Cuando uno termina de ingerir un alimento y desea seguir degustando es porque lo que tragó le fue placentero. Así me ha sucedido con De amores y esperanzas en su capítulo de este domingo, el número trece y final de la primera temporada.
La propuesta pensada, amasada, tenida en su vientre por Raquel González es una verdadera serie, entregada por “paquetes”; en buena lid, es la primera que se realiza en Cuba con ese formato: capítulos largos y finales abiertos que dan pie a otra historia, nacida de la anterior.
Algunas actrices han dicho que ya se prepara la segunda temporada, ojalá que esté lista en poco tiempo porque De amores y esperanzas, con un tempo distinto, nos acercó no sólo al escenario de un bufete, sino a un buen mosaico de problemas de la sociedad cubana de hoy de una manera reposada, que permite el análisis y el debate familiar.
La producción fue de Alexis Guzmán, dirección de fotografía de Yamil Santana, edición Rafael García (Felito), banda sonora de Padrón y Morales y el guión es de Raquel, con la colaboración de Amílcar Sallatti y en los tres primeros capítulos se agregó Tamara Morales; la asesoría fue de Aida Cayón.
Esta propuesta de RTV Comercial tuvo la cualidad de entregar al público una obra sin grandes pretensiones, en apariencias común, pero que está impregnada de una factura similar a las de las series televisivas contemporáneas, un mérito indiscutible de Raquel que batalló por ofrecer un producto que convenciera a los televidentes de que ella es una directora, además de actriz.
Tiene una virtud para agradecer: devolvernos el quehacer dramático de actrices como Edith Mazzola e Irela Bravo, asociadas desde tiempos atrás a la conducción y a papeles cómicos. Las dos están hechas para esos papeles, no en balde Raquel se los diseñó. Coralita Veloz está bien y Corina Mestre sigue siendo el Rey Midas: todo lo que ella toca lo convierte en oro.
El resto del elenco se mueve en justas tesituras y los actores y actrices que se desempeñaron sólo un día, se lo tomaron muy en serio porque hubo dirección. ¿Qué decir de la fotografía con aires cinematográficos de Yamil y de la música, a veces casi inédita, de Silvio Rodríguez?
Aunque la televisión debe ser entretenimiento también es educativa y De amores y esperanzas lo logra sin que se lo proponga explícitamente: por ejemplo, en el último capítulo supe que una adolescente puede decidir estar a no con su tutor natural, si demuestra que la dañará.
Durante una entrevista que le realicé apenas iniciada la serie, Raquel explicó cómo llegó a esos hechos que nos describió “Investigando. No acostumbro a hablar de lo que no sé y llegué a los bufetes, tribunales y fiscalías muchas horas; durante casi cinco años me dediqué a ver lo que nosotros llamamos juicios y aprendí que se llaman vistas, preguntándole después a esos profesionales que tan amablemente me han dedicado tiempo. Esto me dio la esencia para después fabular y hacer de hechos reales casos de ficción pero que siempre tienen un lazo común con la realidad.”
Si la promoción mejoró en los últimos tiempos, no creo que haya tenido la que amerita. Otros programas menos logrados de la televisión gozan de mucha más publicidad, aunque lo bueno, a la larga se impone. Sigo pensando (siempre que aparezca un buen musical) que este tipo de propuesta no debe transmitirse los domingos, a pesar de que conquistó público.
En fin, se nos acabó De amores y esperanzas, esperemos que pronto llegue la segunda parte: ya se avizoró parte de su trama. Ahora sí, (y es fácil) apuesto por lo que nos prepara la ya no debutante directora Raquel González.