Las premiaciones del programa Cuerda Viva (CV) correspondientes al año en curso tuvieron lugar dentro de una gala en dos partes que transmitió la TV a través de ese canal: el gran concierto en vivo, llevado a cabo recientemente en el Salón 1930 del Hotel Nacional de Cuba.

Desde su creación, hace veintitrés años, el espacio creado y dirigido por Ana María Rabasa, con guion de Cary Rojas —las mismas que se encargaron de esas labores en la gala de premiaciones—, se propuso erigirse en el terreno para la llamada “música alternativa”.

En puridad, y aun con lo útil que significa un término así para designar lo que se aparta de los cánones, sabemos que, en esencia, la música es una sola, más allá de tendencias y géneros.

De hecho, eso ocurre en las emisiones del programa habitualmente, y junto a la canción, el jazz, la trova, el rock y el rap, junto con todos sus “afluentes”, hallamos covers, urbana, tropical, Rhythm & Blues, electrónica y mucho más, incluyendo todo tipo de fusiones.

Las galas fueron un reflejo de esa diversidad, esa riqueza que en tales líneas abunda dentro de la música cubana contemporánea, de la cual el programa ha sido promotor y difusor destacado.

Una muestra de ello fue precisamente el finale con tutti, que, además de rendir un justo y hermoso homenaje al desaparecido Edesio Alejandro —un referente de las vanguardias y, a la vez, de la tradición—, reunió a la totalidad de participantes: invitados, nominados, premiados… quienes demostraron la pertinencia de todos los registros y poéticas dentro del gran tronco que es el imaginario musical cubano.

Ellos recrearon hitos en la obra de Edesio, muchas veces extrapolándolos de sus estructuras originales y proyectándolos desde sus respectivos estilos (Nirvana Flamenco y Chick Soul, o Athanay y Rumberos de Mayabeque, por solo citar algunos ejemplos, donde sus propios nombres definen la música que realizan).

Las galas alternaron con equilibrio lo hablado y lo musical/danzario; los conductores, exceptuando los lugares comunes de dilatar innecesariamente la sorpresa al anunciar los premios, fueron bastante coherentes y fluidos.

Desde el punto de vista televisual, el programa reveló un tratamiento acertado en cuanto a movimientos de cámara y encuadres, aportando con ello el toque festivo del espectáculo.

Respecto a la imagen, si bien no dudo que, a nivel de teatro, pudo descollar la poderosa visualidad que una sólida y bien encauzada producción logró, en la pequeña pantalla ello resultó un tanto excesivo: la combinación de efectos lumínicos y figuras que construyeron una deslumbrante escenografía digital, unidos a la cantidad de artistas moviéndose con frecuencia en el escenario —algunos con vestuarios coloridos y vivaces—, devinieron en un recargamiento excesivo, pletórico de contrastes, en más de una ocasión visualmente molestos, que además llegaban, por momentos, a disociar respecto a la misma propuesta musical.

Sugiero cuidar esto para la próxima.

Cuerda Viva sigue tensando una vibrante cuerda cultural que apuesta por aglutinar y promover “todas las voces, todas” —como rezaba aquella canción de Mercedes Sosa— y demostrar, en cada emisión o conmemoración, la legitimidad de cada expresión musical, siempre que a esta la respalden la autenticidad y el talento.

 

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