El teatro como un templo. Lo desconocido de la escena cada vez que la oscuridad se apodera del espacio antes de comenzar la función. Esos milimétricos segundos entre la realidad y la ficción, entre la vida y la representación. Magia. Eso es el teatro para Carlos Luis González, un actor que es reconocido y conocido por el público nacional. Que es popular y no famoso, como él mismo prefiere afirmar.

 

Carlos debutó en el recién finalizado 16 Fes­tival Nacional de Teatro de Camagüey con Me­cánica, de Argos teatro. Una obra, inspirada en Casa de muñecas de Henrik Ibsen, que con acierto y creatividad refleja una parte de la realidad contemporánea bajo el sello personalísimo y único del binomio creado entre Carlos Celdrán y Abel González Melo.

Aun cuando no le gustan las entrevistas no es difícil entablar una conversación con él. Co­menzamos por el teatro y hablamos de actuación, de música, de televisión, de los sueños… El diálogo fluye.

Para Carlos primero llegó la música y luego la actuación. Comenzó a estudiar percusión a los diez años y una cosa llevó a otra. Pasó talleres en la Casa de Cultura de Plaza, montó pequeñas obras con sus amigos hasta que se presentó en los exámenes del ISA y «ahí empezó todo».

«Mis primeros pasos como actor profesional fueron en la película Habana blues de Benito Zambrano, después comencé a trabajar en la televisión con la telenovela ¡Oh, La Habana!, las aventuras Los Villalobos, Patrulla 444, entre otros proyectos. Ese fue mi inicio, pero al teatro llego ahora».

—¿Por qué Argos teatro?

—Conocí el trabajo de Celdrán y de Argos teatro por Alexis Díaz de Villegas que era mi profesor de actuación en el ISA. En aquel momento, Alexis estaba trabajando en Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini y para mí llegar a poder ser parte de Argos siempre fue una meta, un sueño.

«Un buen día, filmando la primera temporada de la serie UNO, me llamó Celdrán, me habló del texto de Abel González Melo y me pidió que me uniera al proyecto.

«Mecánica es mi primer espectáculo con Argos y mi primera experiencia en el teatro profesional. He aprendido mucho del trabajo del grupo y con la forma de Celdrán de dirigir a los actores.

—¿Cómo ha sido la experiencia con el pú­blico?

—Siempre he respetado mucho el trabajo de los actores dentro del teatro. Cuando tuve que enfrentarme a las tablas fue muy complicado. No es lo mismo trabajar para una cámara, para un micrófono que trabajar para un público dentro del teatro. Es otra manera de decir, de proyectar, de enfrentar el personaje cada día. Los estados, los sentimientos, ninguno funciona igual, cada día es una experiencia nueva.

«Al principio fue complicado, sobre todo en las primeras funciones estaba aterrado, pero funcionó, logré insertarme rápido dentro de la mecánica —dicho de cierta manera— del teatro. También recibí mucho apoyo de todo el equipo, ellos sabían que yo venía de trabajar en la TV y el cine, pero el teatro era desconocido para mí».

—¿Qué otros proyectos tienes en teatro?

—Bueno, estuvimos en el Festival de Cama­güey y el 31 de octubre partimos con Mecánica hacia Madrid a un festival muy importante que se llama Una mirada al mundo. Cada año ellos escogen tres o cuatro espectáculos del mundo que consideran deben formar parte del festival y este año tuvimos la suerte de que nos esco­gieran.

—¿Cine, teatro o televisión, cuál prefieres?

—El cine, por supuesto, es el medio que más reconocimiento internacional te puede dar y es el medio mejor pagado, pero siempre tengo que agradecer a la TV porque es el medio que te da a conocer, que te permite perfeccionar tu trabajo. Sin embargo, desde que descubrí el teatro tengo una lucha interna muy fuerte. El teatro para mí es magia, algo que no he vivido nunca en TV, ni en cine ni en radio. Es como un templo.

—No podemos eludir que Cuba entera te conoce por interpretar al Mayor Alex en la serie UNO, que ya va por su segunda temporada. ¿No tienes miedo de encasillarte en el personaje?

—No, en absoluto. Alex es un personaje que, por suerte, atrapó al público. Es muy complicado porque tiene como antecedente a un actor tan grande como fue Jorge Villazón, quien dejó una pauta demasiado fuerte en la pantalla y de pronto llegar con un personaje de ciertas características similares es un reto para cualquiera. Esa fue una de las cosas a las que le tuve mucho miedo cuando Roly Peña me llamó para asumir el rol protagónico de esta serie. Sin embargo, siempre tuve claro que a pesar de que pudiera haber puntos comunes entre Alex y el mayor Pablo, intenté separarme de eso. Traté de honrar el trabajo que hizo en Día y Noche.

—¿Qué puntos de contacto existen entre Alex y tú?

—Alex tiene una cosa que es muy mía y es que el trabajo es sagrado. Yo le doy demasiado valor a mi trabajo como actor y quizá le impregné al personaje un poco de esa cápsula de cristal donde tengo el trabajo que realizo. Alex, de cierta manera, es un personaje muy sensible y yo también. Quizá hay algunas otras migajas que fui dejando en Alex, pero hay otras de las que traté de descarnarme, por ejemplo, yo soy una persona que muchas veces no puedo hablar en serio, me gusta reírme mucho, siempre estoy bro­meando y Alex no es así.

—Has incursionado también en la locución, te vimos en la primera temporada de Sonando en Cuba ¿te gustaría seguir en esa vertiente?

—A mí me gusta hacer de todo, sobre todo si son cosas que no he hecho nunca. Yo había hecho pequeñas cositas de locución en la TV, pero cuando Rudy Mora me llamó para Sonando en Cuba ya eran palabras mayores. Lo asumí con mucho respeto.

—Entre la actuación, la música y la locución vemos en ti a un actor joven muy versátil, ¿qué quieres exactamente para tu carrera?

—Te soy sincero, no sé. De momento quisiera que llegaran muchos proyectos, lo que puede depararnos el destino es algo que desconocemos. A lo mejor dentro de cinco años me haces una entrevista como director y no como actor…

—¿Te gustaría dirigir?

—Me encantaría, sobre todo, dirigir actores.

—¿Para ti qué necesita un buen director?

—Pienso que lo más importante que puede tener un director es escuchar. Cuando un director tiene la capacidad de escuchar más que de decir, su discurso siempre va a ser a favor. En la medida que sea capaz de analizar, de poder organizar en su mente lo que la gente dice, va a tener la capacidad de discernir entre lo que va a hacer y cómo puede orientar a los otros a que hagan su trabajo bien.

—¿Te dejan improvisar?

—Yo no soy un actor que estudio guiones. Es­tudio situaciones, estoy todo el tiempo pendiente a lo que pueda influir en el exterior. Además, hasta ahora he tenido la suerte de trabajar con directores que me han dejado trabajar así.

—¿Te consideras un actor de método?

—Como todo actor siempre parto de la esencia del método de Stanislavski, pero hay mu­chas tendencias dentro del mundo de la actuación. Pienso que hay una sola manera de ac­tuar, una sola manera de interpretar, aunque cada cual se va buscando sus caminos… hay actores que tienen mucha facilidad para llorar y una escena de gran desborde de emociones les resulta fácil. Para mí llegar a un estado, a una emoción, tiene un antecedente, ese es el que me interesa trabajar.

«A mí no me gusta repetir, siempre trato de despojarme de cosas que pueda arrastrar. Por ejemplo, ahora que llevo tanto tiempo interpretando el personaje de Alex en UNO, para mis próximos proyectos trato de quitarme todas las co­sas que pudo haber tenido ese personaje y buscar otros derroteros, otros puntos de vista. Soy un actor que trabajo sobre esa línea, me gusta explorar y presionarme mucho, estoy todo el tiempo tratando de exprimir a ver que más puedo en­contrar. Un personaje que aparentemente puede ser sencillo, busco qué puede tener de complicado».

—¿Quiénes son tus paradigmas en la actuación cubana?

—Hay dos actores que siempre he tenido como dos grandes maestros. Uno, Reynaldo Mi­ravalles y el otro Raúl Pomares. Para mí, esos dos señores son la génesis de toda mi carrera. No había forma que ambos no hicieran su trabajo perfecto.

—¿Para ti la actuación lo es todo o hay otras cosas que te mueven?

—Para mí la actuación no lo es todo. La actuación es mi trabajo. Es lo que disfruto hacer, me encanta entretener a las personas pero no lo es todo. Para mí tienen mucha importancia la familia, los amigos… y hay muchas que disfruto tan­to como actuar. Ver televisión, escuchar música, bailar y la mecánica (no solo la del teatro), son cosas que disfruto mucho.

Tomado de Granma Digital

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