Tocar la luz es un espacio para que quienes están privados de la vista, o son débiles en tal sentido, puedan disfrutar también del cine.
Partiendo de una iniciativa llevada a cabo por Jorge Luis Frómeta, del Proyecto 23, en la sala Infanta, el programa que sale al aire los lunes a las 10:30 p. m. por el Canal Educativo —y que sigue contando con la colaboración de aquel— propone filmes hablados en español (cubanos en su mayoría) que “narran” el acontecer de los relatos, lo cual, junto a los diálogos, la música y otros códigos de la banda sonora, permite a los invidentes disfrutar, mediante el oído, de esa “luz” maravillosa que constituye el séptimo arte.
El guion y la dirección de Maritza Deschapell cuidan los detalles de selección, grabación en estudio y las referencias de cada filme, que llegan en la grácil conducción de la actriz Mirtha Lilia Pedro.
De modo que, junto a sus familiares, los cuales pueden apreciar el cine en su totalidad, quienes reciben este por el oído se incorporan al disfrute de esa manifestación a la que todos deben tener igual derecho.
Así, la luz que del proyector emerge entra por la escucha, mediante la audiodescripción, para aquellos que, de ese modo, combinan disfrute y aprendizaje.
Como mismo el lenguaje de señas sirve a los sordos, las precisas y pertinentes narraciones que describen la acción fílmica conquistan ese otro público.
Otro sonidos no tan armónicos
Sin embargo, varios espacios fílmicos del Canal Educativo muestran un descuido reprochable: exhiben los filmes no hablados en español, doblados en ese idioma, por no accionar simplemente el botón que indica “audio dual” y buscar el correspondiente, que generalmente está y que, por un facilismo, no sale al aire como corresponde.
Incluso, se aprecian hasta los subtítulos, que son innecesarios en ese caso. Verdadera chapucería que los directores y asesores deben, en lo adelante, evitar.
Son programas valiosos y bien informados que pierden alcance y redondez artística por tal defecto.