”.
Y al debatir sobre asunto tan importante, según trascendió en la prensa, el dirigente subrayó que “el tema es cuestión de esencias en una época en que los contenidos, su distribución e impacto tienen una gran importancia en el terreno político. Lo simbólico es vital en estos tiempos, dijo el dirigente; los adversarios del proceso cubano pretenden utilizar la cultura como plataforma de restauración capitalista. Por eso insisten en la banalización, en la vulgarización de la cultura”.
En ese mismo debate el Asesor Presidente cubano, el escritor Abel Prieto consideró que “No se trata de imponer una cultura, sino de promoverla, de orientar el gusto”. Creo que palabras más o menos, ese concepto lo ha repetido Abel desde hace lustros, antes incluso de que fuera el Presidente de la UNEAC.
Pero el fenómeno cultural es tan subjetivo que se presta a múltiples interpretaciones, depende de lo que se considere como un buen producto cultural. Voy a ejemplificar con la televisión: lo audiovisual es hoy en diversos soportes una manera de transmitir cultura o… banalidad.
Sigo con los ejemplos. Acabo de ver todos los programas de Habitat, producidos para la programación veraniega. Hay nueve en total dedicados a los parques nacionales de Namibia y Desembarco del Granma,(Patrimonio de la Humanidad), de la Ciénaga de Zapata y de las Lomas de Banao.
Un vez más disfruté de la espléndida naturaleza con una flora y una fauna, bella y desconocida, dibujada con la cámara, explicada por especialistas y con la inclusión del diseño en 3D. Con una producción de RTV Comercial y la Empresa Nacional para la Protección de la flora y la fauna, es un proyecto de Randol Menéndez, un infatigable amante de la naturaleza que ha logrado un equipo de trabajo capaz de pasarse buena parte del tiempo en montes de Cuba o de Namibia.
Randol creció en los pasillos del ICRT y cuando no pudo estudiar biología, su padre, el camarógrafo y director Lázaro Menéndez, le permitió acercarse a una cámara. No la ha soltado porque aunque sea el director del grupo que filma Habitat, nombrado Cartacuba (un ave endémica) sigue haciendo imágenes.
Desde que filmó El ocaso de una orquídea, Susana Rodríguez Mendoza, es su co-directora y guionista. El resto del equipo ha variado por ejemplo las entregas de Namibia tienen la locución en off de Marino Luzardo y de Maurín Delgado, ambos profesionales y convincentes, pero del resto se encarga Rubén Araujo, que “actúa” su conducción, incluso en el agua. De niño trabajó en La sombrilla amarilla por lo que puede muy bien subir lomas, llenarse de fango o ascender en un río como lo reclama su personaje.
A partir de su primera propuesta Ana y las cotorras en el 2002 Randol está alcanzando premios. Con Habitat lleva dos años consecutivos con los premios de la Convención internacional de televisión y los grandes caracoles de la UNEAC. No siempre los premios son sinónimo de calidad pero en este caso se ha galardonado un programa bello, dirigido a apreciar y amar la naturaleza, a conocer el país y diversas especies, su historia, es decir, para mi es un programa de cultura.
Le pido prestado al colega Yuri Nórido su definición “Hay un debate de muchísima actualidad: ¿qué cultura promover en los espacios públicos? ¿Cuál promovemos, en definitiva? Algo está claro: la cultura es el sostén de la nación. ¿Es sólido nuestro sostén? Los espacios de la cultura son todos los espacios de la actividad humana. O sea, no se puede hablar de cultura como si fuera un concepto aislado. La cultura está en todas partes, porque toda obra humana, en todas sus manifestaciones, es obra cultural.”
Comparto ese criterio. Entonces nadie me puede convencer que Habitat se esté transmitiendo los sábados a las 11 y 30 de la mañana por Cubavisión y con una exigua promoción. Es absurdo que un producto bien hecho, que sirve para ensanchar nuestros horizontes y en el que ha intervenido, incluso, una empresa ajena al ICRT, se “pierda” en la parrilla televisiva.
¿A qué hora se puede transmitir?. Muy fácil en el espacio que ocupa Deudas, un programa más de entrevistas a artistas, en este caso que emigraron desde sus provincias y hablan de sus deudas con el terruño de origen. Conceptualmente estoy en contra de alabar a cualquier creador porque se haya radicado en la capital, en vez de los que como Cosme Proenza, (es solo un ejemplo), sigue viviendo en su ciudad. Para colmo nunca he entendido por qué ese espacio se ha retransmitido por el propio Cubavisión los lunes por la mañana.
Vuelvo al principio: lograr que la trasmisión de contenidos en la televisión responda a valores culturales, afianzados en la resistencia contra el alud de banalidad que se nos viene encima, es responsabilidad de todos y cuando descubrimos una buena prepuesta se impone jerarquizarla, porque como insiste Abel Prieto “No se trata de imponer una cultura, sino de promoverla, de orientar el gusto”.