El Sistema de Casas de Cultura en Cuba, ha sido siempre el espacio primigenio para desarrollar en nuestros niños y jóvenes sensibilidad hacia las artes, la literatura o el patrimonio cultural material e inmaterial que los circunda. Ese primer contacto con la cultura desde la comunidad hace toda la diferencia en las maneras en que el infante se relaciona con su entorno y se apropia de valores universales, que quedarán grabados en él para toda la vida.
Una de las grandes abanderadas del trabajo comunitario en nuestro país, es la danza, por su capacidad de traducir en movimientos, inquietudes artísticas y sociales colectivas. Es el arte danzario quien mejor dibuja los trazos identitarios de una comunidad, una región. No es fortuito entonces que nuestra televisión privilegie con un programa competitivo a esta manifestación popular, que desde las casas de cultura y los proyectos socioculturales ha tenido una réplica increíble en los últimos diez años.
Paso libre plus, es el nombre de este espacio televisivo, hecho con muy pocos recursos productivos, pero con la entereza suficiente para visibilizar el trabajo de instructores de arte y artistas aficionados , a los que se le va la piel en cada coreografía y gesto danzarlo que ejecutan.
Derivado del programa Paso Libre, del 2018, esta nueva mirada al formato, permite jugar con algo que los públicos contemporáneos le piden a gritos a la televisión: la exposición competitiva de nuevos talentos y el reconocimiento a la excelencia. Tal fórmula jamás falla y en Cuba tenemos numeroso y meritorios ejemplos.
Lo innovador de Paso libre plus está en concebir un programa competitivo para adolescentes, donde el premio no es necesariamente algo tangible, sino el reconocimiento al esfuerzo y la pasión. Se puede intuir sin que el programa lo exponga, el esfuerzo de estos artistas aficionados para montar sus coreografías, conseguir la música, diseñar los vestuarios, lo cual refuerza el valor del trabajo colectivo.
La puesta en pantalla del realizador Luis Yasel Aguilar aún carece del dinamismo y espectacularidad implícitos en este tipo de formato. Y no se trata de disponer de grandes recursos, sino de usar los que se tienen con mayor gusto, imaginería. Tal vez el uso del estudio no convenga del todo con los propósitos discursivos del espacio; a fin de cuentas Paso libre plus celebra el trabajo comunitario, y en la comunidad (casas de cultura, centro culturales, plazas) es donde debería grabarse.
La poca libertad que ofrece el estudio, se percibe en la nula efusividad del público presente y la inexistencia de un jurado interactivo, que pueda dar un consejo, una crítica, para beneficio de los participantes y la interacción más activa de los espectadores en casa.
Saber las motivaciones de los integrantes de cada proyecto, sus expectativas y deseos de superación, completarían de manera magistral la propuesta discursiva del espacio. Hoy en día, los públicos quieren verse reflejados en las voces de personas como ellos, con ansias de crecimiento personal y profesional; no aprovechar ese costado espectacular de la televisión es un error.
Los presentadores Ivelys Denis y Leo Rodríguez, aunque efectivos, se sienten limitados, ceñidos al reducido espacio y a una dramaturgia interna que no progresa, se queda estancada, lo que no es recomendable en formatos diseñados para niños y jóvenes.
Pese a algunas costuras totalmente solucionables, Paso libre plus es un programa necesario para la danza y los proyectos que desde la comunidad emergen. Reconocer la vocación y el amor por lo que se hace será siempre un plus en cada paso que demos.