Disfruto ver el deporte, practiqué gimnasia, esgrima y volibol.  Ahora Tai chi, y alguna bicicleta. Las olimpiadas, los panamericanos, los topes de pelota, desde hace un tiempo los de futbol, no solo los sigo, me apasionan.

Transmitir esos juegos representa una erogación importante para el estado cubano que la mayoría del público agradece.  El Mundial de fútbol de Rusia 2018, se transmitió íntegramente en junio-julio del pasado año, sin que, por desgracia, nuestro país hubiera tenido una mínima participación.

No faltan críticos a la TV porque comunica mucho del deporte más universal en detrimento del beisbol. Lo que no es cierto: en la pasada serie nuestra pelota, deporte nacional, tomó las calles porque fue un buen campeonato, lo que no sucedía desde hace tiempo. Y el resto de las disciplinas tienen su espacio, aunque por razones que desconozco hay deportes que no reciben toda la difusión, según señalan algunos aficionados.

Y precisamente, sobre tv y deporte, tratan estas líneas, especialmente acerca de la narración. Tengo el impulso de los comentarios sobre esta especialidad en un texto que publique en Cubadebate con mi top ten del 2018.

La mayoría de los foristas se quejan de la manera de narrar, excepciones para confirmar la regla. Los nombres de Eddy Martin, por su cultura y de Boby Salmanca, por su forma original aparecieron en las opiniones.

Aramis Sánchez, comentarista de Guantánamo, quien afirma que su profesión es empírica, en una entrevista dijo “Eddy Martin gozaba de una muy buena memoria. Se veía que tenía la historia en su cabeza, y la contaba en las transmisiones. Bobby era el creador por excelencia. Fue aquel hombre que llevó al argot beisbolero el lenguaje relacionado con la caña de azúcar durante la década de los 70, en la conocida Zafra de los Diez Millones. De ahí creó una jerga que se hizo muy popular en Cuba. Por ejemplo, él decía «Azúcar, abanicando» para marcar un strike, o decía «Caña limpia al central» para indicar un hit. Y así llevó a la pelota muchos vocablos.”

Buscando en INTERNET encontré varios textos de diferentes latitudes en los que coinciden criterios acerca de lo procaz e insulsa que puede ser una narración deportiva, cuando no se ejerce con responsabilidad y un poquito de cultura. En ningún caso encontré que, a los estudiantes de periodismo, se les impartían clases de narración deportiva, aunque si existen experiencias en España y México, por citar dos ejemplos, en las que narradores realizan talleres con alumnos.

Actualmente, en el caso del béisbol cubano no son pocos los aficionados que ven la imagen por televisión, pero escuchan a la radio, mejor en la narración según ellos.

Un apasionado del deporte, hombre culto, al comentarle que estaba escribiendo estas líneas me dijo: “Repiten muchos conceptos todos los días con las mismas palabras, principalmente en la pelota, donde pueden cambiar de opinión con una velocidad electrizante, es decir, si tal bateador ha fallado tres veces se dice que no está en su mejor forma, después batea y “no hay duda de que sabe dar el batazo en el momento oportuno… de palo pa` rumba con mucha facilidad.”

Me señaló “¿te has dado cuenta que dicen y repiten “Fulano goza del favoritismo de los aficionados”. ¡Qué disparate! Personalmente les he enviado recados, pero nada”. Coincido con ese amigo en que hay matices: “alguno narra bien, pero es obsesivo y cuando le da por decirque el bateador está “triste, pensativo, cabizbajo”, roza el ridículo. Otro tiene voz, pero es tecoso”.

Si a esto se le añade que ya es un ritual saludar a quienes los atendieron en provincia, a veces en momentos en los que sucede algo importante en el terreno y después no saben que pasó.

A mi me molesta sobre manera que, por ejemplo, en el último campeonato, Las Tunas ganando por 10 carreras para algún narrador “tenía problemas”. Esto sucede (y quien lo dude que se fije) siempre con los equipos orientales. Quien no es narrador deportivo puede decir públicamente sus preferencias, pero quien ejerce esa profesión se las tiene que guardar: aún no sé a qué equipo le iba Eddy Martin.

A Víctor Hugo Morales, uruguayo-argentino, reconocido narrador de futbol le pregunté: ¿Debe (o puede) un narrador deportivo profesional decir o insinuar sus gustos o preferencias por un equipo, cuando ambos pertenecen a su país?

Aquí su respuesta “Como con las simpatías políticas es aconsejable no decirlo.

Predispone al oyente, al lector, mucho más aun en el mundo del deporte que el de la política. Además, habiendo tantos elementos éticos en juego, declino cualquier simpatía. Prefiero que mi equipo, manejado por un tránsfuga pierda o que gane aquel dirigido por una buena persona (solo por citar una circunstancia). Para mí es muy raro que alguien tenga una simpatía después de la adolescencia si pertenece al periodismo...”

Y hasta aquí: el espacio es de ustedes, lectores.

 

 

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