Antonio Eliseo Lechuga Ravelo, es un realizador que cuando habla de su obra lo hace desde la más sincera modestia. Admite que casi todas sus piezas son obras por encargo y que asume como propias. Ha recibido múltiples premios, incluso un Coral en 1986  por la serie Donde crezca el amor.

Hoy es siempre todavía es otra de sus entregas recordadas, como Donde crezca el amor y Somos medicinales, todas dedicadas a los adolescentes y jóvenes. Es Artista de Mérito del Instituto Cubano de Radio y Televisión, pero sobre todo Tony Lechuga es un hombre que se da a querer. Por ejemplo Mariela López lo considera su maestro y de toda su generación.

Por eso estas líneas que si no se publicaron antes es por demora de…Tony, un hombre que no gusta de planos estelares.

 -¿Qué te llevó al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos en 1962? ¿Por qué al graduarte en la universidad de La Habana pasaste a su departamento de televisión y no seguiste en el ICAIC?
 
-Comencé a trabajar en el ICAIC en 1962 de manera casual. Un funcionario del organismo me preguntó si me gustaría trabajar allí y por supuesto que no lo pensé dos veces. Yo había llegado de alfabetizar y estaba terminando el bachillerato, y hacia dos años que me estaba interesando en la cultura, esencialmente por el contacto con Lunes de Revolución, que se recibía en mi casa con el periódico Revolución, y no por porque entre mi familia hubiera algún interés por el arte y la cultura. Mirar más que leer Lunes me despertó una incipiente curiosidad por ese mundo tan atractivo de escritores, de artistas de la plástica, de las películas, etc. Comenzaba a descubrir el cine y asistía a algunos cine debates y al Capri  que tenía una programación de cine europeo fundamentalmente, si mal no recuerdo. Así que cuando me dijeron ICAIC me sentí el más afortunado de los jóvenes de 17 años. En el ICAIC me ubicaron en el recién creado Departamento de Divulgación Cinematográfica, que como se sabe desarrolló en los años posteriores la hermosa labor de llevar el cine a todos los rincones de la geografía no urbana de Cuba. En ese departamento, estructurado en delegaciones provinciales, la de La Habana, además de tres o cuatro cines móviles que proyectaban largometrajes en las zonas más aisladas de la provincia, se prestaban documentales  a todos los organismos y organizaciones que los solicitaran para sus actividades culturales y políticas. Y como yo era quien casi siempre atendía a las personas que solicitaban estos cortos, y los revisaba una vez devueltos para ver si se habían deteriorado, conocí casi toda la producción del ICAIC de esos años, cortos y largos, además de una buena dosis de producciones extranjeras, casi todas del campo socialista. En el ICAIC confirmé que lo que me interesaba era el mundo del arte, saber de cine, de literatura, de pintura, de todo lo vinculado con la cultura artística. Entonces el Departamento de Divulgación tenía sus oficinas en la Cinemateca de Cuba, y eso me permitió entre conversaciones y asistencia a las exhibiciones de la Cinemateca, familiarizarme con el mejor cine que se había producido hasta entonces. Recuerdo con mucha nostalgia mis días en el ICAIC, sería interminable el anecdotario y la evocación de personas que contribuyeron a sembrar en un jovencito el respeto por el arte y la creación artística.  Estuve en el ICAIC hasta 1967 en que quedé excedente, según la terminología de la época, pero con el compromiso personal de Alfredo Guevara de que una vez que terminara mis estudios universitarios, pues en 1963 había matriculado en la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana, regresaría al ICAIC. Y así fue, cuando en 1969  me convertí en un Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas, Alfredo me comunicó que podía regresar, pero ya había recibido la propuesta de la Universidad de La Habana de incorporarme al grupo que estaba gestando lo que posteriormente  sería Televisión Universitaria, y decidí declinar la invitación de Alfredo y vincularme con un proyecto que comenzaba y que quizá me permitería más posibilidades de desarrollo profesional. Esta es la razón por la que no regresé al ICAIC y siempre tendré la duda de si mi decisión fue acertada o no.

  - Desde los inicios has hecho televisión con intenciones didácticas    
¿Por qué?
Una buena parte de tu obra está dedicada a los niños y las niñas ¿Por qué?

- Estuve en la Televisión Universitaria desde 1971 hasta 1981 en que pasé al ICRT. Durante ese tiempo, la Televisión Universitaria realizaba varios programas semanales que se hacían en las instalaciones de la TV Cubana, casi siempre en el estudio dos de Mazón y San Miguel y se transmitían por el canal dos. Eran programas en vivo en su mayoría, y aunque unos eran más didácticos que otros, en todos había una voluntad de entregar conocimientos a los televidentes desde una perspectiva de extensión universitaria. Yo dirigí en todos esos años un espacio que se llamó Saber el mundo, con marcadas intenciones didácticas y que abordaba temas universales, por decirlo de alguna manera. Cuando paso a trabajar directamente en el ICRT, lo hago en lo que se llamaba Redacción de Programas Infantiles y Juveniles. Esta programación siempre ha tenido un propósito educacional, más o menos evidente, y nunca he dejado de trabajar ahí. Todo lo que he dirigido en la televisión, incluso la mayor parte de mi trabajo en el Canal Educativo, ha estado vinculado con el trabajo para niños y jóvenes. ¿Por qué? La programación destinada a ese sector agrupa programas tan diferentes como los históricos, los musicales, los de ficción, los de participación, etc., es decir, le ofrece a un director que se dedique a ella recorrer estos tipos de programas y yo lo he hecho. Quizá también por fidelidad a un grupo de personas entregadas a esta programación: asesores, escritores y personalmente a Vilma Montesinos, jefa de la redacción mucho tiempo y cuya gestión fue decisiva para mi incorporación al ICRT. En esta programación, además de espacios habituales que enumerarlos sería un poco aburrido, se me dio la oportunidad de dirigir series de ficción para niños y jóvenes: Hoy es siempre todavía, Misterios de un tesoro y Somos medicinales. La primera es la que más ha trascendido, es de finales de los 80 del siglo pasado y todavía cuando se transmite me llegan  algunos comentarios elogiosos, como sucedió ahora que se exhibió en estos meses por Cubavisión Internacional y los que tienen acceso a la tv digital pudieron verla. Pero mi preferida es Somos medicinales por su intención de llegar a los niños con historias vinculadas al mejoramiento humano y del medio ambiente.

-En Las trampas, tu último teledrama –por lo menos el que he visto-, destaca  la actuación y los colores. ¿Me puedes hablar de sus hacedores?

-Las trampas es efectivamente el último teledrama  que he dirigido. Valdría la pena recordar que la División de Programas para Niños y Jóvenes y que ahora se llama Grupo de Creación  de Programas para Niños y Jóvenes –o algo parecido-, lleva como siete años  produciendo teledramas dirigidos a jóvenes, protagonizados por ellos y con temas y conflictos propios de sus edades. Se exhiben durante el verano en un espacio semanal que se nombra Una calle mil caminos y que además de la proyección de la obra genera un debate sobre los temas de cada emisión. El abanico de problemáticas abordado es tan variado como la vida misma de los adolescentes y jóvenes, han participado en su realización diferentes directores y directoras y desde el 2007 yo he realizado cinco de ellos. Las trampas  es una historia creada por Hugo Ribalta, uno de los escritores habituales de estos teledramas, y la asesora fue la experimentada sicóloga Elsa Carrasco. Los productores fueron Roger Rodríguez y Oigrés Suárez de la Casa Productora de Telenovelas  de la Televisión Cubana, entidad encargada de la producción. Tuve la suerte de tener un elenco de actores envidiable: Amarilys Núñez, Patricio Wood, Mario Rodríguez, Héctor Echemendía, Raissel Cruz, Ebert Álvarez, Frank Mora, Alejandro Milián, Belisa Cruz y el niño Carlos Fabián Flórez, a quienes agradezco su total entrega. La fotografía fue obra de Víctor Dennis y el director asistente el infatigable Landy Sánchez. Pero te puedo asegurar que el colectivo restante hizo todo lo que pudo para garantizar cada aspecto del trabajo.

- Has realizado un grupo de documentales, digamos que biográficos, ¿cómo has escogido a los personajes?
Son cinco documentales producidos por el Centro para el Desarrollo del Documental Octavio Cortázar de la UNEAC. Esta casa productora fundamentalmente dedica sus piezas a artistas relevantes del panorama cultural cubano, actuales o del pasado. La selección de los personajes o temas, en mi caso, ha sido una propuesta del Centro, y siempre las he aceptado con gusto.

  -¿Cuáles son tus planes inmediatos en la creación?

 Creo que nunca he tenido planes en la creación. Siempre me han propuesto proyectos y los he asumido como si fueran míos. Algunos los he rechazado, por supuesto. En general, creo que así se ha desarrollado la vida de muchos directores de televisión, sobre todo los que fundamentalmente hemos hecho programas habituales. 

-¿Cómo valoras la situación actual en la producción de audiovisuales  
para niños, niñas, adolescentes en la televisión cubana?

En estos momentos estoy bastante alejado de la producción  de audiovisuales para niños, niñas y adolescentes. Realizo un programa en el Canal Educativo coordinado con el Centro de Superación para la Cultura del Ministerio de Cultura, dirigido a los trabajadores de este sector, y cada dos años más o menos un teledrama para adolescentes. Y veo muy poca televisión en los horarios destinados a este público. Se me hace difícil emitir una valoración.

- De todos los espacios que has realizado ¿Cuál ha sido mejor recibido  por los televidentes. ¿A que lo atribuyes?

Como te comenté anteriormente, Hoy es siempre todavía actualmenteresulta atractiva para parte del público. Y en su momento fue una serie muy polémica y por lo tanto seguida por una alta teleaudiencia, lo que podría interpretarse como que fue la mejor recibida.

 

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