Como ejemplos de ellas, podemos  mencionar en los predios de las dos instancias rectoras de la actividad audiovisual en la Isla: el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC), a la Productora del ICRT , el Sistema Informativo de la Televisión Cubana, los Canales Educativo, los telecentros y canalesprovinciales, la Casa Productora de Telenovelas, RTV-Comercialy,de manera más alternativa y comunitaria,Televisión Serrana.

Se incluyen también Audiovisuales ICAIC Producción-Distribución, los modernos Estudios de Animación ICAIC y la novedosa experiencia del Proyecto Palomas.

Fuera de este marco, constituyen significativos espacios institucionales de producción audiovisual: Mundo Latino, del Consejo de Estado; Prensa Latina-TV, de la Agencia de Noticias Prensa Latina; los Estudios Taíno, del Ministerio del Interior; Audiovisuales TRIMAGEN, del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; Cinematografía Educativa CINED; la Productora Octavio Cortázar, de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba; Audiovisuales PUBLICITUR, de la agencia publicitaria del Ministerio del Turismo; la Sección de Audiovisuales AICRONS, del Ministerio de la Construcción; el Grupo de video CREART, del Centro de Desarrollo y Comunicación Cultural del Ministerio de Cultura; el Departamento Audiovisual del Centro Nacional de Educación y Promoción para la Salud, del Ministerio de Salud Pública; el Departamento de Video, del Grupo de Información y Comunicación de la Agencia del Medio Ambiente; Audiovisuales Oficina del Historiador de la Ciudad de la Habana; Audiovisuales MEPLA, del Centro de Investigación de la Memoria Popular Latinoamericana, entre otros.

Los anteriores escenarios dibujan en la actualidad el polémico y bariopinto panorama del audiovisual mediático en Cuba, y enlazan de manera general lo artístico, lo cultural, lo humano y lo financiero en un proceso de producción comunicativa, que no se asume de manera homogénea, ni siquiera dentro de un órgano rector como el Sistema de la Televisión Cubana. Resultado, por una parte, de la propia versatilidad que impone el constante desarrollo y democratización de las nuevas tecnologías a la naturaleza, por demás, dinámica de los procesos productivos. Y por otra, de que en principio no existe en la nación un marco legal que legitime y registre las instancias dedicadas a la producción audiovisual en los predios insitucionales y fuera de ellos.

En consecuencia, la estructura organizativa interna de estas se articula en múltiples relaciones de subordinación inter e intrainstitucional, respecto tanto a los objetivos específico que dictan y asumen los diferentes organismos en los cuales están insertos directamente, como al complejo entramado de organismos e instancias superiores del Estado y el gobierno cubanos, que rigen de manera general el ámbito jurídico, político, y económico del país. En tal sentido, vale mencionar al Partido Comunista de Cuba, en función de guía política e ideológica; el ICRT y el Ministerio de Cultura (Mincult) en calidad de rectores de la actividad audiovisual nacional, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) y el Ministerio de Finanzas y Precios (MFP), entre otros.

Imaginemos ahora cuántas peripecias deben hacer dentro y fuera del ICRT y el ICAIC los realizadores para llevar al público nacional y, con suerte, extranjero también, su trabajo. Si por una parte, la aplicación de disposiciones ha propiciado mayor visibilidad de la producción de las instituciones en el espacio público del audiovisual cubano hoy, ya sea en la televisión, los distintos festivales y otros eventos audiovisuales que acontecen en el país, e incluso en el extranjero.

Además deben potenciarse, en alguna medida, las relaciones interinstitucionales de las productoras audiovisuales radicadas en el espacio público nacional, dando lugar a cooproducciones y colaboraciones de diversa índole (financiera, de recursos materiales y humanos, gestión, etcétera).

Tales realciones también complejizan sobremanera el proceso productivo en la mayoría de las instituciones audiovisuales, que por lo general no tienen una estructura de producción tan amplia como la del ICRT o del ICAIC, ni cuentan con un diseño organizacional formalmente concebido y/o asumido; y en defecto, orientan su accionar empíricamente a partir de la proyección de objetivos y misiones específicas que determinan su fin social e institucional.

Esta realidad conlleva, casi sin alternativa posible, a asumir o imitar a nivel isntitucional un patrón de producción caduco e incoherente con las nuevas realidades socioculturales y económicas nacionales y globales. Un modelo de nociones verticales en la organización del proceso productivo dentro del sector audiovisual, al cual se asocia el gran aparataje tecnológico, el amplio despliegue de recursos humanos y financieros, y el desarrollo de la amplia gestión comercial: factores que son limitados o nulos en la mayoría de las referidas productoras, pues la mayor parte de ellas ha sido establecida, al menos en principio, con presupuesto estatal y/o de colaboración y cooperación extranjera, por ende se definen como entidades “presupuestadas” o “sin fines de lucro”, carentes incluso de licencias comerciales.

Como suerte de causa y/o efecto, las pistas señaladas antes como características generales que definen la producción audivisual cubana actual, particularmente en el ámbito institucional, suponen numerosas contradicciones y dificultades conceptuales y prácticas. Entre ellas se pueden destacar: la prevalencia de estructuras organizativas muchas veces incoherentes con las características y misión de las productoras audiovisuales, la carencia de mecanismos legales que reconozca jurídicamente dichas instancias y les permita  gestionar en alguna medida su sustentabilidad.

En el plano de la producción, las contradicciones y dificultades giran básicamente en torno a la persistencia a nivel global de la organización del proceso productivo, desde la base de la gran parafernalia técnico-financiera y humana que dificulta la asunción de nuevas alternativas de producción audiovisual más horizontales, económicas y sencillas, en aquellas estructuras que así puedan asumirlo. A este particular se asocia la contradicción señalada sobre los calificadores y estructuras de pago, pues limitan que se pueda aligerar al mínimo los equipos de produción, aún cuando existe un gran número de profesionales con habilidades múltiples que demuestran cómo unos pocos pueden asumir (y la tendencia universal apunta cada vez más a que así sea) lo que tradicionalmente asume un equipo gigantesco de producción.

La difusión, por su parte, se asocia a la contradicción en la producción y a los puntos tres y cuatro de las contradicciones institucionales, y versa sobre la necesidad de explotar con más énfasis y efectividad las posibilidades y alternativas brindadas por las nuevas estrategias de difusión y los servicios, concebidos desde la óptica de los canales más alternativos.

Al asumir tales contradicciones, hay que poner en claro que dentro de las productoras audiovisuales analizadas incluimos estructuras, estas se insertan en organismos e instituciones cuya misión principal no es el audiovisual,  y por tanto, quizás esta actividad no resulte prioritaria o rentable para asumirla desde el presupuesto propio.

Ante tal panorama, los grupos autofinanciados, o grupos empresariales, devienen una alternativa institucional para no renunciar a la producción audiovisual propia y especializada que enriquezca y nutra la realizada en los centros oficialmente establecidos, en términos de rentabilidad, especilización, calidad y variedad genérico-temático y estética.

La proyección de un mismo plano

Recientemente hemos sido testigos de cambios significativos en el ámbito audiovisual cubano, particularmente el que se genera en los predios del ICRT. Todos se han hecho acompañar por un discurso que busca transformar, eliminar errores y mejorar el presente y el futuro del sector mediático.

La finalidad radica en ofrecer al público nacional y foráneo un producto audiovisual de calidad, ameno, atractivo, que no renuncia a promover los valores defendidos por la nación, y satisfacer, al mismo tiempo, las exigencias de las audiencias; así como en hacer de la realización de dicho producto un proceso sustentable.

El mencionado contexto coloca a las instancias productoras estatales ante el reto de actualizar su modelo productivo. Una misión compleja y difícil, pero posible en la medida en que se logre ganar e implementar una conciencia económica y social que revalorice y coloque en su justa dimensión conceptos tales como  “eficiencia y eficacia productiva”, “bien público”, “productos culturales”, “mercado”, “publicidad” , “propaganda” y “rentabilidad”; que premie y estimule el talento y la superación profesional, y además de cabida a la investigación, el estudio, la experimentación a prueba de error, para concebir y llevar a cabo estrategias coherentes con la necesidad y las posiblidades concretas de nuestra realidad como país, pero haciendo un uso racional de nuestros recursos para producir más y mejor.

Resulta vital, entonces, renovar, ampliar o readecuar con el concurso colectivo estructuras y conciencias, las maneras de producir el audiovisual cubano. ¿Cómo hacerlo? No existe fórmula absoluta, ni infalible, pero los prácticos e investigadores convocan a centrar las miras en la alternatividad y la viabilidad de explotar al máximo las posibilidades comerciales-mercantiles y negociaciones que dentro de la ética y los principios de nuestro sistema socialista se puedan implementar en el sector audiovisual. Puesto que sin renunciar a los valores didáctico, educativo, de sano entretenimiento, que posee la plataforma de la producción audiovisual en el país, ni a los fines culturales, de bien público y patriótico-político que la guían, podríamos y deberíamos producir más audiovisuales que experimenten nuevas estéticas, renovados discursos y maneras de narrar en ritmos y tiempos que compitan con los hegemónicos y vendan, en el buen sentido de la palabra, la “verdad” que queremos hacer llegar a las audiencias. Pensando sobre todo, y de manera muy especial, en un mercado y un público nacional que está actualmente permeado de paradigmas y estéticas visuales y narrativas foráneas, que debemos aprender a remantizar y usar a nuestro favor.

Igualmente, deberíamos empezar a asumir el mercado para los productos audiovisuales nacionales, en una doble dimensión: en términos de extensión y divulgación de nuestros mensajes, pero también, y quizás en la misma medida, de ingresos y ganancias monetarias. 

Una vez que se armonice en el espacio mediático nacional la cultura, la educación, los principios socialistas y patrióticos y el mercado, las negociaciones mediáticas y económicas, comenzará una nueva época en la producción audiovisual revolucionaria, que la hará sustentable, rica y variada en estéticas, temáticas y facturas, y la dotará de poder contar con defensores y realizadores enfocados en garantizarle larga y saludable vida.

En este camino, a nivel de país, ya se evidencian señas que indican la disposición gubernamental e institucional de asumir cambios que fortalezcan el sector audiovisual cubano. También se muestran dispuestos la mayoría de los protagonistas y responsables de llevar a la práctica estas trasformaciones y garantizar la buena y larga vida al audiovisual Hecho en Cuba. Queda, sobre esta base, trabajar, producir más y mejor.

 

 

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