“La caballería es un asunto de hazañas y no de razones”, dice el legendario personaje en la serie producida por TV Española, El Quijote (Canal Educativo, domingo, 9:00 p.m.), la cual remite a la gran obra que inicia el desarrollo de la novelística moderna.

En diferentes épocas han variado las apreciaciones sobre el clásico texto de Miguel de Cervantes Saavedra. En el siglo XVIII significó una sátira contra los excesos de imaginación; a principios del XIX se destacó la exaltación de la imaginación creadora y la pureza de ideales; más tarde, el sentido crítico, la vertiente humorística y la expresión simbólica de la esencia universal.

Todas las interpretaciones son justas, y a la vez parciales, cada ser humano juzga la novela desde sus puntos de vista y halla nuevos sentidos. De hecho, representar en la televisión El Quijote implica asumir una posición estética ante la obra, desde la perspectiva del lenguaje y la sintaxis del medio, donde el nuevo texto adquiere autonomía.

Dos notables intelectuales unen talento y magisterio, Camilo José Cela (guión) y Manuel Gutiérrez Aragón (dirección), para adentrarse en el particular universo del Ingenioso Hidalgo (Fernando Rey) y su escudero Sancho (Alfredo Landa). El viaje de estos personajes-tipos revela un seguimiento de los preceptos de la tragicomedia, género no realista, que parte de una concepción anecdótica, se caracteriza por la aventura, en la cual el protagonista viaja hacia un ideal. Suele ocurrir que un elemento maravilloso amenaza al héroe, y otro lo salva, solución propia de la referida estructura dramática.

Desde la evidente defensa de esencias del texto clásico, esta representación mantiene una recurrente preocupación por la perspectiva visual del encuadre. La intencionalidad en el montaje forma parte del proceso de narración, en el cual se enfatizan atmósferas, que influyen en la dramatización con mayor intensidad, desde la perspectiva de la dirección de arte de Félix Murcia, la fotografía de Teo Escadilla y los efectos especiales. Todo está concebido para que la aventura inimaginable sea —no parezca— verdad.

En la televisión, junto con la oportuna selección de obras valiosas de la literatura cubana y universal, atendiendo a la rica expresividad del contenido, hay que velar por la forma, la cual le otorga artisticidad a ese contenido. Frente a la pantalla no precisamos de que uno o varios personajes nos cuenten la historia, ni parte de ella, lo que necesitamos es ver la historia en acción, sin olvidar una máxima del canon griego: “La perfección está en la unidad de las partes, lo que no tiene consecuencias apreciables en la trama, sobra”.

En ocasiones, la pretensión de educar a ultranza, de incluir en dramatizados y otros espacios, textos relacionados con disímiles temas de interés social, pueden atentar contra el arte que exige toda obra audiovisual. Puede llevar, incluso, a que la televisión educativa no siempre resulte atractiva, limitante que afecta la comprensión y trascendencia de disímiles contenidos, de pensamientos capaces de motivar la reflexión, y propicia el cansancio y la abulia por parte de la teleaudiencia.

Tampoco perdamos de vista que todo texto, incluso el más banal, tiene una teoría filosófica implícita, la cual debe ser desentrañada y refigurada dentro de un contexto general, por eso hay que estar atentos. ¿Qué ideas, propuestas, inquietudes, traslada El Quijote a los públicos contemporáneos? ¿Qué sueños lo guían para llegar hasta su Dulcinea? ¿Cómo leer las acciones y la pasión de un escudero que lucha por la justicia? ¿Por qué Sancho sigue a su señor si ve lo real que este se resiste a aceptar? Cada televidente tendrá sus respuestas, las cuales dependerán de su punto de vista, de vivencias, expectativas, angustias, cultura artística y general. Si la obra abre interrogantes, propicia diálogos, motiva el deseo de profundizar en la hondura del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, inicia o continúa pasos en el camino hacia saberes disímiles.

 

Emprender una aventura inimaginable propia enriquece el universo cognoscitivo, la espiritualidad, el gusto por la lectura. Ciertamente, la caballería es cosa de hazañas y no de razones, pero tenemos muchas razones para comprender las hazañas de seres humanos o personajes imaginarios; todos forman parte de lo real y de lo posible. Con arte, la televisión puede contribuir a diversificar caminos, estimular la reflexión individual y colectiva en el hogar, donde el disfrute se comparte en familia.

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