Conversamos con la joven presentadora, guionista y directora de televisión Aleida Aurora Mestre Martínez, rostro habitual de Teleavances, entre otros espacios televisivos.
Su llegada temprana al medio constituyó el principal resorte para que esta creadora sienta hoy que buena parte de su realización personal está ligada, de manera indisoluble, a la televisión. Su talento, constancia y entrega —estas últimas heredadas y aprendidas de su madre, la también directora y guionista Jobana Martínez Bencomo— la han llevado a alcanzar los resultados que hoy ostenta con orgullo. Sobre su desempeño, evolución y proyecciones versan estas líneas.
¿Cómo defines la televisión en tu vida y cuál ha sido el mayor desafío?
—La televisión ha sido, sin dudas, una parte esencial de mi vida. Es mi casa, mi escuela, mi escenario y mi espejo. Comencé muy joven y, a lo largo de estos veinte años, he crecido frente a las cámaras tanto como profesional como ser humano.
El mayor desafío ha sido mantenerme fiel a mí misma; conservar la autenticidad en un medio que muchas veces exige máscaras. Ser una mujer natural, espiritual y cercana al público, sin perder la excelencia profesional, ha sido un acto de equilibrio constante que disfruto profundamente.
¿Cuánto te exige un espacio promocional como Teleavances en comparación con uno de carácter histórico?
—Aunque La teleguía y Teleavances son espacios semanales de corte promocional, exigen una gran responsabilidad comunicativa. Hay que sintetizar bien, ser clara, mantener el ritmo justo y lograr, en pocos minutos, una conexión efectiva con el televidente. No se trata solo de anunciar la programación, sino de hacerlo con intención, de forma atractiva y profesional.
En cambio, los programas de carácter histórico requieren otra sensibilidad: investigación, sobriedad, respeto por los contenidos y una voz capaz de acompañar al espectador en ese viaje al pasado.
Transitar entre lo promocional, lo histórico, lo cinematográfico ha sido una de las mayores fortalezas que me ha dado la locución. Disfruto esa versatilidad porque me permite reinventarme constantemente sin perder mi esencia. Cada género tiene su ritmo, su tono, su alma... y yo me entrego a cada uno con la misma pasión.
¿Te inclinas también hacia la dirección? ¿Por qué?
—Sí, cada vez más. Después de tantos años frente a cámara, es natural que surja el deseo de aportar desde otras miradas. La dirección me permite materializar ideas, cuidar el contenido desde su raíz y proteger esa esencia que muchas veces solo entiende quien ha estado dentro del medio por tanto tiempo.
Además, tengo un referente muy cercano y poderoso: mi mamá, quien ha sido una guía constante e inspiración en el mundo de la dirección televisiva. Gracias a ella, crecí admirando ese trabajo silencioso pero esencial que sostiene todo lo que el público ve. Me interesa dirigir para crear proyectos que inspiren, eleven el alma y dejen huella.
¿Cuáles son tus proyecciones en el medio y qué tipo de programa te gustaría hacer?
—Estoy en un momento muy gratificante de mi carrera porque me siento realizada profesionalmente. Trabajo en espacios que exigen estilos distintos —promocionales, históricos, cinematográficos— y eso me permite seguir creciendo, mantenerme activa y disfrutar de la versatilidad que siempre he valorado en esta profesión.
Mis proyecciones están ligadas a continuar formando parte de proyectos útiles para el público, bien pensados y con un enfoque comunicativo eficaz, especialmente en el ámbito de la publicidad institucional, educativa y cultural. Me interesa seguir aportando desde ahí; no persigo obsesivamente un “gran programa”. Yo fluyo, no fuerzo nada. Cuando aparece una propuesta atractiva, con un buen equipo y un contenido que me entusiasme, la asumo con alegría. Para mí es fundamental trabajar en algo que me genere satisfacción, no estrés. Esa ha sido siempre mi filosofía, y es la que me permite disfrutar a plenitud lo que hago.
¿Conducción, dirección o guion? ¿Qué especialidad prefieres?
—Mi alma es de locutora. La conducción es mi primera piel, la forma más directa de comunicarme con el mundo. Siempre ha sido mi base, el espacio donde me siento más libre y auténtica. Es una manera de comunicación que domino y disfruto muchísimo.
Pero en los últimos años, la dirección ha cobrado una importancia especial para mí. Desde ahí también dialogo, solo que desde otro lugar: construyo desde lo conceptual, lo visual, lo dramatúrgico. Es una forma profunda y creativa de comunicar.
También escribo, y el guion es otra vía que me permite expresarme con autenticidad. A través de él puedo organizar ideas, darles intención, ritmo y sentido. Cada especialidad tiene su encanto y su responsabilidad.
¿Cuáles son tus mayores agradecimientos dentro de la televisión?
—Son muchos, porque este medio ha sido mi casa durante dos décadas. Estoy profundamente agradecida a todos los directores, realizadores, colegas y técnicos que han confiado en mí, que me han permitido crecer, equivocarme, aprender y evolucionar.
Cada espacio que he hecho ha sumado algo valioso a mi formación y a mi manera de entender la comunicación. Pero si hay alguien a quien debo un agradecimiento especial, es a mi mamá. Ella es directora de televisión, y desde muy pequeña la vi crear, liderar, contar historias y trabajar con rigor y pasión. Gracias a ella entendí lo que significa amar este oficio y ejercerlo con ética.
También agradezco al público que me ha acompañado todos estos años con tanto cariño y fidelidad. Sentir su cercanía, respeto y afecto es lo que da verdadero sentido a todo lo que hago.
Y, por supuesto, agradezco a mi hijo, que es mi motor, mi cable a tierra y mi mayor alegría. La televisión me ha dado mucho, y mi compromiso es seguir devolviendo todo lo aprendido trabajo honesto, profesional y vocación de servicio.